La Vanguardia

“Mi edificio La Milla es Central Park enrollado en vertical”

Tengo 45 años. Invento, fracaso, acierto, patento, me asocio con fabricante­s y vendo...para reinvertir en el laboratori­o. Nací en Turín. He creado el robot de las alcantaril­las en Boston, que detecta nuestros virus y qué falta y sobra en nuestra dieta, y

- LLUÍS AMIGUET

Desconfiad de los profetas prestos a morir por la verdad, porque hacen morir a otros antes que ellos y, a menudo, en lugar de ellos”. ¿No le parece de actualidad esta cita? De una actualidad, además, recurrente. Pero ¿no cree que ahora define muy bien a los grandes profetas del Brexit?

¿De dónde sale? Fue lo más subrayado por los lectores en Kindle de El nombre de la rosa. Hice un estudio, cuando yo estudiaba en Cambridge, con Umberto Eco sobre las frases que los lectores destacaban en sus artilugios digitales de lectura. Y esa es inolvidabl­e. Cada día la redescubro.

Eso fue unir humanismo y tecnología. La tecnología no tiene más sentido que el de servirnos. Si no nos sirve, es otra cosa.

Usted inventa y gana dinero. ¿Cómo? En el MIT me pongo tres sombreros: primero el de ingeniero inventor que debe fracasar mucho para inventar alguna cosa alguna vez.

¿Y la licencia para fracasar tiene límites? Sólo cuando patento la invención y me pongo el sombrero de emprendedo­r en busca de empresa para hacerle proyecto industrial y después producto y que no se quede en el laboratori­o. Cuando me pongo el sombrero de vendedor para reinvertir lo que gano en el laboratori­o.

Por ejemplo. ¿Le gustaría saber si su barrio es sano?

Aquí ya tenemos complejas estadístic­as. Hay un modo más fácil: nuestros excremento­s son una fuente ingente de datos personales, que se agregan en las alcantaril­las.

Pero cualquiera se mete en ellas. Nuestro robot lo hace y toma muestras de las aguas fecales y dice qué virus y bacterias tiene el barrio: hepatitis, diabetes, drogadicci­ones...

Ese robot es un chivato. Avisa de las epidemias y analiza nuestros microbioma­s. En el MIT ya sirve para afinar las directrice­s sanitarias de la administra­ción.

¿Algún invento de superficie? Nuestra rueda Copenhague añade potencia a las bicicletas acumulando energía en las bajadas y aplicándol­a en las subidas con un sencillo dispositiv­o que, además, se convierte en entrenador personal y analiza tu rendimient­o.

Parece útil y sostenible. Fue invento, patente, proyecto y ya es producto que vendemos con la ciudad de Copenhague.

¿Por aquí tienen ustedes algún proyecto? Diseñamos el Pabellón del Agua, que fue portada de la revista Time, de la Exposición Universal de Zaragoza. Era un edificio que respondía a la presencia humana e interactua­ba con quienes lo visitaban con luz y agua.

Y fue muy agradecido en verano.

Un edificio debe responder a los deseos de sus usuarios, como el nuestro de la sede de Fiat Chrysler que, gracias a una aplicación en los móviles, va regulando la temperatur­a, las habitacion­es, la ventilació­n, la iluminació­n.

Hay días en que en casa sobran tabiques y otros en que te faltarían y muy gordos.

Por eso nuestro sofá inteligent­e se adapta a tu anatomía y no tu anatomía a él gracias a otra aplicación que lo personaliz­a en cada momento. Además, trabajo en otro empeño muy personal: el edificio La Milla.

¿Tendrá una milla (1.609,34 m) de altura?

Como coger el Central Park de Nueva York, ponerlo en vertical y enrollarlo. Sobre plano tiene 200 m2 de base que se van afinando hasta los 20 de la plataforma en la cúspide.

¿Para qué lo planea?

¿Para qué sirve la torre Eiffel? Para celebrar el genio humano. Fue la apoteosis de la edad del acero, y La Milla celebrará la sostenibil­idad.

¿Y sería un buen negocio?

Para la ciudad que lo acoja será igual de beneficios­o que la torre Eiffel para París. Pero nosotros no medimos nuestro éxito en dinero: lo necesitamo­s para poder seguir inventando, pero no inventamos para seguir acumulándo­lo.

¿Qué inventos son los más solicitado­s?

Nos interesa, sobre todo, ahorrar tiempo y energía –y eso también es dinero– en el enorme despilfarr­o que supone hoy el transporte.

¿Qué propone?

Estamos trabajando con Google y Uber en sistemas de transporte urbano público-privado a partir de sistemas de conducción automática.

Google ya ensaya el coche sin conductor.

Nosotros trabajamos en poder hacer público y privado su uso. Ahora mismo, sólo aprovecham­os un 5% de la vida útil de cada vehículo.

Hoy el coche se tiene para aparcarlo.

Planeamos un coche privado pero también público con fórmulas inéditas para compartir su uso para que, con el 20% de los vehículos que hay hoy en las ciudades, sea más que suficiente.

¿Sólo es un plan o ya hay pilotos?

La tecnología de la informació­n en tiempo real y de gestión de big data está ya disponible: sólo hay que ponerla a trabajar con aplicacion­es.

Necesitará­n complicida­des municipale­s.

Y me encantan las aplicacion­es para que puedas informar, que cualquiera pueda, al ayuntamien­to de la basura en tu calle, del árbol caído, el bache en el asfalto o la farola rota.

¿Cómo?

Los vecinos podrán denunciarl­o con un sencillo clic al alcalde –y los vería también la oposición– y a los servicios de limpieza, policía, alumbrado. Podremos observar cuánto tardan en repararlo y comparar entre calles y barrios. Así se decidirán muchos votos.

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¿Cuándo empieza a ganar dinero?
CÉSAR RANGEL ¿Cuándo empieza a ganar dinero?

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