La Vanguardia

“¿Es la mafia? ¿Cuánto cuesta dejar inválida a una mujer?”

La banda china desarticul­ada en Barcelona cobraba 6.000 euros por paliza

- MAYKA NAVARRO Barcelona

Las conversaci­ones grabadas por los Mossos d’Esquadra a la recienteme­nte desarticul­ada mafia china en Barcelona demuestran la brutalidad de sus métodos de extorsión.

La conversaci­ón está grabada durante las intervenci­ones telefónica­s que los Mossos d’Esquadra realizaron en los diez meses que duró la investigac­ión que ha permitido desarticul­ar a una peligrosa filial en Barcelona de las organizaci­ones criminales chinas. “¿Es la mafia?”, preguntan. Ante la respuesta positiva del interlocut­or, el hombre se interesa por las tarifas para dejar inválida a una compatriot­a. El mafioso advierte que debe comentar el trabajo “con los chicos”, pero que la tarifa para estos casos ronda los 6.000 euros. Un precio justo, se escucha. El cliente se compromete a enviar una fotografía de la víctima. Los protagonis­tas son chinos, algunos pertenecen a una segunda generación ya nacida en España.

La policía evitó hasta en tres ocasiones que a la mujer le rompieran las piernas. ¿Su delito? Negarse a traspasar su local y resistir a las presiones de otro compatriot­a que aspiraba a quedarse con su negocio.

Los delitos de los que están acusados la treintena de personas que integran esta organizaci­ón criminal forman parte de esas secuencias de mafiosos y extorsiona­dores que creemos que sólo forman parte del guión de una película. Pero no. La bang desarticul­ada, así se autodenomi­nan estás células criminauna les, estaba considerad­a una de la más peligrosas de la mafia china que opera en Europa y hacía gala de su primacía respecto al resto de las bandas de otras capitales españolas como Valencia o Madrid.

Los Mossos d’Esquadra empezaron a seguir la pista del grupo el pasado septiembre. Dos jóvenes chinos sufrieron una paliza en la discoteca Zich del Port Olímpic. Hasta aquí, nada que no pueda pasar un fin de semana. Pero las alarmas se encendiero­n cuando los vigilantes privados del hospital del Mar y los mossos que habían acudido a la clínica para interrogar a las víctimas descubrier­on que los agresores se habían colado en el centro sanitario para acabar el trabajo: matar a los dos chavales. Por suerte, se pudo evitar la nueva agresión.

Las primeras declaracio­nes hizo que el caso pasara a manos de la Unidad Central de Bandas Criminales. Hasta ese momento, esta unidad de los mossos se había especializ­ado en bandas juveniles latinas. Trabajar con la mafia china fue un reto de más de diez meses, de gran complejida­d por el idioma, por lo hermética que es la comunidad y por algo tan simple como la fisonomía de sus miembros. “Para nosotros, es muy difícil distinguir a uno de otro, tanto que se complicaro­n muchísimo los seguimient­os”, reconoce el responsabl­e de la unidad.

La estructura de la bang no es tan jerárquica como de respeto o de influencia. Están los hermanos mayores y los hermanos menores. Los primeros marcan los objetivos, los segundos los ejecutan. Con una gran movilidad en España y el resto de Europa, su nivel adquisitiv­o era altísimo, en consonanci­a con sus altos ingresos por el crimen.

Tocaban todos los palos. Se habían hecho con el monopolio del tráfico del kin, un tipo de ketamina que se esnifa como la cocaína y es muy popular en el ocio asiático. El gramo se paga a 30 euros. La banda no sólo distribuía al por mayor a traficante­s del resto de España, sino que mediante taxistas ilegales abastecía a los pequeños camellos

Los detenidos tenían el control en España de la venta de kin, una especie de ketamina muy popular en Asia

que vendían en los restaurant­es, prostíbulo­s y karaokes frecuentad­os por ciudadanos chinos.

El grupo estaba en plena expansión. Había alquilado un par de pisos en Badalona y Sants para plantar adormidera, opio. La inversión era de 60.000 euros por piso, y el diseño calcado al que tenía un compatriot­a en Amsterdam que le estaba generando grandes beneficios.

Las extorsione­s a comerciant­es era otra de sus especialid­ades. Cobraban en función de lo que creían que ganaba en dinero negro el establecim­iento. Un importador de artículos del polígono sur de Badalona podía llegar a pagar hasta 30.000 euros al mes para que le dejaran tranquilo. “Alguno acabó huyendo a su país, incapaz de asumir el miedo”, asegura el sargento de los Mossos. También gestionaba­n varios pisos con prostituta­s chinas y a mujeres que movían de un lugar a

La policía impidió tres veces que rompieran las piernas a una mujer; su delito fue negarse a traspasar su local

otro, según la demanda de clientes.

No tenían un pelo de tontos. Con los beneficios habían abierto un negocio de exportació­n a china de jamón y vino español que aprovechab­an para blanquear el dinero del crimen organizado. Otra fuente de ingresos era la venta de relojes. En connivenci­a con tres importante­s relojerías de Barcelona, compraban relojes de alta gama como si se tratara de turistas y recuperaba­n el IVA a través del tax free. Había días que habían llegado a comprar una decena de relojes a precios desorbitad­os. De ahí los registros a los tres establecim­ientos y la imputación de tres de sus empleados.

La operación se saldó con 25 detenidos. Ocho, entre ellos dos menores, permanecen en prisión.

 ?? MOSSOS D'ESQUADRA ?? Varios miembros del grupo de Barcelona desarticul­ado por los Mossos d’Esquadra, en una fotografía compartida por ellos en Facebook
MOSSOS D'ESQUADRA Varios miembros del grupo de Barcelona desarticul­ado por los Mossos d’Esquadra, en una fotografía compartida por ellos en Facebook
 ?? LLIBERT TEIXIDÓ / ARCHIVO ?? Detención de un grupo de extorsiona­dores, el pasado junio, en la calle Bailèn de Barcelona
LLIBERT TEIXIDÓ / ARCHIVO Detención de un grupo de extorsiona­dores, el pasado junio, en la calle Bailèn de Barcelona

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