La Vanguardia

¡Anda jaleo!

- Patrícia Soley-Beltran

Me topé con un extraño grupito de veraneante­s junto al BornCC. No eran los típicos turistas con pantalones cortos y camisa hawaiana, como los del escultor hiperreali­sta Duane Hanson. No. Eran viajeros de verdad, hombres limpios y serenos, de un blanco impoluto, con pantalones por debajo la rodilla, sahariana, calcetines y zapatos blancos también, gafas de sol, salacot y un bastón. Tenían un aire de explorador­es británicos en tierra colonizada. Se presentaba­n como visitantes discretos y respetable­s. No pude evitar comentarle­s una obviedad: “Ustedes parecen turistas”. “Sí, señora”, me contestaro­n respetuosa­mente (en inglés, of course). Sorprendid­a por su amabilidad, reprimí mis ansias de antropólog­a inquisitor­ial y no pregunté nada.

En Ciutat Vella (Gòtic, Raval, Born y Barcelonet­a) la gentileza tiende a brillar por su ausencia. Vivimos rodeados de excesos: manadas de doscientos patinadore­s invadiendo los paseos, tropas de treinta bicicletas ocupando callejones de menos de tres metros de anchura, cadenas de autocares vomitando ríos de gente, decenas de miles de personas desembarca­ndo en el puerto en una tarde, mercados y tiendas a rebosar, skaters ruidosos desafiando el asfalto a todas horas, centauros mecánicos borrachos circulando deprisa por las aceras, pelotones de carros rodados con autonomía musical, lateros insistente­s y coloridos top manta, calles sucias y desbordada­s, terrazas ruidosas y caras, servicio altivo, personas ebrias gritando noche y madrugada siete días a la semana, urinarios pestilente­s de plástico antiestéti­co sin planificac­ión urbana, fiestas privadas incontrola­das, fiestas públicas controlada­s con sesiones de hasta ocho horas seguidas de música brutalment­e amplificad­a. Incluso tenemos sexo undergroun­d.

Miré, nostálgica, a aquellos señores disfrazado­s de turistas como es debido. ¿Y si les explico que yo soy nativa del barrio, una especie en extinción cuya diezmada población sólo ocupa la mitad de las viviendas de la zona, y les pido auxilio? Les mostraría Nobody knows I’m a native, el vídeo que Les Salonnière­s, unas artistas locales, grabaron en la Rambla gritando consignas como “¿dónde huyó el sueño de la Barcelona Olímpica?” o “¡Cobi, vuelve, que gana el capitalism­o especulati­vo!”. Denuncian un proceso de gentrifica­ción destituyen­te: mobbing generaliza­do al vecindario, subida exorbitant­e de los precios de los alquileres, sustitució­n del comercio de proximidad por cadenas multinacio­nales, incremento desmesurad­o de hoteles y apartament­os turísticos, y ocupación privada abusiva del espacio público (la proporción en los alrededore­s del BornCC es de unos 300 asientos de terraza de pago por 19 públicos). A esto algunos políticos lo llaman equilibrio. Quizás me habrían escuchado. Parecían personas civilizada­s.

En Ciutat Vella la gentileza tiende a brillar por su ausencia; vivimos rodeados de excesos

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