El voto del miedo
Son muchos los líderes políticos que, para justificar sus resultados electorales, invocan al voto del miedo. Por esta vía, el miedo se convierte en una especie de acusación contra los ganadores de las elecciones, beneficiarios –se dice– de este sentimiento de miedo instalado en los electores. Curiosamente, nadie ejerce ninguna autocrítica, cuando parecería que debería ser lo más coherente. El voto del miedo es el que huye del miedo que algunos provocan. Y por tanto, son estos los que deberían reflexionar sobre por qué dan miedo. Que no se preocupen tanto de los beneficiarios del miedo y se interroguen más sobre el miedo que ellos provocan.
Ciertamente, sería fantástico que todos los votos fueran la expresión de una afinidad ideológica o de una coincidencia programática o el resultado del entusiasmo como un liderazgo. Pero no siempre es así; es más, últimamente el voto se expresa por razones diversas a menudo muy diferentes de las motivaciones que hemos señalado. Y, en este sentido, el voto del miedo tiene muchos seguidores. Votar para evitar una situación no deseada; una situación que intranquiliza, que se prevé como amenazadora. Porque hay opciones que provocan intranquilidad, que se viven y se ven como amenazantes. Sus líderes lo deberían saber y, en todo caso, no criticarlo.
Los programas electorales desaparecen del debate de la campaña. Todo es muy simple; buenos y malos, promesas de cambios sin límites, exclusiones caprichosas. Y la simplificación se alimenta de la radicalidad; no se trata de cambiar en profundidad, sino simplemente de aparentarlo o de anunciarlo. Después, ya se verá. Pero de entrada lo que queda es la percepción de un cambio copernicano, que ha de llevárselo todo por delante. Y mucha gente coge miedo.
Seguramente todo mejor explicado, más
Para algunos, la forma de presentarse como radicales o como progresistas es dar miedo; un error
respetuoso con el tiempo del cambio, sería más fácil de digerir. Esto quiere decir profundidad en las propuestas, fundamentarlas, razonarlas, explicarlas; mucho tiempo, muy difícil: “garrotazo y adelante”. Esto entusiasma a unos y despierta el miedo en otros. Lo que pasa es que para algunos la forma de presentarse como radicales o progresistas es dar miedo. Un error: cuando se infunde miedo, se abandona, a la vez, la vía del progreso.