La protesta francesa aspira a reforzarse cara a la cita electoral
Hollande está determinado a aprobar la reforma laboral, aunque sea por decreto
Todo indica que la protesta francesa “contra la reforma laboral y su mundo” no sólo sobrevivirá a la Eurocopa sino también a la pausa estival, que un 47% de los franceses declaran no poder convertir en viaje vacacional este verano por falta de fondos.
El documental social Merci patron, visualizado por más de medio millón de franceses y que en febrero lanzó el inicio del movimiento de las plazas Nuit Debout en alianza con la protesta sindical, recorrerá este verano las playas francesas, los campings y los centros vacacionales en una caravana itinerante. Los sindicatos quieren llevar el debate sobre la reforma laboral a los festivales de verano que pululan por todo el país, e incluso a las ciudades etapas del Tour de France.
Más de 700.000 franceses han firmado la votación ciudadana contra la reforma laboral animada por la CGT. Sin ser un movimiento verdaderamente masivo, la protesta laboral francesa actúa sobre un amplio consenso social superior al 60%, pese a la hostilidad de los medios de comunicación y a las insólitas prohibiciones de manifestarse en París que se dictaron en junio para ser luego reconducidas a un marco de fuertes controles policiales con trayectos vergonzantes. Después de todo eso, aún hay un 70% de franceses que desearía que la reforma laboral se sometiera a referéndum. El reto es convertir ese asentimiento pasivo en algo activo y con consecuencias electorales. De momento la idea es mantener las brasas hasta otoño ya con las elecciones de abril-mayo del 2017 mucho más cerca.
Philippe Martínez, el secretario general del sindicato CGT, anuncia que pase lo que pase, “en otoño tendremos ocasión de nuevo para mostrar que no estamos de acuerdo con esta ley”.
Para entonces el Gobierno deberá desalojar a los ocupantes de Notre-Dame-des-Landes que impiden desde hace años la construcción del nuevo aeropuerto de Nantes, el pulso medioambiental más antiguo y polémico de Francia. En su última entrevista, el presidente François Hollande ha confirmado que la reforma laboral será aprobada, aunque sea por decreto, y que los ocupantes de Nantes serán desalojados. Con un posible regreso de la protesta contra “la reforma laboral y su mundo” y la ofensa a los ecologistas, ya basta y sobra para un otoño caliente.
Antes, esta semana habrá que ver si se llega a una nueva moción de censura en la Asamblea Nacional y si la izquierda alcanza los 58 votos necesarios para plantearla (la última vez se quedó a dos votos de ello).
Con un regreso de la protesta laboral y la ofensa a los ecologistas, alcanza para un otoño caliente
Como en otros países de Europa, la situación en Francia es ambigua. Desde hace cuatro meses el terrorismo y el islam han dejado de ser los temas principales del debate francés y se ha acabado con el monopolio a la contestación ejercido por la ultraderecha del Frente Nacional. Ahora se habla más de temas sociales y de los defectos de la Unión Europea (el Brexit, como ejercicio de soberanía, inspira a Francia), pero está por ver si todo eso tendrá consecuencias electorales. De momento el panorama que se vislumbra es muy español: una autopista para la derecha pese a la ruptura del bipartidismo.
La apostilla que la protesta francesa coloca sobre la reforma laboral (ese “y su mundo”), invita a un cuestionamiento general. El “mundo” de la reforma laboral es la destrucción de lo que queda de sindicalismo, el robo de soberanía nacional que suponen los dictados de Bruselas/Berlín, la utilización del decreto –vía el artículo 49/3 de la Constitución– para imponerse, y el encogimiento policial de los derechos de manifestación. Esa apostilla canaliza todo un hartazgo que va mucho más allá de lo sindical, pero de momento es un hartazgo pasivo.
El apoyo social a la protesta sigue siendo amplio, por encima del 60%, pero no es activo