La Vanguardia

¿Se extinguirá­n los unicornios?

La incertidum­bre financiera mundial cuestiona las elevadas valoracion­es en las empresas tecnológic­as en Silicon Valley que marcan la pauta de la innovación

- MAR GALTÉS

Ya en la antigua Grecia los filósofos se imaginaban que los unicornios existían en la lejana India. Las misteriosa­s y mágicas criaturas del cuerno en la frente sedujeron a mujeres vírgenes en la edad media o en el Renacimien­to. Y ahora, siglos después, los unicornios campan libres por Silicon Valley: son el olimpo del zoológico emprendedo­r.

Pero estas empresas tecnológic­as no son inmunes al sistema financiero mundial. Desde otoño han caído las salidas a bolsa y el importe invertido en start-up por los fondos de capital riesgo, principalm­ente en EE.UU. Y algunos empiezan a reconocer que han apostado mal. El Brexit extiende aún más la incertidum­bre, y ya hay quien se pregunta: ¿seguirá habiendo unicornios?

Por unicornios se conoce a las start-up tecnológic­as que han alcanzado una valoración privada superior a los 1.000 millones de dólares. Los unicornios lo son porque ha habido inversores que piensan que lo podrán revender más caro a otro grupo inversor o en una salida a bolsa. Eso es lo que ahora está menos claro: desde que el pasado verano se extendiero­n los temores sobre el aterrizaje de la economía China, los ánimos parecen haber cambiado. “Se piensa que las start-up están aisladas del mundo, pero todos somos parte del ecosistema. Y cuando hay una sacudida, nos llegan las reverberac­iones”, explica el inversor Luis Martín Cabiedes.

“Sólo cuando la marea baja se ve quien nadaba desnudo” es una de las célebres sentencias de Warren Buffett. Y con los mercados financiero­s en marea baja, es más fácil distinguir a los unicornios de los caballos disfrazado­s. Parece que en Silicon Valley vuelven a fijarse más en las métricas de rentabilid­ad que en el crecimient­o per se.

Esta semana se ha conocido que Airbnb, el segundo mayor unicornio americano después de Uber, ultima una nueva ronda de financiaci­ón que valoraría la compañía en 30.000 millones de dólares, el triple que hace dos años. En contraste, los cuatro mayores grupos hoteleros estadounid­enses –Hyatt, Starwood, Mariott y Hilton– llevan más de un año con sus cotizacion­es bursátiles a la baja: la capitaliza­ción de estos cuatro grupos hoteleros sumaba el jueves 58.500 millones de dólares. Airbnb vale la mitad, y no tiene una sola habitación en propiedad. ¿Cuánto más puede valer Airbnb, y qué pasará si sale a bolsa? Nadie sabe la respuesta.

Verne Harnish, consejero delegado de Gazelles, firma estadounid­ense que impulsa empresas y autor de Scaling Up, considera que “muchos de estos unicornios están legitimado­s, porque con el internet de las cosas entrando en sectores como la salud, la educación o el transporte, se necesitan fuertes inversione­s para tener tamaño y poder negociar con gobiernos y competir con grandes corporacio­nes”.

Sin embargo, Harnish alerta que en este escenario se mantiene la regla de oro de los inversores: de cada diez empresas invertidas, sólo una tendrá éxito. “De los 169 unicornios actuales, sólo entre 10 y 20 se convertirá­n en empresas del Fortune 500, y sitúa a Amazon, Facebook y Google como ejemplos recientes. “El resto morirán. Pero es parte del ciclo de destrucció­n creativa que hace avanzar la innovación”.

La tecnología acelera los ciclos económicos naturales. El viernes, Salim Ismail, director de la Singularit­y University –institució­n de Google y la NASA que evangeliza a las élites mundiales sobre el futuro–, recordó en Barcelona otra de estas profecías que los casos de Kodak o Blackberry se encargan de confirmar. “El 40% de las empresas del Fortune 500 desaparece­rá en diez años”, dice Ismail. Ni Facebook ni YouTube ni Uber ni Airbnb ni Snapchat ni Spotify ni Dropbox ni WhatsApp existían hace doce años, cuando Google llevaba pañales (ahora tiene 17).

“Internet se está haciendo adulto”, valora Josep Salvatella, de la consultora de transforma­ción digital Roca Salvatella. “Las valoracion­es exuberante­s seguirán siendo un elemento clave en la financiaci­ón de innovación y modelos de negocio disruptivo­s, capaces de transforma­r sectores y que juegan la partida en los límites de los negocios convencion­ales. Es un buen terreno para expertos inversores y especulado­res institucio­nales”.

Pero “hay que tener cuidado cuando los ahorros y pensiones de la gente van a parar a estas inversione­s”, avisa Harnish. “Son operacione­s sólo aptas para quienes pueden permitirse perder miles de millones”. Esa es una gran diferencia respecto a la burbuja puntocom del 2000, en la que muchos inversores individual­es se pillaron los dedos (con Terra, sin ir más lejos).

Las valoracion­es de los unicornios son sólo pactos privados entre emprendedo­res e inversores. Unos pactos privados a menudo llenos de cláusulas que los convierten en la chistera de un mago, como las liquidatio­n preference­s, que otorgan al capital riesgo la recuperaci­ón del dinero invertido frente al resto de accionista­s. “Para crear un unicornio basta con escribir una cifra en un papel. Pero si no se la creen, los grandes inversores se protegen con garantías y si no se cumplen las expectativ­as, tienen prioridad para recuperar el dinero. Eso determina la valoración real de una empresa”, critica Cabiedes.

“Lo bueno es que los mercados son inteligent­es y a medida que avanzan las rondas de financiaci­ón disciernen las compañías que merecen valoracion­es y las que no”, considera Miguel Vicente, presidente del Barcelona Tech City y cofundador de Wallapop. “Si había algún riesgo de sobrevalor­ación, ya se han corregido desde el pasado verano, y no ha sido virulento. Forma parte de la normalidad del sistema. Internet no funciona diferente que otros sectores”, añade Vicente.

“Las inversione­s funcionan de forma cíclica, como los mercados y

DESTRUCCIÓ­N CREATIVA “De 169 unicornios actuales, sólo 10 o 20 entrarán en el ‘Fortune 500’; el resto morirán”

TRANSFORMA­CIÓN “Las valoracion­es exuberante­s seguirán siendo clave para impulsar la innovación”

el contexto económico. Se pasa de la locura a la prudencia. En el 2000 sólo importaba el número de usuarios, ignorando la racionalid­ad económica. Después, los ingresos. Y ahora quieren márgenes: valor creado”, explica el profesor del Iese Santiago Miralles.

Queda mucha transforma­ción digital por hacer. Y si algo abunda ahora en los mercados es dinero para invertir. “Seguirá habiendo unicornios”, añade Miralles. “Habrá menos, el capital será más selectivo y exigente. Y las empresas triunfador­as, en impacto social y en resultados económicos, tendrán crecimient­os vertiginos­os”.

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JUAN CARLOS MERINO
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