¿Errandoqué?
El Tour llega hoy a Angers y parece obligado tener un recuerdo para José Maria Errandonea, un ciclista de Irun que fue líder efímero de la carrera en el año 1967. Aquel Tour tuvo varias peculiaridades. En primer lugar, el retorno a los equipos por países y no por marcas comerciales. Y segundo, la creación del prólogo, una contrarreloj corta como prefacio del lanzamiento de la carrera. Posteriormente será un Tour marcado por la muerte de Tom Simpson en el Mont Ventoux. La carrera arrancó pues con una cronometrada en Angers. Una etapa seminocturna (el primero salió a las 19.45) de 5,7 kilómetros. Era la gran ocasión de Raymond Poulidor para vestirse de amarillo. Anquetil ya no competía, Merckx todavía no había debutado y todo apuntaba al éxito del ciclista lemosín. Y Poulidor, que salió de los primeros, hizo el mejor tiempo de largo y se dedicó a esperar a que pasaran los rivales. Pero cuando ya oscurecía, con iluminación artificial (el último ciclista salió a las 21.54) y sólo faltaban siete ciclistas que el Tour consideró “de segunda fila”, apareció Errandonea. El inesperado Errandonea. Y los planes del Tour saltaron por los aires. Batió el tiempo de Poulidor por 6 segundos y se apoderó del maillot amarillo. Era el tercer líder español de todos los tiempos en aquel momento (tras Poblet y Bahamontes). Errandonea se había formado en la pista (fue olímpico en Roma 1960) y era un bueno rodador que un año antes ya había hecho la misma jugada en la Vuelta: ganar el prólogo y situarse líder los primeros días. El Tour y Poulidor quizás lo menospreciaron y, como escribía el enviado especial de este diario, Xavier de Aviraneta, la victoria de Errandonea “estalló como una bomba” en el Tour y supuso, decía el cronista, “un golpe moral” para Poulidor. Que nunca, nunca, fue líder del Tour. En buena parte, por
culpa de Errandonea.