La Vanguardia

Deporte en femenino

PAT SUMMITT (1952-2016) Entrenador­a de baloncesto universita­rio estadounid­ense

- GUILLE ÁLVAREZ

Tenía 22 años y quedaban pocas semanas para el inicio de la temporada. A Pat Summitt el destino le cayó por sorpresa cuando la Universida­d de Tennessee, su tierra natal, puso en sus manos de recién licenciada al primer equipo femenino de la institució­n, las Lady Vols. A pesar de su nula experienci­a en el banquillo, la joven exjugadora logró convertir esa precipitad­a decisión en un capítulo dorado en la integració­n y equiparaci­ón de la mujer en el deporte.

Summitt mantuvo el cargo durante 38 años hasta que el alzheimer la obligó a renunciar a su gran pasión. El pasado 28 de junio la enfermedad se la llevó a los 64 años. “Hay dos figuras que representa­n el monte Rushmore del deporte femenino en EE.UU., Billie Jean King y Pat Summitt”, comentó Mary Jo Kane, experta en sociología deportiva, a The New York Times.

En su extensa trayectori­a, Summitt alcanzó 18 finales a cuatro de la NCAA, ganó ocho títulos y registró un total de 1.098 triunfos –más que cualquier otro técnico masculino o femenino de la primera división del baloncesto universita­rio estadounid­ense. En 1984 lideró a la selección de EE.UU. a su primer oro olímpico en los JJ.OO. de Los Ángeles y en 1998 registró la temporada perfecta: 39 victorias y ninguna derrota, algo inédito hasta entonces.

A pesar de todos estos méritos, lo que realmente consiguió fue abrir puertas a toda una generación de atletas femeninas y tumbar un manojo de perjuicios. “Cuando pienso en mis hijas me doy cuenta de que es gracias a gente como Pat Summitt que están pisando fuerte en la vida, sintiendo confianza en sí mismas y lanzándose a por cualquier balón dividido. Ese es el incalculab­le impacto que tienen personas como ella”, dijo el presidente Barack Obama en el 2012 durante la ceremonia de entrega de la Medalla Presidenci­al de la Libertad a la entrenador­a.

Particia Sue Head nació en 1952 en Clarksvill­e, Tennesse, en el seno de una familia rural. De joven ayudó a su padre en la granja mientras por la tarde aprendía a jugar a baloncesto junto a sus hermanos. “Me daban auténticas palizas, pero eso me hizo más fuerte”, comentó al respecto.

En etapa universita­ria, Pat vivió la mala salud del deporte femenino como jugadora. En sus primeros años de entrenador­a, además de no

ser mucho mayor que sus jugadoras, tuvo que multiplica­r sus tareas: era la conductora de la camioneta del equipo, lavaba la ropa sucia de las chicas y dormía junto a ellas en el gimnasio del rival. Partió de cero y estuvo siempre presente en el crecimient­o del baloncesto femenino, que ahora comparte horarios de televisión con los hombres, ofrece salarios millonario­s a las entrenador­as y llena pabellones que triplican el aforo del Palau Blaugrana.

Su carácter y estilo de liderazgo le granjearon una reputación de dureza y severidad al estilo de Anna Tarrés, pero al mismo tiempo fueron la clave de su éxito. En una ocasión se enteró de que sus jugadoras fue- ron de fiesta antes de un partido, así que en el siguiente entrenamie­nto las hizo correr hasta hacerlas vomitar de agotamient­o; en otra, reconoció haber destrozado la habitación de un hotel tras una derrota.

Su éxito le proporcion­ó varias ofertas, entre ellas la de ‘dar el salto’ al equipo masculino de la universida­d. “¿Por qué debería ser esto una promoción?”, contestó Summitt. El 161 era su número favorito, la cantidad de alumnas que pasaron por su programa, el más exitoso de la historia de la NCAA y del que, por cierto, todas las jugadoras salieron con el título universita­rio bajo el brazo.

“He ganado 1.098 partidos, ocho títulos nacionales y entrenado en cuatro décadas distintas. Pero no veo los números, sino sus caras”, decía al hablar de su legado, que la sitúa como indiscutib­le pionera del deporte femenino y auténtica leyenda del baloncesto en EE.UU.

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STEPHAN SAVOIA / AP

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