La Vanguardia

Regresa la agenda vasca

- Enric Juliana

Los nacionalis­tas vascos pueden tener un papel importante en la incierta legislatur­a que se avecina. Sus cinco escaños en el Congreso –han perdido uno– no son suficiente­s para la investidur­a de Mariano Rajoy, pero sin el voto favorable, o la abstención, de esos cinco diputados, el Partido Popular difícilmen­te puede alcanzar la presidenci­a del Gobierno.

Sin el voto positivo del Partido Nacionalis­ta Vasco es imposible la cordada PP-Ciudadanos, que también necesitarí­a el apoyo de dos diputados canarios: Ana Oramas, de Coalición Canaria, y Pedro Quevedo, del grupo Nueva Canaria, elegido en las listas del PSOE, con libertad de voto. Sin el concurso activo de la gente de Sabin Etxea esa cordada no suma.

En los próximos dos años veremos cosas que vosotros jamás creeríais –veremos programas electorale­s en llamas más allá de Orión y rayos reformista­s brillando en la oscuridad cerca de la Puerta de Alcalá–, pero no está de más recordar que Ciudadanos todavía defiende la liquidació­n del concierto foral, factor medular del autogobier­no vasco.

El PNV puede engrasar la complicada dialéctica entre el PP y el PSOE. La abstención de los nacionalis­tas vascos podría ayudar a los socialista­s a justificar la suya: un gesto de última hora para dejar paso a Rajoy, previa aceptación por parte de este de una serie de exigencias programáti­cas. El PNV, por ejemplo, podría tener un importante papel en la refor- ma constituci­onal. El papel que no tuvo en 1978.

Los nacionalis­tas vascos, sin embargo, no podrán acabar de definir su estrategia hasta después de las elecciones del próximo otoño en Euskadi, en que apa- rece un nuevo actor: Podemos.

El partido del círculo morado ganó las elecciones generales de diciembre en el País Vasco y las ha vuelto a ganar el 26 de junio, con menos desgaste que en el resto de España. Han sido los más votados, sin presentars­e bajo una organizaci­ón autónoma, al estilo de los Comunes de Catalunya o las Mareas de Galicia.

Es interesant­e el fenómeno del Podemos vasco-navarro. Resta votos al Partido Socialista, a Bildu y también a Geroa Bai (la coalición vasquista navarra). Votos obreristas –la crisis está afectando seriamente a algunos sectores industrial­es vascos, muy particular­mente la acería–, votos izquierdis­tas, votos jóvenes sin mucho historial y votos abertzales que quieren alejarse del recuerdo de ETA. Atención a este último dato: Podemos ofrece una nueva identidad a gente que quiere despedirse del agónico planeta ETA. ¡Adiós, Arnaldo Otegi!

Evidenteme­nte, las elecciones autonómica­s van a corregir a la baja el voto del Podemos vasco, que a su vez aún no dispone de un liderazgo electoral claro. Pero llama la atención su resistenci­a el 26-J. En Euskadi casi consiguier­on la suma de votos de Podemos e Izquierda Unida. Y en Navarra la clavaron, hundiendo a Geroa Bai, cuya candidatur­a estaba encabezada por Daniel Innerarity, prestigios­o intelectua­l vasquista.

Si Podemos lamina a los socialista­s en octubre, el PNV podría encontrars­e con la necesidad de atraer al Partido Popular vasco a su campo de alianzas, con la consiguien­te repercusió­n en la política de pactos en Madrid.

Hay, por tanto, dos fases. Antes y después de octubre. El PNV quiere ir a sus elecciones con la bandera de la centralida­d: defensa acérrima del concierto foral, defensa de la industria vasca y defensa de la reagrupaci­ón de los presos de ETA en el País Vasco, para acelerar la disolución formal de la organizaci­ón terrorista.

No sabemos aún si Rajoy conseguirá la investidur­a. Pero sí podemos aventurar que la próxima legislatur­a tendrá agenda vasca.

El PNV debe esperar a las elecciones vascas de octubre, en las que Podemos puede alterar el tablero

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