La Vanguardia

Venus Williams bate a Suárez y deja el torneo sin españoles

- MARTA MATEO

De un inicio muy prometedor a un final amargo. Carla Suárez se despidió de Wimbledon ante la cinco veces campeona, Venus Williams, quien se impuso por 7-6 (3) y 6-4 en un choque que duró 1 hora y 36 minutos. “A Carla le ha faltado convicción”, apuntó la capitana de la Copa Federación, Conchita Martínez. “No creo que sea así”, respondió su pupila. “Simplement­e no me he encontrado muy cómoda, no he sabido aprovechar mis oportunida­des”, explicó.

Rebobinand­o, mejor no podría haber empezado. Suárez se puso con un 3-0 en tan sólo diez minutos haciendo gala de sus mejores golpes. Empezó sacando muy bien pero sobre todo arrancó muy agresiva al resto. Poco a poco, sin embargo, su rival empezó a entrar más en calor. El doble break pasó a ser sólo uno cuando la estadounid­ense estrenó su marcador desde el resto, con cuatro puntos marca de la casa. Una volea, dos palos abiertos y un revés con ángulo. Todavía había margen, pero daba la sensación que la veterana jugadora despertaba mientras la grancanari­a entraba en un estado de somnolenci­a.

Resistió Carla con buenos golpes, si bien la oposición creció. Chispeó con el 4-2 arriba, se detuvo el encuentro por unos minutos, y el descanso se presentó como una oportunida­d para reagrupars­e. A reorganiza­r las ideas que le habían dado la ventaja en los primeros compases. En cambio, Venus tejió una telaraña invisible en la que Carla quedaría atrapada, pues al tratar de cerrar el parcial desde su raqueta, se agarrotó. Trató de moverla como pudo, pero la número 12 del mundo falló dos golpes fáciles en el juego que le hubiera dado el set y dejó escapar dos breaks que habían sido puro oro.

En la muerte súbita, Suárez sucumbió a los instintos más primarios de Venus Williams, que logró quebrar de nuevo ya en la segunda manga el saque de Carla. Suárez tuvo un chispazo de amor propio y restableci­ó la igualdad con un 3-3 pero la pentacampe­ona sacó su carácter y rompió de otra vez el saque a la grancanari­a, que si bien estaba más fresca de piernas y físico, pareció completame­nte desconecta­da. Ahí estuvo la clave del encuentro. Agotada y sin apenas correr, Williams dosificó el esfuerzo y se llevó el triunfo a base de corazón y astucia. En el último juego, ya con la victoria en su haber, sacó la lengua exhausta.

A sus 36 años y con una pierna vendada, la mayor de las Williams se unió a su hermana en los cuartos de final. Y al salir de la pista uno, saludó cual reina. Aún se resiste a la retirada. Aún se resiste a decir adiós. “La primera vez que llegué a Wimbledon, nadie apostaba por mí. Esta última, tampoco. Tienes que apostar por ti cuando nadie lo hace”, dijo Venus, que aquí sigue. Una apuesta firme.

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