Negación de la realidad
Los manteros son el paradigma de la ilegalidad: los vendedores no tienen permiso de residencia, el producto es una copia fraudulenta y la actividad se produce ocupando ilícitamente el espacio público.
Sin embargo, los vendedores representan, a su vez, el paradigma de las víctimas de un orden global injusto: inmigrantes sin papeles, subsaharianos y pobres. Por ello, para ciertos integrantes del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Barcelona y de la oposición (CUP), así como para una parte de su electorado, la represión de esta actividad constituye un tabú. En consecuencia, el número de manteros se ha multiplicado hasta la extravagancia.
Ahora bien, esa actividad ocasiona daños a terceros. En primer lugar, a los vendedores legales de los productos originales, que pagan impuestos y contribuciones a la Seguridad Social. Ya están movilizados y terminarán demandando al Ayuntamiento y exigiéndole una indemnización que pagaríamos entre todos. En segundo lugar, a los trabajadores del tercer mundo. Es posible exigir a los propietarios de las marcas originales que la cadena de producción evite el trabajo infantil, las condiciones laborales para esclavistas o la violación de las más elementales normas de protección del medio, pero es imposible hacerlo con las copias fraudulentas.
Como todas las personas bloqueadas por un tabú, el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Barcelona propone soluciones que pertenecen al mundo de la fantasía. En primer lugar, que la Guardia Urbana ocupe permanente-
El gobierno de Ada Colau propone soluciones para el ‘top manta’ que pertenecen al mundo de la fantasía
mente los espacios más atractivos hasta que los vendedores acaben cansándose y se marchen a otras ciudades. Es inevitable que esta estrategia dé lugar a actos de violencia que desprestigiarán a la Guardia Urbana.
En segundo lugar, el equipo de gobierno municipal se propone la recolocación de los vendedores en actividades legales. Este objetivo, que todos debemos aplaudir, no constituye por sí solo una solución, ya que, en el supuesto que tuviera éxito, los vendedores serian sustituidos por otros vendedores recién llegados. La negación de que hay un número potencialmente ilimitado de personas dispuestas a venir si las condiciones lo permiten es una fantasía frecuente entre nosotros, pero fantasía al fin y al cabo.
Si el equipo de la alcaldesa Ada Colau estuviera constituido por la Iniciativa de los Saura, Camats y Herrera, el final de la historia sería previsible: a base de inacción, el electorado, harto, votaría un equipo de orden, ellos volverían a la cómoda oposición y desde allí seguirían moralizándonos. Como todo indica que Colau no ha venido al mundo sólo a predicar, podemos estar seguros de que, tarde o temprano, el Ayuntamiento de Barcelona dejará de tolerar a los manteros.