La Vanguardia

El influjo de la nieve en el cartero

El islandés Jón Kalman Stefánsson publica el segundo volumen de su trilogía nórdica sobre el ser humano

- XAVI AYÉN Barcelona

Ahora que Islandia se ha puesto de moda por sus hazañas futbolísti­cas, no está de más recordar que es uno de los países con mayor ratio de escritores por habitante. Y que, por ejemplo, entre ellos se cuenta Jón Kalman Stefánsson (Reikiavik, 1963), una de las voces más personales de la narrativa europea a pesar de que un crítico anglosajón lo haya bautizado como el García Márquez islandés por su fusión del mundo de los vivos con el de los muertos y la atmósfera entre onírica y épica de sus narracione­s. Si en el 2011 nos ocupábamos de Entre cielo y tierra, ahora llega el segundo volumen, La tristeza de los ángeles (Salamandra), en el que un cartero llamado Jens recorre, en pleno siglo XIX, los inhóspitos pueblos del oeste de la isla, sorteando las tormentas y entrando en contacto con sus habitantes. Stefánsson responde desde su casa, por videoconfe­rencia, a este diario, con una tupida pared-biblioteca de fondo que ocupa toda la pantalla del ordenador y no parece tener fin.

El protagonis­ta de la primera entrega, “el muchacho” –así, sin nombre– acompañará ahora en su viaje al cartero, Jens, “el típico hombre fuerte, heroico, silencioso, cuyo principal objetivo en la vida es controlars­e. En Islandia, ya en mi juventud vi que se identifica­ba la fortaleza con el silencio. Hablar es algo negativo, propio de los débiles o los políticos embaucador­es”. Por eso lo junta con su muchacho, “totalmente diferente, hablador, alguien que expresa sus sentimient­os. Se trata de un viaje clásico de una pareja en la que uno es el opuesto en carácter al otro, como en el Quijote. El cartero ha escogido ese oficio como un camino para escapar de sí mismo”. Ambos emprenderá­n una odisea en que se hablará de cosas profundas.

El muchacho había emprendido en el primer volumen un peligroso periplo marítimo en el que desafiaba la salvaje climatolog­ía, dirigiéndo­se a un pueblo que representa­ba el paraíso perdido miltoniano. El chico sobrevive y ahora veremos cómo ha sido recibido por los locales, que beben aguardient­e y le escuchan recitar a Shakespear­e.

“En la primera entrega hablaba del mar, el océano era uno de los personajes principale­s. Aquí hablo de la tierra y el protagonis­ta es la nieve. Nieve y océano son dos palabras fonéticame­nte muy parecidas en islandés. Quise descubrir el poder del paisaje, describir la fuerza de la luz, en especial sobre la nieve, cuando cae la tormenta es un espectácul­o fascinante. No hay nada en el mundo más bello que la nieve, en las noches de luna llena se puede leer gracias a ella, por el reflejo”.

“En Islandia, se identifica la fortaleza con el silencio. Hablar es negativo, cosa de débiles o de políticos”

Sus personajes encuentran consuelo tanto en las lecturas como en el alcohol. “Son dos constantes islandesas –asevera–, nuestro premio Nobel Hálldor Laxness ya mostró esas sociedades cerradas en las que la botella era la única salida. Lo fascinante para mí del alcohol es que, si lo controlas, es el cielo, pero si te despistas, es el infierno. La puerta entre dos mundos”.

¿Qué pinta ahí Shakespear­e? “Bueno, no solamente pertenece a la campiña inglesa, cada día nos enfrentamo­s a lo mismo que le interesaba a él, tanto en Madrid como en la más remota aldea islandesa. La literatura ayuda a la gente a sobrevivir, sin ella miraríamos sólo a nuestro alrededor y no veríamos posibilida­d de crecer. La literatura hace las buenas preguntas. Nos remueve, nos crea problemas y nos proporcion­a algo de sentido”.

A él la poesía le ha influencia­do enormement­e, “de hecho no la distingo de la prosa a la hora de escribir, en ambas me preocupa básicament­e la música y me lanzo a ellas sin planes previos”. Pero sí cree que “la poesía permite ser más profundo, moverse sin el lastre de la lógica”.

El tercer volumen, El corazón del hombre, que aparecerá el año que viene, versa sobre “el muchacho ya convertido en hombre, que se ve obligado a comportars­e en sociedad y a definirse”. Dicho esto, Stefánsson se despide amablement­e, dispuesto a seguir a su selección por televisión.

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MATHIAS SVOLD Jón Kalman Stefánsson, en el puerto de Reikiavik, el año pasado

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