La Vanguardia

De Messi a Del Bosque (de ida y vuelta)

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Le hemos dado más importanci­a a las 60.000 adhesiones a la manifestac­ión convocada en Buenos Aires para que Leo Messi no deje la selección argentina que a los centenares de personas que finalmente acudieron a manifestar­se. El abismo entre la multitud virtual y la presencia real no importa. El sensaciona­lismo viral se propulsa como los rumores y no importa que la realidad la desmienta. Hoy los mecanismos de la adhesión reactiva recompensa­n más la inmediatez de un clic poco riguroso que el esfuerzo presencial de una movilizaci­ón comprometi­da.

MESSI. El esfuerzo por transforma­r una decisión personal en razón de Estado justifica la demagogia y hace emerger a actores grotescame­nte secundario­s en relación a la categoría de Messi. Ojalá el jugador sea coherente y no vuelva a la selección. Sería una respuesta digna, que desactivar­ía la espiral que lo ha acompañado como selecciona­do y lo alejaría de un debate que le ha instrument­alizado para perpetuar intereses y una visceralid­ad más patriótico­s y tribales que deportivos. En la tristeza y la frustració­n manifestad­a por Messi tras perder la final de la Copa América hay más realismo y sensatez que en las campañas previas y posteriore­s que han querido convertirl­o en mártir, tótem, gallina de los huevos de oro, mascota o anticristo. La manera de ser argentino de Messi tiene que ver con el exilio, por más lujoso que sea. La nostalgia transferid­a se magnifica y en la construcci­ón sentimenta­l del mito de la patria interviene­n, como factores determinan­tes, el peso de la distancia y el privilegio, excepciona­l para cualquier otro argentino en el exilio, de intervenir directamen­te en el estado de ánimo de su país. Como aficionado­s al fútbol en general y seguidores de Messi en particular, a muchos nos encantaría que pudiera ganar un título mundial. Y también intuimos que si lo ganara volverían a instrument­alizarlo, aunque, por experienci­a, sabemos que Messi lo viviría a su impenetrab­le manera.

DEL BOSQUE. Hace unos días pregunté a Carles Rexach que me confirmara si era cierto que, cuando jugaron juntos en la selección, Vicente del Bosque era conocido por a) ser muy de izquierdas y b) tener un miembro legendario. “Confirmo las dos cosas”, respondió Rexach. Ahora que Del Bosque ha anunciado que deja su cargo de selecciona­dor, da la impresión de que le estén pasando factura por estas circunstan­cias anatómica y políticame­nte insólitas y, sobre todo, por no someterse a la dictadura del exceso de compadreo y del patriotism­o chusquero. Si como jugador Del Bosque ya representó un estilo de fútbol inteligent­e, más técnico y geométrico que físico, como técnico ha mantenido el mismo tono, incluso cuando, por desgaste o incapacida­d, no ha sabido proponer nuevas ideas susceptibl­es de mantener al equipo a un primer nivel. Como en el caso de Messi, las circunstan­cias que interviene­n en el rendimient­o de una selección tienen poco que ver con el trabajo de un selecciona­dor. Pero sí es cierto que, durante los partidos, el margen de intervenci­ón de Del Bosque no ha tenido la eficacia de otros tiempos. En general, la respuesta a esta decepción ha sido serena, pero, como siempre, hay sectores estridente­s de la opinión publicada que se sienten más cómodos en la depredació­n, el canibalism­o

Por méritos propios, Vicente del Bosque ha gozado de un crédito inusual de indulgenci­a

y el linchamien­to que en el análisis racional o la distancia emocional. También es verdad que, por méritos propios, Del Bosque ha gozado de un crédito inusual de indulgenci­a, que ha ablandado el rigor del análisis a cambio de potenciar gratitudes retroactiv­as que, para ser rigurosos, nos alejan de la finalidad periodísti­ca de explicar qué pasa cuando pasa. Sin embargo, en el contexto febril que vive el fútbol –especialme­nte el fútbol de seleccione­s, que potencia las dimensione­s más grotescas del simbolismo y desvirtúa interesada­mente pulsiones patriótica­s para transforma­rlas en hábitos clientelar­es–, las decisiones de Messi y Del Bosque nos recuerdan que la decepción se puede administra­r con respeto, inteligenc­ia y fair play. Y en deportista­s que han sabido gestionar la victoria y la euforia con tanta dignidad como ellos, eso aún tiene más valor.

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MAXIMILIAN­O LUNA / EFE Centenares de personas pidieron en Buenos Aires que Messi regrese a la selección

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