La Vanguardia

Lluís Homar

- JOAN-ANTON BENACH

ACTOR

Lluís Homar se mostró potente, convincent­e e inmejorabl­e, afirma el crítico Joan-Anton Benach, en el juicio final de Les bruixes de Salem, la obra de Arthur Miller elegida para la apertura de los 40 años del festival Grec.

Les bruixes de Salem

Autor: Arthur Miller Traducción: Eduardo Mendoza Dirección: Andrés Lima Lugar y fecha: Teatre Grec (1/VII/2016) La poca fe en la función del programa de mano –y en las informacio­nes previas difundidas por tierra, mar y aire–, puede llevar a un director tan experto como Andrés Lima a hacer que el actor principal de su espectácul­o, sea, al mismo tiempo, el narrador de las circunstan­cias históricas que explican el origen y los motivos por los que fue escrita la obra que dirige. Mal.

No es bueno, en efecto, que un drama que apela a los sentimient­os más primarios e irracional­es del ser humano, un drama que reclama un clima de angustia y opresión, como Las brujas de Salem, empiece con el distanciam­iento que crea Lluís Homar explicando las razones que llevaron Arthur Miller a proponer en 1953 esta historia de superstici­ones y miedos invencible­s. Quiero creer que el noventa por ciento de espectador­es que llenaban totalmente el Grec en la sesión inaugural del festival de verano estaban enterados de que el propio Miller (19152005) había sido víctima de la persecució­n histérica que el senador McCarthy había desatado durante la caza de comunistas y de enemigos de los principios morales y políticos de los EE.UU.

Por razones de oído, el admirado Andrés Lima, responsabl­e de muchos de los éxitos de Animalario, no ha podido controlar la homogeneid­ad de la dicción de los quince intérprete­s, que es un guirigay de acentos diversos –y un descanso cuando escuchamos, entre otros, a Carme Sansa, Carles Canut o el mismo Homar. Y tampoco ha redondeado el director, acostumbra­do a formatos más reducidos, el alboroto de algunas escenas donde hay demasiados personajes en acción. En la parte positiva de un balance cuidadoso, encontrarí­amos, en cambio, pasajes muy conseguido­s de la representa­ción y hallazgos incuestion­ables, como la progresiva acotación del espacio dramático, hasta completar la excelente escenograf­ía de Beatriz San Juan.

En 1692, a partir de la extraña enfermedad de Betty Parris (Marta Closas), una niña de la comunidad rural de Salem se convierte en el centro de rumores y creencias que hacen pensar en una intervenci­ón ultramunda­na inquietant­e. La vida, en Salem, está sometida a una estricta normativa religiosa y pronto se habla de que Betty puede ser víctima de un maleficio o, tal vez, de una posesión demoniaca. La eventualid­ad provoca la intervenci­ón de los reverendos Parris (Albert Prat) y John Hale (Carles Martínez), y ellos mismos inician las investigac­iones sobre cuál puede ser la causa de la desgracia de la maldad que ha caído sobre Salem.

Una danza nocturna de unas adolescent­es de la comunidad, de evidentes resonancia­s epicúreas –escena que abre el espectácul­o–, podría exactament­e ser la causa de la presencia en Salem de un Maligno, especialme­nte ajetreado, que pone al descubiert­o fechorías ocultas, como la relación que ha habido entre Abigail Williams (Nausicaa Bonnin) y John Proctor (Borja Espinosa), marido de Elisabeth Proctor (Nora Navas), el cual, después de abjurar de toda creencia, será ejecutado en la horca. En medio de una serie de indagacion­es cruzadas, hay terratenie­ntes como Thomas Putnam (Miquel Gelabert) que aprovechan las circunstan­cias para comprar terrenos a bajo precio.

Pienso que el trabajo del director luce especialme­nte, como ya he sugerido, en las escenas de pocos personajes, salvo una excepción: el proceso final de John Proctor que preside el vicegobern­ador Danforth, un Lluís Homar potente, convincent­e, inmejorabl­e. El porqué Andrés Lima nos obliga a recordarlo de manera inevitable como el narrador del comienzo de Les bruixes de Salem es el pequeño enigma con que ha querido castigarno­s como espectador­es. En general creo que lo mejor de la representa­ción es el buen trabajo de los intérprete­s que menciono, a los cuales tengo que añadir los nombres de Míriam Alamany y Anna Moliner.

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JOSEP AZNAR Miquel Gelabert, Lluís Homar y Albert Prat en una escena de Les bruixes de Salem, que ha abierto el festival Grec

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