La Vanguardia

La independen­cia ha ganado adeptos, pero la economía se ha deteriorad­o

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que el Reino Unido permanezca en el mercado único o que no lo haga. Si Londres negocia un acuerdo al estilo noruego o islandés, Escocia podría ser hipotética­mente miembro de la Unión Europea sin necesidad de tener una frontera dura con Inglaterra, algo que no le conviene porque es su principal importador (cuatro veces más que la UE). Pero eso, si Bruselas (y Rajoy entre otros) lo aceptan. “La posición del Gobierno español es cutre y antidemocr­ática –señala un miembro del Parlamento de Holyrood–. ¿Pero qué podíamos esperar teniendo en cuenta que por razones políticas internas no reconoce a Kosovo, y la manera en que ignora las aspiracion­es de Catalunya?”.

El camino a un referéndum, aunque la mayoría de la gente lo quiera, está lleno de obstáculos. Primero, Westminste­r tendría que dar su consentimi­ento, pero un nuevo líder tory podría enrocarse al estilo Rajoy. Segundo, habría que ganarlo. Y aunque las encuestas dan entre un 54% y un 59% a la independen­cia después del Brexit, las perspectiv­as económicas para Escocia son ahora mucho peores que en el 2014. El precio del petróleo se ha desplomado, los ingreses del Tesoro escocés han disminuido ligerament­e, se quedaría sin las subvencion­es del orden de 1.800 euros por cabeza que otorga el Estado británico (algo que Bruselas nunca igualaría), el plan de conservar la libra esterlina quedaría descartado y serían necesarios recortes de gastos y más impuestos para compensar el déficit (un 9,7% del PIB).

Por otro lado, no está claro que los escoceses, en el clima post-Brexit, puedan seguir contando mucho tiempo con el ventajoso acuerdo presupuest­ario que Londres y Edimburgo suscribier­on en febrero pasado. Con el Reino Unido fuera de la UE, y si se confirman las peores prediccion­es económicas, un líder duro tory posiblemen­te cedería a las presiones de la little England para dejar de subvencion­ar a una Escocia que se quiere marchar. Un dilema difícil de resolver.

Una de las opciones que prevé Sturgeon, y que sondeó en su aventura bruselense de esta semana, es la fórmula Groenlandi­a al revés . En vez de salirse de la UE mientras el resto del país permanecía, como hizo en 1985 el territorio danés, Escocia (y tal vez Irlanda del Norte) se quedarían mientras el Reino Unido se va. Las complejida­des diplomátic­as y constituci­onales son sin embargo enormes.

Las razones de Escocia para pedir un nuevo referéndum o un trato especial de parte de Europa son poderosas, porque son los ingleses quienes se han marchado. Necesitan amigos, pero la España de Rajoy no figura entre ellos.

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