Gracias, señor De Alfonso
Nosotros ya lo decíamos. Desde el sector hemos intentado convencer a todo el mundo (políticos, medios de comunicación y otros) que nuestro modelo sanitario, fruto de una tradición propia, del trabajo conjunto y del consenso es una estructura de Estado. En los últimos años, se ha pasado de un presupuesto de 10.000 a uno de 8.500 millones de euros, y, pese a las restricciones, el sector ha logrado mantener la calidad de unos servicios que funcionan razonablemente bien, con 1.120 euros per cápita (la tercera comunidad autónoma por el final).
Este modelo es consecuencia de la tradición de una sociedad civil activa y comprometida con el bien común, con una visión de los servicios públicos que incluye la restitución de cuentas y la evaluación continua y, por tanto, una exigencia de conseguir los mejores resultados de los servicios y de gestión eficiente sin rehuir controles.
Nosotros ya decíamos que las continuadas acusaciones de corrupción eran desproporcionadas y reiterativas. Y, aunque reprobables si son demostradas, no afectan o no son a causa de las características del modelo.
Resulta que quien conspira para mantener la unidad española sí considera el modelo sanitario catalán como una estructura de Estado. “Les hemos destrozado el sistema sanitario”, decía el señor De Alfonso, jefe de la Oficina Antifrau, al ministro del Interior en funciones y cabeza de lista del PP por Barcelona. ¿Pero a quién y cómo han destrozado el sistema sanitario? ¿A los 100.000 trabajadores que, comprometidos con el sistema, han visto disminuir el poder adquisitivo o a los 7,5 millones de ciudadanos que, pacientes, han visto alargarse la lista de espera? Deplorable.
Sin embargo, los conspiradores no han salido adelante aunque el señor De Alfonso ha contado con inestimables apoyos, bien intencionados, o no, confluentes con sus intenciones. ¿Podremos hacer un debate sereno y vacío de demagogia sobre el modelo para mejorarlo? Para que lo sea hará falta más objetivación de resultados y más responsabilidad, en general.
Necesitamos hacer más eficiente y de futuro nuestro modelo sanitario encarando retos como el envejecimiento, las mejoras diagnósticas y terapéuticas, las necesidades derivadas de los efectos del paro y la pobreza... Todo fuera del pim-pam-pum político capaz de destrozar lo que tenemos.