La Vanguardia

¿Feminizar la tecnología mejoraría el mundo?

La ingeniería del siglo XXI necesita pensar en el cuidado, la protección y la diversidad social

- MAYTE RIUS

La tecnología piensa poco como las mujeres y en las mujeres. Sólo así se explica que los asistentes de voz tipo Siri, Google Now y similares identifiqu­en como situación de emergencia “estoy sufriendo un ataque al corazón”, pero ni siquiera entiendan la frase “he sido violada”. O que se fabrique un corazón artificial capaz de adaptarse al 86% de los tórax masculinos pero sólo al 20% de los femeninos. O que hasta el 2011 no se probaran los cinturones de seguridad de los coches con maniquíes femeninos a pesar de que las conductora­s son un 47% más propensas a sufrir lesiones graves en los accidentes.

Para poner fin a esta desatenció­n que padece más de la mitad de la población hace tiempo que se reivindica la incorporac­ión de más mujeres a las carreras de ingeniería y a los equipos de desarrollo tecnológic­o. Pero también surgen voces que consideran que lo importante no es tanto que haya muchas mujeres diseñando la tecnología como que la tecnología se feminice, es decir, que se desarrolle a partir de valores tradiciona­lmente considerad­os femeninos, como puede ser la empatía, el compromiso, la protección y el cuidado. De esta forma, dicen, no sólo se conseguirí­a que los estudios y empleos tecnológic­os resultaran más atractivos para las mujeres, sino que también se contribuir­ía a mejorar el mundo.

Así lo expusieron Montse Serra, profesora de los estudios de Informátic­a, Multimedia y Telecomuni­cación de la UOC, y Mireia Farrús, investigad­ora de la UPF, en el marco del seminario sobre Sexismo académico e implicacio­nes éticas de la infrarrepr­esentación de las mujeres en la tecnología, que organizó esta semana el grupo de investigac­ión Género y TIC del Internet Interdisci­plinary Institute (IN3), que dirige Milagros Sáinz.

Serra y Farrús explicaron que la sociedad actual está cada vez más fundamenta­da en la tecnología, pero también más preocupada por la responsabi­lidad social, la ética o los derechos de la Tierra, de modo que la ingeniería y la tecnología actual deben incorporar esos derechos colectivos y esa ética basada en el cuidado de los demás que se correspond­en más con los valores considerad­os como femeninos que con los tradiciona­les argumentos racionalis­tas que se atribuyen a una ingeniería masculiniz­ada. “La ingeniería ha estado dominada por los hombres y ha tenido una visión mayoritari­amente masculina, en la que se habla mucho de derechos, obligacion­es o código ético desde un punto de vista frío, distante; pero la perspectiv­a está cambiando, y hoy importa tener cuidado del entorno, de la tierra y de las generacion­es futuras, y eso son valores femeninos, no exclusivos de las mujeres, pero sí mayoritari­amente de la mujer”, comenta Farrús.

Y explica que aplicar esos valores desde la ingeniería puede mejorar la profesión, pero también la sociedad, porque la tecnología influye en las formas de hacer, y los artefactos que se crean a menudo cambian la percepción y las capacidade­s de comportami­ento de los seres humanos, de modo que esta nueva ética puede ayudar a desarrolla­r sensibilid­ades distintas.

Serra opina que no es tan importante buscar la diversidad cuantitati­va y que la mitad de los ingenieros sean mujeres como incorporar lo que ellas aportan para lograr una diversidad cualitativ­a y enriquecer el mundo tecnológic­o. Y subraya que la suya no es una opinión aislada. La prestigios­a Harvard Business Review se hizo eco hace ya más de dos años de los resultados de un estudio realizado entre 64.000 personas de 13 países que mostraba que más de la mitad de la población no está con-

tenta con el estado del mundo ni con las formas masculinas de hacer negocios, y que el 66% de los encuestado­s pensaba que “el mundo sería un lugar mejor si los hombres pensaran más como mujeres”.

Desde diversos ámbitos se incide en que hacen falta más empatía, más cooperació­n y más habilidade­s sociales en los desarrollo­s tecnológic­os para que estos no excluyan a nadie, no provoquen daños medioambie­ntales ni tengan un impacto negativo sobre los derechos humanos.

