“Mensajes alarmantes”
‘Vanguardia Dossier’ analiza la compleja realidad del reino de los Saud
Aliados desde hace decenios, las relaciones de Estados Unidos y Arabia Saudí no pasan por su mejor momento. El acercamiento del primero a Irán ha enfurecido a la monarquía saudí, que busca nuevos aliados en su lucha por la hegemonía regional, con las consecuencias que conlleva, en las guerras por delegación en Siria y Yemen. Arabia Saudí ante sus desafíos es el título del último número de Vanguardia Dossier, que ofrece una amplia visión de la historia y la situación actual del reino wahabí.
Abu Bakr el Bagdadi anunció en el 2014 que el auténtico centro del califato que acababa de proclamar sería el territorio de las dos mezquitas santas (La Meca y Medina); es decir, Arabia Saudí. Enviaba así “dramáticos y alarmantes mensajes a Riad”, advierte Madawi al Rasheed, profesora visitante de la Universidad de Singapur. Uno de los atentados del lunes se produjo en la mezquita en la que está enterrado Mahoma, en Medina.
Si en una primera fase los atentados del autodenominado Estado Islámico se produjeron en Europa y varios países árabes, en la segunda, la comunidad chií (de Yemen o de Arabia Saudí) se ha convertido en su diana. Al principio Riad luchó contra el EI en la coalición liderada por EE.UU. y en la que montó con otros países árabes, pero cuando empezó la guerra en Yemen, el punto de mira de su armamento viró hacia el sur, hacia los hutis, un grupo chií.
Los suníes radicales de todo el mundo consideran herejes a los chiíes. Arabia Saudí y el EI coinciden en esa percepción. Ser de segunda permite utilizarlos como chivo expiatorio ante crisis de cualquier tipo. Toby Matthiesen, investigador de la Universidad de Oxford, reconoce que, según las épocas, la monarquía ha hecho de protector de los chiíes que no aceptaban convertirse y cuyas cabezas exigían los wahabíes más extremados. Además de las diferencias religiosas, el régimen teme que los chiíes aspiren a quedarse con el petróleo que yace bajo el territorio que ocupan. Sea como sea, los chiíes son objetivo de los extremistas, como lo demostró, una vez más, el atentado contra una de sus mezquitas el lunes en Qatif.
La complejidad del país salta a la vista en la relación ambigua entre líderes religiosos y políticos. Dentro de la extensa familia real hay distintas tendencias y los intentos aperturistas del rey Abdulah (fallecido en el 2015) provocaron numerosos problemas con imanes y ulemas al abrir un diálogo nacional en el 2003. Se cerró en el 2011 con las primaveras árabes, contra las que intentó vacunarse comprando la voluntad de sus súbditos con ayudas económicas, explica David Commins, profesor del Dickinson College.
El EI resultaba útil al régimen de Riad para luchar contra Irán, pero se parece demasiado a él en términos ideológicos, como destaca el periodista y analista Andrew Hammond. Eso no ha impedido que algunos ulemas radicales hayan sido decapitados.
Muy cercano ideológicamente al EI, el régimen saudí tiene en su diana a los chiíes, a los que ve como herejes