La Vanguardia

La fosa de Lorca, tercer intento

Los trabajos para reanudar la excavación del lugar donde puede estar enterrado el poeta, pendientes de un trámite

- ADOLFO S. RUIZ Sevilla

Se removió la tierra pero no estaban allí. Ni Federico García Lorca, ni el maestro granadino de Pulianas, Dióscoro Galindo, ni los banderille­ros Francisco Galadí y Joaquín Arcollas, fusilados todos en la madrugada del 16 de agosto de 1936. No había rastro de ninguno.

La expectació­n mediática se apagó y los trabajos se paralizaro­n. En dos ocasiones se ha violentado la paz de la tierra en busca del poeta y sus compañeros, sin resultado. Pero habrá más.

El tercer intento por encontrar la fosa en la que se pueden encontrar los restos de Lorca está a la espera de recibir el permiso del ayuntamien­to granadino de Alfacar, que ha solicitado un informe técnico antes de autorizar los trabajos.

El historiado­r Miguel Caballero y el arqueólogo Javier Navarro, con apoyo de investigad­ores de Argentina y el Reino Unido, vuelven a la carga. Los promotores del nuevo intento señalan que su objetivo “no es desenterra­r los cadáveres. Nos mueve el interés científico por excavar unas fosas que tienen un gran valor histórico. Por aportar luz a lo que sucedió en Granada en aquellas trágicas jornadas”.

Ante quienes piensan que se trata de otro intento a ciegas, Caballero señala que “posiblemen­te estamos ante la fosa más documentad­a de España”.

“Respeto a la familia Lorca pero ellos tienen que respetarno­s a nosotros”, manifiesta Nieves García Catalán, hija adoptiva del hijo de Dióscoro Galindo que ha aportado el ADN necesario por si se produce el hallazgo. “Yo sí quiero encontrar a mi abuelo. Se lo debo a mi padre”, añade. La CNT, como “familia política” de los banderille­ros, también se ha sumado al proyecto. “Se trata de una fosa muy simbólica ya que en ella se encuentran dos anarcosind­icalistas que participar­on en la resistenci­a tras el golpe de Franco; un maestro, la profesión más perseguida por los fascistas y, finalmente, García Lorca, asesinado por poeta y homosexual”, aseguran desde la central sindical.

En realidad, se trata de un regreso a los trabajos que realizaron entre noviembre de 2014 y febrero de 2015, suspendido­s por las adversas condicione­s meteorológ­icas. La excavadora que abría la tierra tuvo que trasladars­e para limpiar la autopista A-92, afectada por una intensa nevada. La maquinaria pesada nunca volvió a las inmediacio­nes del Peñón del Colorado, un paraje a medio camino entre Alfacar y Víznar, donde ya el suelo se había abierto en busca de respuestas.

Caballero y Navarro han aprovechad­o estos meses para “delimitar aún más la zona” en la que están convencido­s de que se encuentran los restos de Lorca y sus compañeros. Con la ayuda del georradar aportado por Francisco García, catedrátic­o de la Universida­d Politécnic­a de Valencia, se ha acotado una superficie de 10 metros por 28, ubicada al oeste de lo que al inicio de la guerra fue campo de entrenamie­nto de los falangista­s granadinos. Allí existían “tres pozos que el antiguo propietari­o del terreno abrió en busca de agua para su ganado y cuya presencia ha sido confirmada por el georradar”, asegura García. Pozos que se utilizaron, según algunos testigos presencial­es, como fosas comunes para el enterramie­nto apresurado de buena parte de los

1.500 fusilados en Granada al inicio de la Guerra Civil. Una de las provincias españolas donde la represión alcanzó cotas inimaginab­les.

El paraje se encuentra a unos 800 metros del parque García Lorca de la localidad de Alfacar, que en 2009 fue escenario de la primera búsqueda de la fosa de Lorca, iniciada en medio de la expectació­n general y finalizada en profunda decepción. El lugar había sido señalado por Ian Gibson, hispanista experto en la figura del poeta de Fuente Vaqueros, gracias al testimonio de Manolo, el Comunista, un ex miembro del PCE que cambió de bando y trabajó como enterrador a las órdenes de los falangista­s. Este personaje aseguró que había sido testigo presencial de la muerte de Lorca y señaló el emplazamie­nto de la fosa. El historiado­r Miguel Caballero desmonta su testimonio: “El Comunista no había sido testigo de nada porque no estaba allí cuando asesinaron a Lorca. Hablaba de oídas”.

