Hollingsworth renueva el repertorio expresionista
Artur Ramon se despide evocando todas sus exposiciones
Dennis Hollingsworth es un excelente pintor estadounidense que tal vez se hartó de explicar su azaroso nacimiento en un pueblo de Madrid y por eso últimamente en su currículum ya se afirma una falsedad que quizá resulta ser más auténtica que la realidad: se dice que nació en su verdadero país, Estados Unidos. Es un caso parecido al de Gino Rubert, que nació en México, pero se crió en Barcelona. Lo cierto es que los vínculos con la península ibérica los mantiene Hollingsworth no con Madrid, sino con Catalunya, donde desde hace años suele residir y trabajar durante la estación estival.
Desde una perspectiva histórica, la contribución de Dennis Hollingsworth (1956) se puede situar en el marco del nuevo expresionismo americano. Significa una renovación de los planteamientos que desarrollaron algunos pintores de las generaciones anteriores, como Mark Tobey, Jackson Pollock y Willem de Koo- ning, entre otros. Es, pues, un ejemplo de pintura abstracta del siglo XXI, que enlaza con el programa de la modernidad y encuentra nuevas formas de expresión. Por otra parte, es una obra que trasciende los planteamientos estéticos, plenamente conectada con la realidad, con la vida inmediata –también sexual– y el orden o desorden cósmico. Y en ello enlaza con la obra de Joan Miró.
Los vínculos de Hollingsworth con Catalunya son también vitales, y en buena parte de sus paisajes de pintura se pueden reconocer elementos que evocan paisajes naturales, sobre todo fondos submarinos como los que frecuenta este artista cada verano en la Costa Brava. Son característicos de su obra unos elementos que evocan la forma del erizo de mar, que plasma en el cuadro contradiciendo la convención bidimensional de la pintura, incorporando volúmenes de óleo.
En esta ocasión ha proliferado un nuevo elemento: el asterisco, a la vez signo remitente y forma orgánica y cósmica. La pintura de Hollingsworth suele aludir simultáneamente a la realidad vivible y a la materialidad del lenguaje plástico. Galería Miguel Marcos. Jonqueres, 10. Hasta el 29 de julio.
Artur Ramon. Es un hasta la vista más que un adiós, pero lo cierto es que Artur Ramon cierra su galería de la calle de la Palla. Aunque la actividad profesional de la familia Ramon tiene antecedentes en las galerías Arturo Ramon y Daedalus –abiertas entre los años 1973 y 1980–, la creación de la galería actual data de octubre de 1986, y esa es la etapa que ahora acaba.
El nuevo espacio abrirá en el Eixample, en la calle Bailèn 19, entre Ausiàs Marc y Casp, y esperemos que allí se presenten también muestras temporales, personales y temáticas, pues son las exposiciones temporales y monográficas las que mantienen la atención y el contacto con el público.
La exposición de despedida se llama L’última exposició y no presenta obra original, sino el conjunto completo y en orden cronológico de los carteles de las exposiciones celebradas desde 1986 hasta este año 2016. Desde el principio –y hasta su fallecimiento en el año 2009–, la familia Ramon tuvo en Jordi Umbert un colaborador a la altura de la exquisitez y la apertura conceptual del proyecto. Y desde las primeras temporadas se sentaron las bases de un programa transversal, donde podían coincidir los grabados de Piranesi con la pintura de Vicente Rojo o de Serra de Rivera, la abstracción africana del arte kuba –que inspiró notablemente a Paul Klee– con los dibujos de Nonell o los grabados de Fortuny, o una selección de obra en vidrio con una muestra del Eugenio Lucas más inédito: el del expresionismo abstracto o el tachismo anticipado, equiparable a algunas obras de Victor Hugo.
Y quien tenga deseos de contemplar obras originales, las encontrará en las salas contiguas. Pero antes los carteles habrán despertado la memoria de una actividad que durante estos treinta años ha proporcionado al público buenas ocasiones de contemplar arte catalán e internacional de distintas épocas, bien seleccionado y presentado. Artur Ramon Art. Palla, 23. Hasta el 15 de julio.