La impotencia de Iraq ante el terror del EI augura lo peor para Bagdad
El balance del atentado del domingo supera los 200 muertos y 200 heridos
Lo peor está por llegar a Bagdad. Los exterminios forman parte de la historia del islam. Mientras que en el amplio y variado mundo musulmán, y no solo árabe, sus pueblos se entregan a la alegría de la fiesta del Aid el Fitr, con la que culmina el mes de penitencia del Ramadán, vecinos de Bagdad enterraron a sus muertos y en Iraq se respeta un luto nacional de tres días decretado por el primer ministro Haidar el Abadi tras la hecatombe del domingo, con sus más de 200 muertos y 200 heridos en un atentado del Estado Islámico. Este ha sido el más cruento de los que habitualmente se han perpetrado en centros comerciales, mezquitas, zocos populares y calles muy animadas de la capital.
El primer ministro ha prometido “castigar a los responsables” y revisar las ineficaces medidas de seguridad adoptadas, especialmente respecto a los detectores de explosivos en las vías urbanas y las carreteras circundantes de Bagdad.
Como en otros estados, no sólo los árabes, hay diversos servicios de inteligencia –los más importantes son los del ejército y el Ministerio del Interior– que trabajan a menudo sin coordinación y que es urgente unificar.
En el trasfondo yace el escándalo de la corrupción que se extiende no sólo a través de las fuerzas armadas, sino a otras instituciones del Estado.
Un portavoz militar estadounidense ha declarado que este ataque “refuerza nuestra determinación de seguir ayudando a las unidades armadas iraquíes”.
La ONU calcula que entre los meses de enero y de abril de este año, 3.379 personas han muerto en Iraq víctimas de la guerra y del terror yihadista.
Hace un par de meses, después del gravísimo atentado en el que murieron alrededor de un centenar de iraquíes en Ciudad Sadr, el populoso barrio chií en la periferia de la capital, miles de manifestantes acusaron al Gobierno de inacción ante el Estado Islámico.
Son los chiíes los que encabezan el movimiento de impugnación al poder estatal.
Días después de aquella matanza, los fieles partidarios del carismático y poderoso dirigente Muqtada Sadr ocuparon el hemiciclo del Parlamento en la sacrosanta zona verde de la ciudad, para forzar que los diputados aceptasen
CAUSAS DE LA VULNERABILIDAD La corrupción y la competencia entre los servicios de espionaje alientan el caos Sólo una contrarrevolución suní podría vencer al EI, pero no sucederá
un gobierno de tecnócratas a fin de remplazar al actual consejo de ministros, que está formado con criterios políticos, confesionales y étnicos.
La jefatura del Estado, que es protocolaria, recae en un kurdo, la vicepresidencia, también sin poder político efectivo, en un suní, mientras que un chií desempeña el puesto de primer ministro. Las carteras ministeriales también se distribuyen con estos criterios confesionales y étnicos.
Terrorismo, sectarismo y corrupción son las grandes plagas de Iraq desde que en el 2003 Estados Unidos forzó la caída del rais Sadam Husein sin tener ningún plan alternativo para el futuro del país.
Sólo una contrarrevolución suní podría vencer al Estado Islámico, que todavía controla Mosul, la segunda ciudad en número de habitantes, pero por ahora es muy improbable porque esto supondría que esta parte mayoritaria de la población iraquí confiara en un Estado dominado por los chiíes.
El temor es que si el EI acumula más derrotas en los campos de batalla de Iraq y Siria opte por mantener su poder con más ataques terroristas, incluso más allá de Oriente Medio.