La Vanguardia

Cuando somos nosotras las que hablamos de sexo

Las mujeres aún topan con tabúes en el cine o la literatura cuando abordan lo sexual

- PEDRO VALLÍN Madrid

La directora francesa Catherine Corsini (Dreux, 1956) estrena este fin de semana en España Un amor de verano (La belle saison) –gran premio Variety Piazza en el festival de Locarno–, historia de amor lésbico entre una campesina y una joven burguesa, ambas, activistas por los derechos de la mujer en la Francia de los años setenta, y consigue con ello no sólo aportar la singularid­ad de una mirada femenina a un asunto cuya cumbre, en términos de cine europeo, había sido la premiada La vida de Adèle (2013), del cineasta Abdellatif Kechiche, sino inscribirl­o en un marco de debate político. “La intimidad es pura política”, recuerda Catherine Corsini que proclamaba­n las consignas revolucion­arias de los años sesenta. En términos políticos, el filme narra las dificultad­es de las feministas de hace 40 años para estructura­r un discurso político de la feminidad, toda vez muchas de ellas eran víctimas de una educación refractari­a a la emancipaci­ón. De algún modo, reivindica­r derechos políticos, salarios y un papel en la vida pública de un país parecía más fácil que arbitrar una revolución en la vida privada. Y esa revolución atañía también a la práctica de la sexualidad. Por eso uno de los desafíos de Un amor de verano (La belle saison), explica su directora, era proveer una mirada de la sexualidad lésbica diferente a lo visto hasta ahora. “La primera vez que vi La vida de Adèle me fascinaron sus escenas de sexo, pero cuando la vi una segunda vez me pareció todo demasiado gimnástico, y creo que algo tiene que ver que la dirección de la película fuera de un hombre”. En su filme, en el que hay más desnudos que sexo explícito, “quise representa­r el cuerpo en su integridad, como una pintura, un cuadro. Quería ver el cuerpo en toda su sensualida­d, en toda su voluptuosi­dad, porque cuando solo enseñas trozos, invitas al espectador a imaginar, estás buscando una mirada impura, y yo no deseaba eso. Para mí, un montaje de ese tipo es un poco impuro porque juega con las fantasías del espectador. Por eso no quería que hubiera nada fuera del plano”. El amor lésbico es casi un fetiche erótico masculino, de ahí que cuando se trata de un cineasta varón “haya una voluntad de embellecer, de estetizar la relación sexual. A menudo, en el sexo entre dos mujeres, los realizador­es tratan de hacer algo demasiado estético. En ese sentido, nosotras buscábamos algo un poco bruto y natural para nuestra película”.

En la narrativa escrita, el erotismo siempre ha formado parte del patrimonio de la literatura femenina (escrita por mujeres y dirigida a mujeres). Ana Liarás, editora responsabl­e de traer a España Cincuenta sombras de Grey ,de E.L. James (Grijalbo), explica que, antes de ese fenómeno “estábamos acostumbra­dos, por una parte, a las novelas románticas –a veces más rosas, otras más explícitas–, de mejor recepción en países anglosajon­es que en los latinos, y por otra, a un sector más de nicho que era la literatura erótica. Con Cincuenta sombras de Grey se unieron los dos géneros, e incluso llegó a un público masivo, que no era habitual de ninguno de los dos, gracias a unos códigos bastantes románticos” y alejados de la ambición más literaria de la novela erótica pura. No fue el sexo, pues, sostiene Liarás, la nove- dad para las lectoras que conocían el género romántico, “sino la introducci­ón de la humillació­n, la sumisión, el masoquismo” como un elemento hasta entonces por completo ajeno al erotismo, a veces muy explícito, de las novelas románticas de corte clásico. Es un suflé que hoy, explica la editora, está perdiendo fuelle, quizá “porque tras el fenómeno, todo el mundo se puso a publicar novelas de ese tipo”. El caso de L.S. Hilton, y su best seller Maestra (Roca Editorial) es un poco distinto. Ana Liarás subraya que, en este caso, “hablamos de un thriller con elementos eróticos, pero cuya sustancia principal es el thriller”. Maestra es una intriga sobre una joven que ingresa en el competitiv­o mundo del arte y que se convierte en una manipulado­ra como único mecanismo para prosperar en la clasista Inglaterra posterior al thatcheris­mo y en el exclusivo mercado artístico. “El personaje es bastante cínico y ambicioso, usa el sexo como herramient­a”, señala, “y supongo que todo esto y el hecho de que tantas protagonis­tas literarias

CATHERINE CORSINI “Hay algo impuro en los planos cortos de sexo: invocan las fantasías del espectador”

ANA LIARÁS “La novedad de E.L. James no fue el sexo en un relato romántico, sino el sexo sumiso”

L.S. HILTON “En la novela clásica, la mujer transgreso­ra paga; por eso yo creé una cínica triunfador­a”

sean mujeres o chicas jóvenes hoy tiene que ver con la paulatina absorción del feminismo. Es natural que las lectoras y escritoras elijan heroínas que reflejan sus propias percepcion­es, aunque sea de forma imperfecta”. ¿Asistimos a la impugnació­n de Emma Bovary?. “Claro, porque en la literatura clásica, las mujeres que transgrede­n la norma, acababan pagando por ello, de Anna Karénina a Emma Bovary. Por eso me interesaba una mujer transgreso­ra, una mujer ambiciosa y manipulado­ra, que sale victoriosa”.

La editora Ana Liarás subraya que las lectoras habitualme­nte toleran un tipo de sexualidad un tanto velada y muy romántica. Quizá eso explique que el debut de la francesa Virginie Despentes (Nancy, 1969), Fóllame (Mondadori), con una explicitud sexual poco habitual en escritoras, supusiera una conmoción en el paisaje literario francés. Despentes –que acaba de lanzar Vernon Subutex (Vol. 1), (Random House), inicio de una trilogía sobre un vendedor de discos condenado por la desaparici­ón de una deca- dente estrella del rock– asegura que el sexo, al menos en Francia, continúa siendo un tabú: “En

Vernon Subutex no hay casi nada de sexo. Supongo que he entendido que una mujer que habla de sexo recibe un fuerte castigo. En realidad, esta sanción no afecta sólo a las escritoras: Si te fijas en Michel Houllebecq, cuanto menos sexo incluye en sus novelas, mejor le va con la crítica. El sexo sigue siendo un fuego. Es una materia muy interesant­e, pero te quema en las manos. Estoy segura de que volveré a escribir sobre sexo de forma explícita, porque me interesa mucho como material literario, pero, de vez en cuando –confiesa en su perfecto castellano–, tomarse un descanso es guay”.

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EMILIA GUTIÉRREZ Virginie Despentes, en la sede madrileña de Random House
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EMILIA GUTIÉRREZ L.S. Hilton, fotografia­da en Madrid
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ARCHIVO Cuerpos. Un amor de verano, protagoniz­ada por Cécile de France (en la imagen) e Izïa Higelin no sólo explora la política de la sexualidad, sino también la relación dialéctica entre las esferas morales del campo y la ciudad

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