Del partido de Pujol al partido de Mas
Convergència ha muerto. Viva Convergència. Podría ser el broche que cerrara el congreso de esa formación. El festejo empieza este viernes, con el bautizo. Un nuevo nombre para el partido que fundará Mas sobre las cenizas de la herencia que recibió de Jordi Pujol.
Ha llegado el momento de matar políticamente al padre. Y, sin embargo, el pasado es pegajoso, se resiste a desprenderse. La nueva Convergència nace con muchos rasgos de la vieja. Desde que hace un año Mas empezara a coquetear con la idea de enterrar las siglas ajadas por el desgaste de gobernar y los jirones de la familia Pujol, el deseo de romper con lo anterior se ha ido matizando. Soltar amarras en tiempos embravecidos es temeridad, por usar una metáfora marinera al gusto del expresident. Así que él mismo ha considerado oportuno seguir al frente de la nave después de un periodo de reflexión que ha tensado los nervios en el partido. Para que su continuidad no desluzca el efecto sorpresa, es preciso rodear al veterano líder de caras nuevas. Y ahí es donde empiezan los problemas.
No es Convergència un partido de cuadros envejecidos. La mayoría de sus dirigentes se sitúa en los cuarenta. Pero es cierto que llevan bastantes años en la brega política. Desde que Oriol Pujol tuvo que apartarse de la línea sucesoria por el caso de las ITV, la batalla interna por el poder no ha cesado. Las pequeñas familias dentro del partido son innumerables, cada una con afanes y objetivos diferentes: partidarios de Josep Rull (considerados socialdemócratas) que buscan un lugar en la nueva ejecutiva, aliados de Francesc Homs (conservadores) bien colocados en el Govern y que desean seguir manejando los hilos, afines a Germà Gordó, el que más se ha postulado públicamente, supuestos candidatos del oficialismo como Jordi Turull (inicialmente candidato indiscutido y que va algo rezagado) y Neus Munté (a quien Mas ya ofreció sucederle y ella declinó, cosa que podría volver a hacer ahora para mantenerse en el Ejecutivo), alcaldes próximos al president Puigdemont que le reclaman una mayor implicación en el partido, treintañeros que piden paso como la portavoz Marta Pascal y que ya han hecho llegar a Mas que sus aspiraciones no son menores por ser más jóvenes... Todos ellos a la espera de que el líder diga la última palabra. Si Mas elige a un número dos claro, enviará una señal en clave sucesoria. Si opta por una dirección colegiada, seguirán los codazos.
Si la CDC de Pujol era el paradigma de la ambigüedad ideológica, a la que el patriarca extraía todo el jugo electoral, la nueva obra de Mas abraza la estela lampedusiana, ya que también pretende abarcar desde la socialdemocracia hasta el liberalismo sin olvidar a los socialcristianos. La principal novedad es una asunción ferviente del independentismo, si bien sobre el papel podría quedarse en soberanismo, es decir, en la defensa del referéndum.
Resulta muy difícil afrontar una verdadera refundación desde el poder. Los procesos de catarsis profunda de los partidos suelen producirse a su paso por la oposición, puesto que el ejercicio del gobierno obliga a equilibrios y matices, mientras que una refundación requiere de cierta libertad para ordenar la casa y las ideas. Convergència ha preferido afrontar este reto mientras gobierna. Mas calificó su paso por la oposición de “travesía del desierto”. Pese a que ese es un estadio natural en cualquier democracia por el que deben pasar todos los partidos, CDC lo vivió como una desgracia excepcional. Una operación ambiciosa como la que pretende el partido se ve inevitablemente lastrada por las servidumbres del poder. Ya en la última campaña, el candidato, Homs, intentó marcar diferencias ideológicas con ERC y la CUP, lo que provocó gran incomodidad en Puigdemont.
Mientras la nueva CDC da sus primeros pasos, el actual president se la juega a finales de septiembre en una cuestión de confianza y necesita el apoyo de la CUP –en las antípodas ideológicas– para revalidar su cargo y evitar unas elecciones en las que la nueva CDC se estrenaría con apenas unos meses de vida.
Cuando Pujol se retiró y CiU perdió el poder, el PSC se frotaba las
Desde que Oriol Pujol tuvo que apartarse de la línea sucesoria, la batalla interna en CDC no ha cesado
manos augurando el final de una fuerza política creada como un movimiento en torno a una figura carismática más que sobre unos pilares ideológicos definidos. El invento tenía que desmoronarse sin su sostén principal. Pero no fue así. Tampoco es probable que ocurra ahora, pero seguramente el verdadero congreso de la refundación no será este, sino el próximo, cuando Mas ceda el testigo.