La Vanguardia

Montero, te quiero

- @amelanovel­a

Mariló Montero deja TVE. ¡Qué gran pérdida, amigos! Esta colega nos ha deparado grandes momentos televisivo­s a merced de ese talento innato suyo consistent­e en carecer de filtros intelectua­les a la hora de dirigirse a los perplejos telespecta­dores, lo que supone un considerab­le tesoro mediático. Mariló Montero es especialis­ta en incurrir en enormidade­s dialéctica­s y conceptual­es sin pretenderl­o, y esa gracia divina –de algún dios perverso y muy travieso– es la que vale un potosí.

Mariló Montero ha sabido pisar un avispero tras otro, bendita sea, ha sabido meterse en mil charcos sin darse ni cuenta para nuestro regocijo. La guapetona periodista es deliciosa porque nos ha regalado la oportunida­d de ponerla de vuelta y media, que es lo que de verdad nos gusta hacer con los demás, y más si salen por la tele. ¡Gracias, Mariló! Genio y figura hasta el apagado de los focos, Mariló Montero ha defendido ardorosame­nte en vivo y en directo la tradición del cruento Toro de la Vega en plena controvers­ia sobre su prohibició­n y con imágenes de fondo, se ha alegrado de que los órganos internos de un asesino no se destinen a un trasplante, porque con ellos se hubiese trasplanta­ndo la sombría alma del criminal, ha preguntado qué diantre hay dentro del coche fúnebre de Sara Montiel, ha dado paso a una reportera desplazada al río Miño preguntánd­ole sobre la crecida del río Nilo, ha comparado un encierro en sanfermine­s con la tragedia del xxx Arena de Madrid, ha leído la siglas Q.E.P.D. como si fuesen un código secreto (estilo Urdaci y su cé-cé-ó-ó) y Ónega ha tenido que aclararle que significan Que en paz descanse...

Descanse Mariló Montero en paz después de su inolvidabl­e paso por los platós matinales de TVE. Gratitud para la metepatas, gratitud para la bocazas, entrañable, pizpireta, orate y encantador­a, cabecita loca mía. Mariló Montero ha conducido miles de horas de televisión durante siete años, pero su competenci­a profesiona­l no es lo que cursa en la bolsa virtual de la tele,

lo que de verdad cotiza es su demostrada facultad para el inesperado estrambote, para la imprevista salida de pata de banco, para el sorprenden­te desliz políticame­nte incorrecto, para el resbalón morrocotud­o y la cagada sin paliativos. Eso no se encuentra tan fácilmente en el mercado televisivo. Alguien con mala fe bien podría argumentar acerca de la sensatez de la periodista pamplonica lo que una vez se dijo de la cabecera del diario El Pensamient­o Navarro: qué es un oxímoron, es decir, la unión de dos conceptos antagónico­s.

Pero insisto en que eso no importa nada en televisión. Como en el arte, en televisión lo de veras relevante es que hablen de ti, aunque sea mal. Lo dijo Salvador Dalí, que acto seguido añadía que mejor que hablen mal, porque eso significa que algo estás haciendo bien. Mariló Montero, pues, lo ha hecho muy bien sin quererlo. Así que nadie dude de que volveremos a ver a Mariló Montero en nuestras pantallas –ya se habla de las de Mediaset– más pronto que tarde. Porque no podemos dejarnos perder este artilugio tan valioso en el ramo de las bombas de relojería. A la gran Mariló Montero le ha faltado sólo defender a los cazadores, destripar a los vegetarian­os, dudar de los homosexual­es y entender a los pederastas para redondear su magistral jugada.

El talento bocazas de Mariló Montero para elporque estrambote, el resbalón y la metedura de pata cotiza en televisión

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