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La grave crisis del sistema bancario italiano, y la puesta en órbita de la nave Juno alrededor del planeta Júpiter.
EN estos tiempos de tribulaciones de todo tipo, hay todavía motivos para la esperanza. Tras cinco años de viaje, y desde la madrugada del martes, la nave Juno de la NASA ya orbita alrededor de Júpiter, con el objetivo de desentrañar varios de los misterios del mayor planeta del sistema solar. Entre ellos, su origen y su evolución. O los misterios relativos al núcleo que se esconde tras el inmenso velo de nubes de hidrógeno, helio y polvo solar que lo rodea. O los campos magnéticos que produce su veloz dinámica rotatoria, causa de descomunales tormentas. Por no hablar de las auroras o del agua helada presentes en este grandioso planeta, que viene a ser como casi mil Tierras.
En síntesis, la información que se espera que llegue desde Juno durante los próximos veinte meses, antes de que la nave propulsada con energía solar dé por finalizada su misión tras un periplo de 37 vueltas alrededor de Júpiter, permitirá que nos acerquemos al conocimiento de cómo se han formado los grandes planetas, incluso aquellos que no forman parte del sistema solar. Porque Júpiter, con sus más de sesenta lunas, tiene una composición que lo distingue del resto de los planetas solares al estar rodeado de una atmósfera gaseosa que ha impedido hasta ahora conocer su núcleo, su tamaño exacto y su densidad, así como de qué materia está formado. Unos datos relevantes para saber cómo se ha formado el universo y de qué manera interactúan los planetas y sus campos gravitatorios, que en el caso de Júpiter son de una enorme magnitud. La humanidad se encuentra, pues, a las puertas de desvelar una de sus incógnitas más inextricables. Cuando empiecen a llegar datos desde la sonda, lo que se espera que suceda a partir del próximo octubre, se estará más cerca de saber por qué el universo es como es y ayudará a resolver la cuestión del origen de la formación de la Tierra.
El primer éxito de la misión de la NASA es que Juno ha logrado superar diversos obstáculos. El más importante es que la colosal atracción magnética de Júpiter hizo que la sonda aumentara su velocidad de forma paulatina hasta alcanzar los 260.000 kilómetros por hora y tuviera que reducirla drásticamente para entrar en órbita. Una maniobra dificultada por los cinturones de radiación que rodean al planeta y que se logró gracias al diseño de una bóveda protectora de la sonda y del instrumental explorador, así como de los sistemas de transmisión de datos hasta la Tierra, logros que, como en otras misiones espaciales, han de aportar nueva y valiosa experiencia para el futuro inmediato de la humanidad.