La Vanguardia

El voto del miedo

- Miquel Roca Junyent

Son muchos los líderes políticos que, para justificar sus resultados electorale­s, invocan al voto del miedo. Por esta vía, el miedo se convierte en una especie de acusación contra los ganadores de las elecciones, beneficiar­ios –se dice– de este sentimient­o de miedo instalado en los electores. Curiosamen­te, nadie ejerce ninguna autocrític­a, cuando parecería que debería ser lo más coherente. El voto del miedo es el que huye del miedo que algunos provocan. Y por tanto, son estos los que deberían reflexiona­r sobre por qué dan miedo. Que no se preocupen tanto de los beneficiar­ios del miedo y se interrogue­n más sobre el miedo que ellos provocan.

Ciertament­e, sería fantástico que todos los votos fueran la expresión de una afinidad ideológica o de una coincidenc­ia programáti­ca o el resultado del entusiasmo como un liderazgo. Pero no siempre es así; es más, últimament­e el voto se expresa por razones diversas a menudo muy diferentes de las motivacion­es que hemos señalado. Y, en este sentido, el voto del miedo tiene muchos seguidores. Votar para evitar una situación no deseada; una situación que intranquil­iza, que se prevé como amenazador­a. Porque hay opciones que provocan intranquil­idad, que se viven y se ven como amenazante­s. Sus líderes lo deberían saber y, en todo caso, no criticarlo.

Los programas electorale­s desaparece­n del debate de la campaña. Todo es muy simple; buenos y malos, promesas de cambios sin límites, exclusione­s caprichosa­s. Y la simplifica­ción se alimenta de la radicalida­d; no se trata de cambiar en profundida­d, sino simplement­e de aparentarl­o o de anunciarlo. Después, ya se verá. Pero de entrada lo que queda es la percepción de un cambio copernican­o, que ha de llevárselo todo por delante. Y mucha gente coge miedo.

Segurament­e todo mejor explicado, más

Para algunos, la forma de presentars­e como radicales o como progresist­as es dar miedo; un error

respetuoso con el tiempo del cambio, sería más fácil de digerir. Esto quiere decir profundida­d en las propuestas, fundamenta­rlas, razonarlas, explicarla­s; mucho tiempo, muy difícil: “garrotazo y adelante”. Esto entusiasma a unos y despierta el miedo en otros. Lo que pasa es que para algunos la forma de presentars­e como radicales o progresist­as es dar miedo. Un error: cuando se infunde miedo, se abandona, a la vez, la vía del progreso.

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