La merma de las plantillas policiales en vacaciones dificulta la respuesta
cargo municipal. En otras policías locales el problema es mayor. Se trata de localidades con gran afluencia turística y sin unas plantillas de policía comparables con la de Barcelona, pero que en agosto y julio se quedan con menos de la mitad de los efectivos.
En Mossos la planificación de las vacaciones es más racional, pero hay otros factores que les impiden hipotecar efectivos indefinidamente en el top manta. Primero, el nivel 4 de alerta antiterrorista, que obliga a mantener una presencia de brigada móvil y Arro (mossos especializados en la seguridad ciudadana) en los puntos con más concentración de personas, como aeropuertos, estaciones de tren y autobuses, instalaciones críticas...
Tampoco hay que perder de vista que los Mossos tienen la plantilla que tienen y que, en mayo, el conseller Jordi Jané ya anunció una nueva promoción de 439 agentes tras cuatro años sin convocatorias. Un ejemplo para entender mejor esas otras necesidades. Los Mossos tienen un dispositivo fijo en el Port Vell, tres unidades de Arro (tres furgonetas con siete policías cada una) que evitan que los manteros se coloquen en el muelle del Dipòsit, para que pueda montar sus puestos legales la Feria de Artesanía. El domingo, la furgoneta del Arro tuvo que abandonar el punto estático ante una emergencia, un episodio de violencia de género que necesitaba de la presencia urgente de esos policías en otro punto de la ciudad.
Ada Colau se entrevistará esta mañana con el Síndic de Greugues para abordar el problema. Es probable que Rafael Ribó le recuerde que llega tarde. En febrero, el Síndic ya advertía de que la actividad ilegal de los manteros estaba más cerca de
los entramados mafiosos que de las situaciones de pobreza. De eso hace cinco meses, y ya entonces Ribó exigió a las administraciones una acción “contundente” contra un fenómeno que no ha dejado de crecer.
Y ¿por qué? Pues hay varios elementos que han ayudado a que el problema se desborde en Barcelona y salpique al resto de las localidades turísticas del litoral catalán. En la capital catalana se ha producido un incuestionable efecto llamada que nadie puede negar ya en el Consistorio. El equipo de Colau cometió un error que ahora está pagando y del que es consciente. Prohibió a la Guardia Urbana actuar, como lo estaba haciendo, y se desconsejaron las incautaciones de material. Además se permitieron escenas tan rocambolescas como que un grupo de manteros, con la ayuda de los concejales de la CUP, convocara presuntas manifestaciones en la Rambla que no eran otra cosa que mercadillos ilegales encubiertos. Esa idea de que en la ciudad de Barcelona “no pasaba nada” fue circulando. Y el boca a boca funcionó a tal velocidad que ahora mismo en el Port Vell hay vendedores recién llegados de Lisboa, París y Roma, sin contar todos los que ya se han trasladado desde Madrid.
Estar en Barcelona les sale mucho más a cuenta. Sólo con los cruceristas que desembarcan semanalmente les salen los números. Otro ejemplo para ayudar a entender el fenómeno. Hace varias semanas, un empresario chino obsequió a sus 2.500 trabajadores con una estancia en Barcelona. La gran mayoría compraron regalos en el top manta... productos falsificados en China que regresaron como si fuera un souvenir bueno, bonito y barato...