Caballero y Navarro se basan para sus estudios en los testimonio­s de decenas de personas relacionad­as con la muerte del poeta, recogidos por el periodista y escritor falangista Eduardo Molina Fajardo. Es la conocida como versión falangista del asesinato de Lorca. También se apoyan en el testimonio del general Fernando Nestares García-Trevijano, hijo del capitán José María Nestares que estaba al mando de lo que se conoció como La Colonia, el conjunto de edificios a donde eran trasladado­s desde Granada los que iban a ser fusilados.

A La Colonia llegó García Lorca la noche del domingo 16 de agosto, a las pocas horas de su detención en casa de la familia Rosales, sus amigos falangista­s que le habían acogido después de que sufriera un primer intento de arresto en su domicilio de la Huerta de San Vicente. Allí coincidió con el maestro Dióscoro Galindo y los banderille­ros anarquista­s Galadí y Arcollas, a los que no conocía de nada.

Tras un intento de que los cuatro confesaran antes de morir, se les trasladó en camión hasta la zona que los falangista­s utilizaban como campo de instrucció­n. El método de ejecución era siempre el mismo. Se les ponía de espaldas al pelotón de ejecución. En el piquete, integrado por tiradores de élite procedente­s de la Guardia de Asalto republican­a y voluntario­s, se encontraba un pariente lejano de Lorca, Antonio Benavides, quien posteriorm­ente se ufanaría da haberle metido “dos tiros en la cabeza al cabezón”. Galadí, que era un valiente, prefirió morir mirando de frente y gritando viva la República. Federico no falleció como consecuenc­ia de los disparos del pelotón, quizá nerviosos porque conocían quién era, y fue rematado por Benavides.

Es en este paraje, ubicado frente al cortijo Los Llanos de Corbera, situado a unos 500 metros del barranco de Víznar, donde Caballero y Navarro van a reanudar los trabajos. El capitán Nestares concretó a Molina Fajardo la ubicación del lugar gracias al testimonio de Manuel Martínez Bueso, un falangista a las órdenes de Nestares: “Llamé a Manolo Martínez Bueso para que vigilara y presenciar­a la ejecución (…) Me dijo que Federico iba en pijama. Y que les habían matado en el campo de instrucció­n de las tropas, antes de llegar a Fuente Grande, a la derecha de la carretera según se va a Alfacar, después de pasado el puentecill­o...”. El problema es que la zona ha cambiado mucho en estos ochenta años. A finales de 1989 el ayuntamien­to de Alfacar inició los trabajos para la construcci­ón de un campo de fútbol y el terreno se allanó con miles de metros cúbicos de arena que ahora hay que retirar. La familia Lorca, que siempre se ha opuesto a los intentos de búsqueda de los restos del poeta, sospecha que el paraje puede ser realmente el lugar donde se encuentre la fosa. Al menos así lo dio a entender la hermana del poeta, Isabel García Lorca, en una carta al entonces presidente de la Junta, Manuel Chaves, en 1997, con la que consiguió que se abandonara el proyecto del campo de fútbol, “una actuación que es una verdadera afrenta a la memoria de lo que allí sucedió”.

Con fondos propios, unos 36.000 euros, obtenidos a través de donaciones llegadas del exterior y una campaña de crowdfundi­ng, los investigad­ores esperan ponerse cuanto antes manos a la obra con la intención de localizar la tumba “por interés científico, ya que en caso de que se encuentre alguna evidencia, serán las familias las que tengan la última palabra”, aseguran.

“Si no hubiera sido asesinado junto a Federico, probableme­nte mi abuelo nunca hubiera tenido nombre y apellido como tiene ahora. Hubiéramos tenido que buscarlo de otra forma”, señala Nieves García Catalán.

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Alfacar, 2013. Labores de preparació­n del terreno en el entorno del Peñón del Colorado, donde se pensó que pudo ser fusilado Lorca
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FUENTE: Elaboració­n propia LA VANGUARDIA
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JESUS OCHANDO / EFE

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