La tensión aflora el primer día del congreso de CDC
Aplazada la elección del nuevo nombre del partido ante el alud de reproches de las bases Las intervenciones críticas con la dirección reciben aplausos de la mayoría de los asistentes Las diferencias pueden ahondarse por la designación del número tres
La fundación del nuevo partido que tiene que sustituir a CDC ha encallado en la primera curva. Las propuestas de nombre de la nueva fuerza política formuladas desde el aparato que comanda Artur Mas –MésCatalunya (MésCat) o Catalans Convergents (CatConvergents)– no gustaron y fueron rechazadas ayer de plano en la primera sesión del congreso de refundación que se celebra hasta mañana en Barcelona.
El cónclave no podía empezar peor. Las dos posibles denominaciones que el entorno del expresidente de la Generalitat había guardado en secreto con sumo celo y que fueron presentadas por Jordi Cuminal suscitaron un alud de críticas tal, prácticamente unánime entre dirigentes, cuadros y militantes de base, que obligaron a la organización a posponer su votación después de un debate tenso e intenso, cercano a la tangana a ratos, que preludia un desarrollo del congreso mucho complicado de lo que podría preverse. La discusión, acompañada de silbidos, pataleos y aplausos, fue, de hecho, subida de tono, con alusiones contrarias tanto a las nombres propuestos como al procedimiento utilizado para escogerlos, y que algunos aprovecharon para censurar también la falta de renovación que supone, por ejemplo, crear un partido nuevo con Artur Mas y Neus Munté al frente.
Una desautorización en toda regla a los miembros del aparato de la antigua CDC que han preparado el cónclave de fundación del nuevo partido que se resolvió con la decisión de crear una comisión que estudiará qué nombre adopta finalmente la formación y cuándo se vota. La comisión se constituirá hoy, estará formada por los asistentes al congreso que deseen participar y estudiará las dos propuestas oficiales de nombre, todas las ideas que surgieron en el proceso participativo del llamado Torn Obert y aquellas otras que puedan surgir, y con votaciones eliminatorias configurará una parrilla que no se descarta que pudiera votarse coincidiendo con la elección de cargos prevista en otro congreso que se celebrará el día 23.
El caso es que el caldo de cultivo de las disensiones que ayer se visualizaron en torno a la creación de la nueva fuerza política que ha de tomar el relevo de CDC se había ido larvando en los últimos días a la vis-
ta de las divergencias que habían suscitado entre las distintas familias las propuestas puestas sobre la mesa por el aparato comandado por Artur Mas sobre todo en relación a la organización de la futura estructura de dirección. Y el debate del nombre no fue más que la gota que colmó el vaso e hizo estallar todas las diferencias acumuladas. Cómo condicionará esto el desarrollo del resto del congreso está por ver.
De momento, existen movimientos entre los distintos sectores –la plataforma Nova Convergència de Germà Gordó, el grupo Generació Llibertat, los liberales, los socialdemócratas...– para plantear la batalla, nombre a parte, sobre todo en dos frentes: la estructura de la dirección y las incompatibilidades. En relación a la estructura, muchos no comparten que su configuración esté tan teledirigida desde la cúpula e intentarán, por ejemplo, que los cargos de la dirección ejecutiva se puedan votar uno a uno y no en bloque y sus responsabilidades estén claramente definidas, de manera que exista, por ejemplo, la figura del secretario general o la del secretario de organización. Una pretensión que no esconde el rechazo de algunas familias a que Jordi Turull pueda acabar convirtiéndose, por la puerta de atrás dentro de un órgano de dirección colegiado, en el número tres de facto del futuro partido después de Artur Mas (presidente) y Neus Munté (vicepresidenta). Y respecto a las incompatibilidades la voluntad de estos sectores es que exista un régimen estricto de separación entre los cargos del partido y los institucionales que en la propuesta del aparato no se da.
El congreso de fundación de la nueva fuerza política lo abrió Artur Mas con una apelación a construir un partido, con vocación mayoritaria y de centralidad, que sea “consistente y atractivo, sólido y fresco, robusto y flexible” y que transmita “confianza y seguridad, pero también ilusión y esperanza”, con el objetivo de convertir a Catalunya en un “Estado catalán dentro de la UE”. Era el paso siguiente al decimoctavo congreso de CDC que certificó el entierro de la formación, cuando menos políticamente hablando. El encargado de bajar la persiana fue Xavier Trias, con una reivindicación agridulce del legado de Jordi Pujol: recordó que fue él quien diseño su sucesión en Artur Mas, aunque reconoció la necesidad que “tenemos de pedir perdón y liberarnos de las hipotecas del pasado” por los “errores” cometidos.
Pero después de la jornada de ayer el futuro es más incierto que nunca.
Mas quiere un partido consistente y atractivo para un Estado catalán en la UE
Trias reivindica el legado de Pujol, pero pide perdón y liberarse de hipotecas