La Vanguardia

50 años contra el dopaje

El Tour de 1966 vivió la primera huelga de ciclistas. Sólo fueron tres minutos de paro. La noche antes se había producido el primer control antidopaje

- XAVIER G. LUQUE Carentan. Enviado especial

Burdeos, miércoles 29 de junio de 1966. Los ciclistas del Tour de Francia están enfadados y detienen la carrera. Una huelga breve, de unos tres minutos, que la dirección de la carrera reconduce con cierta facilidad. La víspera se ha producido el primer control antidopaje de la historia de la carrera.

“No estamos en contra de los controles, sobre todo a los jóvenes, pero tanta publicidad alrededor proyecta un descrédito sobre nuestra profesión”, dijo Jacques Anquetil, entonces uno de los hombres fuertes del pelotón. Y añadía: “¿Qué pensarían los estudiante­s o los obreros si bruscament­e alguien irrumpiera en las aulas o las fábricas para someterlos a análisis, y que toda Francia se enterara?”

Cincuenta años de lucha contra el dopaje han cambiado mucho las mentalidad­es. De los ciclistas, de los aficionado­s, de los organizado­res, de los periodista­s... Pero aquel Tour de ahora hace 50 años ha quedado marcado.

¿“Que si recuerdo el Tour del 66? Y tanto!, me harté de trabajar para Aimar”. Julio Jiménez era uno de los mejores ciclistas españoles. Un escalador de raza. Había abandonado el Kas, la dirección de Dalmacio Langarica, para fichar por el Ford France. Un equipazo. Ahora tiene 81 años, pero lo recuerda bien. “Nuestro líder era Anquetil, pero qué gregarios tenía, unos fenómenos,” explica. “Yo debuté muy tarde en el Tour, en 1964. Ya tenía 29 años, pero gané aquella famosa etapa del Puy de Dôme, con Poulidor y Anquetil hombro con hombro. Y al año siguiente, la montaña. Pero aun así me pagaban sólo seis mil pesetas de sueldo”. Los ciclistas cobraban sólo diez meses, los que competían. Y Jiménez, el relojero de Ávila, fue tanteado por Ford France. “En un critérium post Tour me propusiero­n irme con ellos. ¡Imagina, pasé a cobrar entre 30.000 y 40.000 pesetas al mes!”

Anquetil no pudo acabar el Tour y Lucien Aimar, uno de aquellos gregarios fabulosos, fue el vencedor. Con la colaboraci­ón de Jiménez. “¡A empujones lo subía yo en la montaña! Entonces los árbitros no decían nada”, explica. Poulidor, una vez más, tuvo que darse por satisfecho con el podio. “Aimar era un buen ciclista, sí, pero en ningún caso un escalador. Se puso líder en una etapa que acababa en Italia, hizo un descenso sensaciona­l y cogió tiempo a los dos rivales más duros, Poulidor y Janssens”. El holandés acabó segundo de aquel Tour.

El Tour de 1966 es el último jamás disputado sin ningún final en alto. Salieron 130 corredores de Nancy y sólo lo acabaron 82. Había 22 etapas, tres dobles, o sea 25 en total. Los tres mejores en la montaña fueron españoles y la etapa reina enlazó Bourg d’Oisans con Briançon, pasando por La Croix de Fer, el Télégraphe y el Galibier. Julio Jiménez la ganó y envió a 28 corredores a casa: todos fuera de control. Pocos días después un Anquetil enfermo con bronquitis pone pie en el suelo y deja paso libre a Aimar. Pero el normando, que ya había ganado 5 Tours, tiene 32 años y no volverá al Tour, se lo monta bien: avisa a los fotógrafos, saca un peine del bolsillo, se alisa el pelo y se despide.

Pero aquel Tour se recuerda más por el debut de los controles. El día antes del breve paro se hicieron doce análisis de orina. La operación se repitió unos días más tarde y apareciero­n seis positivos, por anfetamina­s. Sin ningún resultado sancionado­r, porque la ley francesa, del 1 de junio de 1965, exigía que se demostrara que el producto se había tomado “consciente­mente”. Así era imposible ningún tipo de sanción.

“En aquellos tiempos los jefes del Tour eran Jacques Goddet y Félix Lévitan”, recuerda Julio Jiménez. “A Goddet le llamábamos el explorador, por cómo vestía. Pero el duro era Lévitan. No hablaban mucho, ejercían su poder y basta”. Intentaron sancionar a los ciclistas por la huelga, aunque de hecho lo que realmente hicieron los corredores fue bajar de la bicicleta y avanzar unos metros a pie. Pero no pasó nada. “Recuerdo que otra vez, no sé si aquel año o al siguiente, nos lo cogieron todo. Las vitaminas, todo. Decidimos que al día siguiente no salíamos. Pero nada”, dice Jiménez.

El año 66 Rik van Looy, uno de los ilustres del gran grupo, se sublevó: “A mí que no me busquen, no pienso pasar ningún control”. Poulidor en cambio se lo tomó mejor: “Han entrado unos hombres en la habitación y no había nada que discutir: es la ley”. Una de las muestras de orina quedó sellada en la comisaría de policía más próxima. La otra se envió a los laboratori­os de París. Los controles fueron el tema de moda. Incluso el general De Gaulle metió baza, hablando de Anquetil: ¿“Dopaje? ¿Qué dopaje? ¿Ha hecho o no que tocaran La Marsellesa en el extranjero?”

El Tour acabó en el Parque de los Príncipes el 14 de julio, con una contrarrel­oj de 51 kilómetros que ganó el recienteme­nte desapareci­do Rudi Altig. Aquel 1966 nació, con obstáculos, la lucha contra el dopaje. Sólo un año más tarde una venda caía de muchos ojos incrédulos: en el Tour de 1967 moría el inglés Tom Simpson, en la subida al Mont Ventoux. Iba cargado de anfetamina­s y alcohol.

“No estamos en contra de los controles, sobre todo a los jóvenes, pero tanta publicidad nos desacredit­a”

“Ayudé a Lucien Aimar a ganar aquel Tour. ¡A empujones lo tenía que subir en la montaña!”

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AFP / ARCHIVO Jacques Anquetil habla con un periodista mientras los corredores del Tour boicotean la etapa
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AIM DARTUS / AFP / ARXIU Rudi Altig y Julio Jiménez, montados en unos asnos antes de una etapa

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