La Vanguardia

Núria López-Bigas

Núria López-Bigas, de la Universita­t Pompeu Fabra, gana el premio Banc Sabadell de Investigac­ión Biomédica

- TENDENCIAS 42

BIÓLOGA DE LA UNIV. POMPEU FABRA

Esta bióloga, que trata de descubrir el código del cáncer, ha ganado el premio Banc Sabadell de Investigac­ión Biomédica y, después de 10 años en la UPF, en noviembre se incorporar­á al Institut de Recerca Biomèdica.

Llegó un momento que la bióloga Núria LópezBigas decidió cambiar de rumbo. Después de un doctorado en que pasó muchas horas haciendo experiment­os en el laboratori­o trabajando en genética de la sordera, “me dije que había llegado la hora de cambiar, de probar cosas nuevas”.

Optó por la bioinformá­tica, un campo del que no sabía nada. La apuesta hubiera podido salir mal. Era el año 2002 y la bioinformá­tica no era un área de investigac­ión consolidad­a como ahora. Era un gran interrogan­te, un área emergente que nadie sabía hasta dónde llegaría. “Pensé que tenía futuro, pero en aquella época aún no existían las técnicas de secuenciac­ión masiva que tenemos ahora; no era fácil secuenciar genomas”, recuerda.

La apuesta salió bien. Núria López-Bigas es reconocida hoy como una figura emergente en genómica computacio­nal. El Consejo Europeo de Investigac­ión, que financia los mejores proyectos científico­s del continente, le acaba de conceder fondos para estudiar las bases genómicas del cáncer. Ha ganado el premio Banc Sabadell de Biomedicin­a, el más importante de España para investigad­ores menores de 42 años. Acaba de descubrir –y publicar en Nature– un fallo hasta ahora desconocid­o en la reparación del ADN que está involucrad­o en melanomas, cánceres de pulmón y probableme­nte otros tumores. Y después de diez años en la Universita­t Pompeu Fabra, primero con un contrato Ramon y Cajal y después como investigad­ora Icrea, acaba de fichar por el Institut de Recerca Biomèdica de Barcelona, adonde se incorporar­á en noviembre.

Pero empezó de cero. Cuando tomó la decisión de dedicarse a la bioinformá­tica, “no sabía ni programar”, recuerda. “Tenía muchas ganas de aprender pero no sabía nada”. Fue a pedir consejo a Roderic Guigó, investigad­or del Centre de Regulació Genòmica, como hacían todos los que querían trabajar en este campo en Catalunya. Guigó –al igual que Xavier Estivill, que le había dirigido la investigac­ión del doctorado– le aconsejó que se marchara al extranjero y se formara bien. “Fue un muy buen consejo”, recuerda López-Bigas. “Yo ahora a los investigad­ores jóvenes les aconsejo lo mismo”.

Solicitó una plaza de investigad­ora postdoctor­al en el Instituto Europeo de Bioinformá­tica (EBI, por sus iniciales en inglés), en el entorno de Cambridge (Reino Unido), que era la meca de la bioinformá­tica en Europa. No ocultó sus carencias ni disimuló su entusiasmo. “Yo pensaba que nadie me querría”, recuerda. Pero la aceptaron.

Le ayudó el hecho de llegar con una de las becas internacio­nales del Programa de Ciencia de Frontera Humana, que se crearon precisamen­te para apoyar a investigad­ores que cambian de área de trabajo. Y que el EBI tenía interés en estudiar enfermedad­es hereditari­as causadas por un único gen –las llamadas enfermedad­es mendeliana­s–, que era un área en la que López-Bigas había adquirido experienci­a durante el doctorado.

Pero, más que las enfermedad­es hereditari­as, la línea vertebral en la trayectori­a de López-Bigas ha sido el estudio del cáncer. “A mí todo me interesa”, reconoce la investigad­ora, que tiene una curiosidad intelectua­l insaciable. “La biología me interesa especialme­nte porque cada respuesta te hace plantearte nuevas preguntas”. Y dentro de la biología, “el cáncer es particular­mente interesant­e para comprender cómo funcionan las células”.

Además, añade, investigar en cáncer “tiene repercusió­n social porque ayuda a mejorar los tratamient­os, que es algo que a todos nos llena”. En estos momentos, LópezBigas tiene un proyecto de investigac­ión en curso con los hospitales del Mar y Vall d’Hebron para desarrolla­r un programa bioinformá­tico que facilite la toma de decisiones médicas a partir de la informació­n genómica de los tumores.

En cuanto al proyecto financiado por el Consejo Europeo de Investigac­ión, explorará la influencia de las llamadas regiones oscuras del genoma –aquellas que no tienen genes– en el origen de los cánceres. López-Bigas ya ha observado en un estudio anterior que las mutaciones en estas regiones son importante­s en leucemias y estudiará en qué medida lo son en otros cánceres.

“La bioinformá­tica se ha convertido

Después de diez años en la UPF, López-Bigas acaba de fichar por el Institut de Recerca Biomèdica (IRB)

en un componente esencial de la medicina y de la biología”, sostiene López-Bigas. Si en el 2002 era un gran interrogan­te, ahora es un gran punto de exclamació­n. “En el futuro todos los médicos deberán formarse en esta área. Los tratamient­os personaliz­ados requieren comprender qué es un genoma y cómo funciona”.

Nunca se ha arrepentid­o de haber cambiado de rumbo al terminar el doctorado. “Hay una gran diferencia entre el trabajo de laboratori­o y el de biología computacio­nal”, observa. En el laboratori­o puedes tardar meses en diseñar un experiment­o, prepararlo, realizarlo y tener resultados; y a veces sale bien y otras no sin que sepas por qué, porque hay una parte de incertidum­bre que no controlas. En biología computacio­nal, todo es mucho más rápido. Puedes tener resultados en cuestión de horas y, si algo no sale cómo esperabas, puedes encontrar dónde está el error. A mí me gusta, supongo que es cuestión de carácter”.

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XAVIER GÓMEZ Núria López-Bigas, en el Parc de Recerca Biomèdica de Barcelona

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