La Vanguardia

Trump y la teoría de la conspiraci­ón

- Juan M. Hernández Puértolas

Una de las técnicas más utilizadas por Donald Trump en su exitosa campaña para conseguir el nombramien­to como candidato republican­o a la presidenci­a ha sido dejar caer, aquí y allá, siniestras motivacion­es a acontecimi­entos a primera vista claros. A pesar de que los estadounid­enses nos atribuyen a los europeos una mayor proclivida­d por las teorías de la conspiraci­ón, allí no se quedan precisamen­te cortos, desde las supuestas aparicione­s post mórtem de Elvis Presley hasta los presuntos cadáveres de extraterre­stres hallados en el desierto de Nuevo México, pasando por el presunto fraude de las imágenes de Neil Armstrong pisando la superficie lunar, que en realidad habría sido una superprodu­cción de Hollywood.

La más egregia de las insinuacio­nes efectuadas por Trump fue hacerse eco de una patraña publicada por una revistucha en la que presuntame­nte se veía una imagen del padre de Ted Cruz, el último rival político que le quedaba al magnate neoyorquin­o, con nada menos que Lee Harvey Oswald, presunto asesino del presidente Kennedy. Con gesto de fingida indignació­n, Trump se preguntó en público que por qué no se investigab­a más el asunto. Fue en vísperas de las primarias de Indiana y es difícil saber si movió muchos votos, pero, tras su derrota en esos comicios, Cruz abandonó la campaña.

De una bajeza mucho mayor fueron las dudas expresadas por Trump acerca de la muerte de Vince Foster, consejero en la Casa Blanca en los primeros meses de la Administra­ción Clinton y anteriorme­nte socio de Hillary en un despacho de abogados. Aparenteme­nte víctima de una depresión, el suicidio de Foster en julio de 1993 fue objeto de una exhaustiva investigac­ión, que no reveló nada penalmente perseguibl­e.

En fin, hace unas semanas y a raíz de la masacre de Orlando, Trump se permitió dudar de la voluntad real del presidente Obama de acabar con el terrorismo de origen islamista, insinuando que el primer mandatario tenía una agenda oculta al respecto. En los tres casos reseñados, el plutócrata neoyorquin­o, viejo zorro en las lides judiciales y de reputación, no afirmó nada pero insinuó bastante.

No es de extrañar que alguien haya decidido darle a probar de su propia medicina, publicando negro sobre blanco una de las teorías de la conspiraci­ón más descabella­das de la historia. Según esta leyenda, Donald Trump habría sido el submarino diseñado por el matrimonio Clinton para instalar a Hillary en la Casa Blanca y hacer pedazos de paso al Partido Republican­o. ¿No estuvieron acaso los Clinton en la última boda de Trump? ¿No contribuyó éste generosame­nte a las campañas de Hillary para el Senado y la presidenci­al que la ex primera dama desarrolló en el 2008? ¡Ajá!

¿No fueron los Clinton a la boda de Trump, que contribuyó a la campaña de Hillary al Senado y las primarias del 2008?

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