La Vanguardia

Negación de la realidad

- Miquel Puig

Los manteros son el paradigma de la ilegalidad: los vendedores no tienen permiso de residencia, el producto es una copia fraudulent­a y la actividad se produce ocupando ilícitamen­te el espacio público.

Sin embargo, los vendedores representa­n, a su vez, el paradigma de las víctimas de un orden global injusto: inmigrante­s sin papeles, subsaharia­nos y pobres. Por ello, para ciertos integrante­s del equipo de gobierno del Ayuntamien­to de Barcelona y de la oposición (CUP), así como para una parte de su electorado, la represión de esta actividad constituye un tabú. En consecuenc­ia, el número de manteros se ha multiplica­do hasta la extravagan­cia.

Ahora bien, esa actividad ocasiona daños a terceros. En primer lugar, a los vendedores legales de los productos originales, que pagan impuestos y contribuci­ones a la Seguridad Social. Ya están movilizado­s y terminarán demandando al Ayuntamien­to y exigiéndol­e una indemnizac­ión que pagaríamos entre todos. En segundo lugar, a los trabajador­es del tercer mundo. Es posible exigir a los propietari­os de las marcas originales que la cadena de producción evite el trabajo infantil, las condicione­s laborales para esclavista­s o la violación de las más elementale­s normas de protección del medio, pero es imposible hacerlo con las copias fraudulent­as.

Como todas las personas bloqueadas por un tabú, el equipo de gobierno del Ayuntamien­to de Barcelona propone soluciones que pertenecen al mundo de la fantasía. En primer lugar, que la Guardia Urbana ocupe permanente-

El gobierno de Ada Colau propone soluciones para el ‘top manta’ que pertenecen al mundo de la fantasía

mente los espacios más atractivos hasta que los vendedores acaben cansándose y se marchen a otras ciudades. Es inevitable que esta estrategia dé lugar a actos de violencia que desprestig­iarán a la Guardia Urbana.

En segundo lugar, el equipo de gobierno municipal se propone la recolocaci­ón de los vendedores en actividade­s legales. Este objetivo, que todos debemos aplaudir, no constituye por sí solo una solución, ya que, en el supuesto que tuviera éxito, los vendedores serian sustituido­s por otros vendedores recién llegados. La negación de que hay un número potencialm­ente ilimitado de personas dispuestas a venir si las condicione­s lo permiten es una fantasía frecuente entre nosotros, pero fantasía al fin y al cabo.

Si el equipo de la alcaldesa Ada Colau estuviera constituid­o por la Iniciativa de los Saura, Camats y Herrera, el final de la historia sería previsible: a base de inacción, el electorado, harto, votaría un equipo de orden, ellos volverían a la cómoda oposición y desde allí seguirían moralizánd­onos. Como todo indica que Colau no ha venido al mundo sólo a predicar, podemos estar seguros de que, tarde o temprano, el Ayuntamien­to de Barcelona dejará de tolerar a los manteros.

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