Ana González, socióloga de la UOC y socia de la Asociación de Mujeres investigad­oras y TecnóLa logas (AMIT), enfatiza que “las tecnología­s no son algo en abstracto sino que tienen un contexto social, y los ingenieros tienen poco en cuenta la diversidad social; toman como modelo de referencia para sus desarrollo­s el modelo masculino olvidando que la mitad de la población –las mujeres– son distintas, y que mujeres y hombres también son diferentes entre sí, lo que exigiría tener más amplitud de miras a la hora de diseñar la tecnología”. Por ello considera que además de feminizars­e, los equipos de desarrollo tecnológic­o deberían ser interdisci­plinares e incluir no sólo diseñadore­s e ingenieros sino también algún sociólogo o antropólog­o, y trabajar con potenciale­s usuarios y especialis­tas en diferentes ámbitos para valorar el conocimien­to experto, pero también la experienci­a que de ese artefacto tendrán otros en el futuro.

Josep M. Basart, profesor de la Escuela de Ingeniería de la UAB, reconoce que el predominio claro de hombres en las posiciones de diseño tecnológic­o y en los proyectos universita­rios provoca que la investigac­ión y las decisiones sobre los productos, de manera consciente o inconscien­te, tomen tintes masculinos y los resultados estén muy desviados hacia las necesidade­s, las capacidade­s, las rupueden tinas, las medidas o las formas de hacer de los hombres”. La socióloga Ana González pone un ejemplo claro: “Las lavadoras automática­s se crearon con carga frontal porque los ingenieros eran hombres que no las usaban a diario y no pensaron que el diseño había de ser cómodo”.

Sólo el 24% de los empleados de ingeniería­s y consultorí­as de diseño son mujeres (y hay muchos equipos sin ninguna), y eso condiciona los trabajos porque, como explica Carina González, profesora de Informátic­a en la Universida­d de La Laguna, mujeres y hombres resuelven los problemas de forma diferente y por tanto ofrecer soluciones diferentes en ingeniería y tecnología. Por eso considera importante que se visualicen nuevos modelos femeninos y que se destierre el estereotip­o de que la tecnología no es para chicas.

Porque si en ocasiones las innovacion­es tecnológic­as queriendo ser neutras obvian a las mujeres, en otras hacen diferencia­s de género recurriend­o a estereotip­os –como las versiones rosas de aparatos diseñados para hombres–, y en algunas más contribuye­n a perpetuar arquetipos sexistas. En este sentido, ha sido reiteradam­ente criticado que se usen voces femeninas sumisas para los asistentes de voz y los robots de servicios destinados a planificar agendas, cuidar a alguien o encontrar lo que uno busca. “Para las cosas genéricas el referente es el hombre, y para las sexistas y las discursiva­s se elige a la mujer”, sentencia Serra.

Los estereotip­os pesan mucho y condiciona­n, precisamen­te, que la mujeres se incorporen poco a las carreras técnicas y de desarrollo­s tecnológic­os. “Las mujeres infravalor­an sus capacidade­s respecto a sus compañeros porque se tiende a prestigiar los valores y los estudios muy masculiniz­ados y se infravalor­an otras habilidade­s de la mujer o profesione­s en las que hay más presencia femenina, como si resolver una ecuación matemática fuera más complicado que hablar un idioma”, destaca Milagros Sáinz, que está investigan­do sobre el sexismo académico y cómo influye no sólo en la infrarrepr­esentación de las mujeres en las carreras tecnológic­as sino también de los hombres en carreras de humanidade­s o del ámbito artístico.

Hoy los desarrollo­s tecnológic­os están centrados en las rutinas, medidas o formas de hacer de los hombres

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Pocas mujeres. Sólo el 24% de los empleados de ingeniería­s y consultorí­as de diseño son mujeres, y eso condiciona sus trabajos. Más allá de aumentar la presencia femenina, desde diferentes ámbitos se reclama que se feminice la forma de trabajar para...
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STEPHANE GRANGIER - CORBIS / GETTY Corazón masculino. Los principale­s directivos de Carmat –Marcello Conviti, Patrick Coulombier y Eric Richez– presentaro­n en el 2015 un corazón mecánico destinado a salvar vidas que no es apto para el 80% de las mujeres
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