El valor de la información
Antes del crítico 23 de junio, la comunidad inversora global había llegado a la conclusión de que el Brexit no era posible. Tal vez llevaba mucho tiempo acostumbrada a que la política acababa siempre ofreciendo un resultado favorable a las pretensiones y opiniones que dominan en los mercados. El Brexit fracasaría, fue el dictamen de las encuestas de opinión encargadas por bancos de inversión y hedge funds; también el de las casas de apuestas. Pero los tiempos han cambiado y la política es una variable con una dinámica independiente de la ortodoxia económica, cuando no contradictoria con los cálculos de quienes operan en los mercados.
La teoría prescribe que los mercados son mecanismos que operan con información de máxima calidad. Pero los errores sobre el Brexit y, en parte como derivada de ello en un porcentaje no esclarecido todavía, sobre las elecciones españolas del 26-J, obligan a cuestionar ese punto de vista.
Los instrumentos que los inversores mundiales han utilizado hasta ahora para auscultar la realidad sociológica están cuestionados. El Financial Times, el rotativo de referencia de la desde hace una semana anonadada City de Londres, andaba estos días buscando explicaciones a este resultado imprevisto y recordaba una reciente intervención de Gordon Brown, el exprimer ministro laborista, ante los directivos de Pimco, la sociedad de inversión en renta fija más grande del mundo, en la que alertaba sobre “la reacción contra la globalización”.
El tardío descubrimiento de esa corriente de opinión es en parte un desmentido de la emergente idea de que el big data, los clics, o el ruido en las redes sociales bastan para deducir cuál será el comportamiento social. Las sociedades han fragmentado sus tradicionales comunidades de debate y no han construido aún las nuevas. La información fiable y la interpretación ajustada de la realidad social es un producto laborioso, que requiere un seguimiento constante y regular y, como consecuencia, tiene alto valor. En términos de mercado, es cara. En ocasiones el mundo económico cree poder construir muros para contener la realidad. Gusta de ver sólo lo que concuerda con sus propias expectativas. Es información de baja calidad, engañosa. Pero no sustituye a la realidad, aunque durante un tiempo la oculta.
La siguiente gran prueba para los implicados en la praxis de conocer las opiniones del vecindario será la próxima elección presidencial en Estados Unidos, en el mes de noviembre. Una batalla entre la candidata favorita en las encuestas y los círculos más influyentes de su país, y en el resto del mundo, Hillary Clinton, y el magnate populista Donald Trump, preferido por amplias capas de lo que antes fueron votantes tradicionales de los demócratas, los que auparon al marido de su ahora rival.
El escenario de partida es similar al del Brexit. Para los amos del universo financiero es inimaginable que Trump y sus impresentables ideas aislacionistas puedan ganar unas elecciones, como lo era que los británicos apoyaran la salida de la UE. Pero la reacción contra los efectos de la globalización en el mundo desarrollado, pauperización de las clases medias y precarización de la vida por la desindustrialización, alimenta toda clase de respuestas políticas, excita el populismo reaccionario, reverdece laureles en la izquierda y lanza jaques a la unidad territorial de los estados.
Obtener información política de calidad será una preocupación creciente para los inversores. Cuando aún crepitan las brasas del Brexit, Austria se ve abocada a unas nuevas elecciones presidenciales en las que el populismo reaccionario de Norbert Hofer intentará dar el salto definitivo a un cargo de poco poder efectivo pero de alta carga simbólica. Otro expediente delicado que se acumula para el cargado otoño europeo.
El mapa de riesgo de contagio político del Brexit que acompaña esta información, elaborado por Eurasia Group, una firma de análisis estratégico, coloca precisamente a Austria, y a Holanda, como países que podrían encarar un referéndum para salir de la UE.
En el siguiente escalón, el de los países que discuten la consulta aunque parece improbable, Francia, donde la líder del FN, Marine Le Pen la abandera y hasta el ex presidente Nicolas Sarkozy, y de nuevo líder conservador, coquetea con la idea. También Italia. En este caso la consulta, probablemente para octubre, ha sido anunciada por el primer ministro Matteo Renzi, para aprobar su reforma política. Pero el movimiento 5 Stelle de Beppe Grillo reclama a su vez otro para votar la salida del euro. Finalmente, las más modestas Dinamarca, que ya votó en una ocasión contra el tratado de Maastrich, y la República Checa.
El asalmonado rotativo británico antes mencionado incluía una reflexión sobre el Brexit de un directivo de Pimco, Joachim Fels, que destacaba que “los mercados habían descartado la posibilidad de que la salida de la UE ganaría el referéndum porque los inversores forman parte de una élite que habla entre sí misma más que con los votantes o con otros sectores de la población”. Esperemos que a partir de ahora dediquen parte de su dinero a informarse mejor sobre lo que opinan sus vecinos.
Los mercados descartaron el ‘Brexit’ porque una parte de la élite habla consigo misma, no con los votantes