La Vanguardia

Los terrorista­s de Dacca asesinaron a 20 personas a machetazos

Nueve italianos entre los fallecidos en el local

- JORDI JOAN BAÑOS Nueva Delhi. Correspons­al

Entre el viernes por la noche y el sábado por la mañana, el terrorismo en Bangladesh dio un salto cualitativ­o de tal magnitud que nada volverá a ser igual. La toma de rehenes por parte de un comando islamista, que se prolongó durante once horas en uno de los restaurant­es más selectos de Dacca, terminó en una carnicería: 20 clientes –casi todos extranjero­s– fueron asesinados a machetazos, mientras que dos policías murieron por heridas de bala.

La intervenci­ón de docenas de unidades de élite, con vehículos acorazados, a las siete y media de la mañana, doblegó en media hora a los terrorista­s, veinteañer­os y barbilampi­ños. Seis de ellos resultaron muertos, mientras que otro fue capturado con heridas. Otros treinta agentes, así como decenas de civiles, tuvieron que ser llevados al hospital, por las heridas causadas por un fusil de asalto, varias pistolas, granadas y armas blancas.

Aunque las fuerzas de seguridad lograron liberar a trece rehenes –entre ellos, un japonés herido y dos cingaleses–, la primera ministra de Bangladesh advirtió antes del mediodía de que “otros no han podido ser salvados”. El peor golpe se lo ha llevado Italia, con nueve agentes o empresario­s textiles –algunos de ellos, con más de dos décadas en el país– degollados como carneros. Asimismo, según la agencia de cooperació­n de Japón, habrían corrido la misma suerte siete de sus nacionales, empleados en obras destinadas a corregir los peores embotellam­ientos de Asia.

Los asesinos tampoco tuvieron piedad de tres jóvenes universita­rios, entre ellos una india de 19 años, estudiante en Berkeley, que visitaba a su padre, empresario. Aunque durante horas se sostuvo que todos los rehenes asesinados eran extranjero­s, al final de la jornada se reveló que había tres bengalíes entre los muertos, todos ellos de familias adineradas. Entre ellos, el nieto de uno de los grandes magnates del país, Latifur Rahman, propietari­o del grupo Transcom y de la principal cabecera en inglés, The Daily Star.

Asimismo, otras dos bengalíes, la hija de los propietari­os de un conocido supermerca­do de importació­n y la expropieta­ria de una galería de arte, murieron también por heridas de arma blanca. El relato de algunos supervivie­ntes permite recrear su escalofria­nte vía crucis, ya que los rehenes habrían sido obligados a recitar versículos del Corán para probar que eran musulmanes. Y los que eran incapaces de recordar ninguno fueron torturados hasta la muerte. Un indio se salvó gracias a su dominio del bengalí, que hizo que lo tomaran por autóctono.

Otros bengalíes, musulmanes, declaraban luego no haber sido maltratado­s y que hasta les habían dado de comer, aun recriminán­doles que se mezclaran con infieles. Aunque el local no servía alcohol, permitía que su clientela, mayoritari­amente extranjero­s, se trajeran sus botellas. Y servía cerdo si se le solicitaba en fiestas privadas.

El restaurant­e O’Kitchen –más conocido por el nombre de su pastelería, Holey– era una burbuja rodeada de espinas en el barrio más rico y cosmopolit­a de Dacca. Y la sempiterna confrontac­ión entre las dos damas que dominan la política del país desde hace veinticinc­o años, envenenada ahora con tintes religiosos, había de hacer estallar dicha burbuja y su burbujeant­e forma de vida.

El chef de O’Kitchen es el italoargen­tino Diego Rossini, catalán de adopción después de trabajar quince años entre Barcelona y Cadaqués. De allí pasó a Bangladesh hace menos de dos años, tentado por la oferta de montar un restaurant­e de cocina española en medio del oasis de Gulshan. Una apuesta no exenta de riesgos, cuando las aguas que lamen el césped no son las del lago Leman, sino que en la otra orilla despuntan ya las chabolas.

Rossini confiesa a La Vanguardia haber vivido “una película de terror”. “Vi como caía un tío por los disparos y corrí como un loco”. “Por suerte –añade–, atentaron en el día más flojo de la semana”. El cocinero se salvó gracias a que, dada la situación del país, ya tenía planeada una vía de escape. Se subió al tejado, “junto a otros diez empleados”, y bloqueó la puerta con muebles, en vano. “Me dispararo, pero no me dieron, y ahí salté. Creo que caí de espaldas, desde cuatro metros, y me arrastré hasta esconderme en una especie de pasillo que hay entre el edificio de al lado y la Holey Bakery. Me quedé en una zona de mierda. De casualidad, la policía buscando por dónde entrar me descubrió y me entró por una ventana que estaba cerrada. Luego los terrorista­s entraron por ahí e hirieron a un poli”.

Rossini reconoce que se merece unas vacaciones. “No me arrepiento de haber dejado Cadaqués, pero sí, ahora quiero volver”, confiesa.

Cabe decir que Italia y Japón vuelven a estar de luto en Bangladesh, después de que a dos de sus nacionales los mataran a machetazos el años pasado.

La autoría del asalto terrorista a Gulshan es objeto de disputa. Un portal israelí especializ­ado en rastrear reivindica­ciones yihadistas se apresuró a responsabi­lizar al Estado Islámico. Sin embargo, una supuesta afiliada de Al Qaeda también se ha apuntado al carro. En realidad, para Dacca, ni el Estado Islámico ni Al Qaeda están presentes en Bangladesh, sino que son obra de redes autóctonas.

EL CHEF ARGENTINO “Me dispararon, pero no me dieron, y salté desde el tejado”, explica Diego Rossini

REIVINDICA­CIÓN El EI y Al Qaeda se atribuyen la autoría, pero se cree que fueron redes autóctonas

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AP Una familiar consuela a una mujer que se tapa el rostro después de enterarse de que su hijo es una de las víctimas del ataque al restaurant­e, ayer en la capital de Bangladesh
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STR / AFP Ejército y policía rodearon el establecim­iento atacado

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