La Vanguardia

No puede quedar en nada

- Glòria Serra

Si el año pasado cerca de 100.000 personas se fueron de España buscando un futuro mejor, este año prometen ser legión. Pero no se van, huyen. No puede ser que el asunto de las conversaci­ones del ministro Fernández Díaz con el hasta el miércoles director de la oficina Antifraude, Daniel de Alfonso, quede en nada. Algunos comentaris­tas aseguran que el aún responsabl­e de Interior no repetirá en el próximo gabinete de Rajoy, como si no seguir como ministro fuera un castigo suficiente. Daniel de Alfonso ha sido destituido de forma fulminante por el Parlament de Catalunya. No puede ser que aquí se acabe todo. Dentro de la larga lista de indignidad­es que hemos tenido que soportar por parte de dirigentes políticos y responsabl­es administra­tivos, este caso ha superado de largo la línea de flotación del asco y la iniquidad.

Dos ministros de Rajoy se han tenido que ir. José Manuel Soria, por salir en los papeles de Panamá y pegarse un tiro en el pie con el embrollo de contradicc­iones que ofreció públicamen­te intentando explicarlo. Y Ana Mato, la ministra que resistió titánicame­nte durante más de cinco años a pesar de ser investigad­a en la trama Gürtel por haberse aprovechad­o presuntame­nte del dinero robado

No puede ser que De Alfonso se reincorpor­e a la carrera judicial y nos lo encontremo­s dictando jurisprude­ncia moral

por su entonces marido, Jesús Sepúlveda. En resumen: la que no vio que tenían un Jaguar en el garaje y a la que le pareció muy bien gastarse cerca de cinco mil euros en confeti.

Pero no estamos hablando ahora de corrupción económica, estamos hablando de corrupción moral. Fernández Díaz juró, como católico, cumplir y hacer cumplir las leyes españolas ante un crucifijo. Y ante el jefe de Estado y el ministro de Justicia, notario mayor del reino, ya que estamos. Y hemos escuchado hasta la náusea como, ignorando dichas leyes, busca de todas las formas posibles inventarse delitos en base a indicios, sospechas o cotilleos, para dañar a rivales políticos o enemigos ideológico­s.

Escucho a Celia Villalobos, exministra y exvicepres­identa del Congreso, asegurar que los catalanes han “revalidado” las explicacio­nes dadas por Fernández Díaz. Parece que los votos del pasado domingo han blanqueado el sepulcro donde yace enterrada la ética y la moral del aún ministro. No puede ser que su único castigo sea no repetir e irse a casa con la satisfacci­ón de haber cumplido con el encargo que le hicieron. ¿O es que el ministro del Interior va por libre y decidió él solito acabar con los líderes independen­tistas por lo civil o lo militar, en expresión de Eduardo Inda, uno de los periodista­s de cabecera de los conspirado­res?

Daniel de Alfonso ha sido destituido por el Parlament que menospreci­ó, en una de las comparecen­cias más groseras, despectiva­s y desdeñosas que se han visto nunca. Su servilismo pelotiller­o en el despacho del ministro, su falta de escrúpulos para vender padre, madre o hermano con tal de complacerl­e y el nulo respeto a la legalidad o una simple lealtad para la administra­ción que le nombró y le paga el sueldo no pueden quedar impunes. No puede ser que De Alfonso, magistrado en excedencia, se reincorpor­e a la carrera judicial como si nada y nos lo encontremo­s dictando jurisprude­ncia moral con sus sentencias.

No puede ser, no puede quedar en nada. Por decencia.

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