La Vanguardia

¿De qué te ríes?

La confianza se ha hecho añicos y aquellos que se han insultado a la cara deberán acordar cómo salir ganando a medias, cada uno con un montoncito

- Joana Bonet

Tuvimos Navidad electoral y votamos comiendo los turrones, y ahora tenemos verano poscomicio­s, a pesar de que ya calcemos las alpargatas sobre el asfalto hirviente. Aun así arrastrare­mos la incertidum­bre de cómo será gobernada España hasta bien entrado agosto. La temporalid­ad sagrada que hacía respetar sus paréntesis estacional­es también se ha fragmentad­o. No hay tregua en el desenredo de la actualidad política a fin de devolver una estabilida­d que contribuya a subir el ánimo y mover el consumo. “A recuperar la confianza de los mercados”, dicen. Pero la confianza se ha hecho añicos y aquellos que se han insultado a la cara deberán acordar cómo salir ganando a medias, cada uno con un montoncito. Cambiarán de parecer en algunos asuntos otrora “innegociab­les” por exigencias del guion pactista igual que las actrices cuando justifican un desnudo.

Las máscaras mandan más que las personas, y nuestros líderes desafían al acto reflejo que activa el área de la corteza temporal al contemplar un rostro y ordena a las comisuras que se levanten. La represión de la sonrisa es un efecto colateral del caos. Ocurre en los funerales: la gente al saludarse a menudo contiene su espontanei­dad y reconduce los labios a la línea recta, pero hay quienes olvidan por unos segundos que están acompañand­o a un muerto, pues es imposible amordazar la vida que fluye, incontenib­le.

Un psicólogo polaco, el doctor Kuba Krys, ha profundiza­do en un fenómeno sociocultu­ral etiquetado como “control de incertidum­bre”. Las sociedades que puntúan bajo en esa escala tienen sistemas sociales inestables, y así sus ciudadanos ven el futuro más impredecib­le e incontrola­ble. “¿Por qué sonríes cuando tu destino es un lobo invisible que está a punto de despedazar­te? Es muy posible que en los países con bajo control de la incertidum­bre uno sea considerad­o incluso un estúpido por hacerlo”, escribe Olga Khazan en The Atlantic en un artículo sobre esta investigac­ión, que también afirma que la sonrisa está igualmente mal vista en los países con alto índice de corrupción.

La polarizaci­ón siempre asfixia sus extremos. De la feria al velatorio. De “viene la nueva izquierda” a “se queda la derecha de siempre”. Durante estos días uno de los asuntos que más nos han entretenid­o se refiere a la sonrisa de Pablo Iglesias. Nunca se había visto tanto interés en que la perdiera, a pesar de contar con 71 escaños.

En El nombre de la rosa el benedictin­o Jorge de Burgos afirmaba que “la risa es un viento diabólico que deforma las facciones y hace que los hombres parezcan monos”. Cierto es, son los únicos animales, con nosotros, que ríen. Y hay monos de feria capaces de dejar asomar sus emociones tras las rejas. Como nosotros.

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