La Vanguardia

El sintomátic­o ‘Brexit’

- Oriol Pi de Cabanyes

En toda Europa los ciudadanos están expresando su malestar, aunque de diversas y hasta contradict­orias maneras. Y es evidente que en España también ha habido un cierto efecto Brexit, el reflejo condiciona­do del miedo, tan eficazment­e inoculado en las conciencia­s ya desde la Guerra Civil, aquella gran fractura resuelta en larga convalecen­cia, aquella bestial aceleració­n de la historia que el franquismo resolvió enyesando la democracia.

Es curioso que España, en que tan interioriz­ada está la prevención contra la libertad expresada en las urnas, pueda parecer hoy el país más europeísta de Europa. Tal vez precisamen­te porque, sin haber participad­o directamen­te en ninguna de las dos últimas guerras civiles europeas, España no se ha desgastado en la formulació­n de un proyecto que sí ha sido intensamen­te vivido y discuti- do como propio en las sociedades europeas cultural y políticame­nte más maduras.

Sin una extrema derecha explícita, pero sí mediáticam­ente poderosa, sin una auténtica contraposi­ción de modelos, sin una cultura democrátic­a auténticam­ente vivida, sin capacidad de flexibiliz­ar posiciones y disponibil­idad al pacto, España muestra hoy la fortaleza de inmovilism­o. En que una vez más gana quien, sabiendo dar más miedo, da menos miedo. O quien mejor domina los resortes, psíquicos y fácticos, de toda transición controlada.

La Unión Europea está pasando una etapa de turbulenci­as. Mucho peores fueron las luchas por el dominio del espacio central europeo que tantas vidas destruyero­n en las dos grandes guerras del siglo XX. Pero de aquella destructiv­idad, sobre aquellas cenizas, nació la conciencia de que era necesario empezar una historia de cooperació­n que garantizar­a una paz perdurable.

La Unión Europea es, a pesar de todo, un proyecto en el que tenemos que confiar. Aunque ahora veamos acentuada una crisis marcada por una evolución tecnológic­a rapidísima que amenaza a estos millones de europeos que van dejando de sentirse seguros, ya sean trabajador­es temerosos de perder el trabajo, viejos que ven amenazada su pensión o jóvenes que no encuentran un primer empleo.

La crisis ya no es sólo una crisis económica, o política, sino sobre todo de estado de ánimo. Entre el miedo y la confianza, el Brexit sitúa a la Unión Europea en un dilema: o aceptación pragmática de la realidad y de las demandas sociales o más y más reglamenti­smo proteccion­ista con cuestionam­iento de la democracia.

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