“Allez les bleus!”
Hoy, a las 21 h, en el estadio Saint-Denis se juega la final de la Eurocopa de fútbol entre los equipos de Francia y Portugal. El jueves, en el partido de semifinales entre Francia y Alemania que se disputó en el Vélodrome de Marsella, ganó Francia, no porque jugase mejor, sino porque Alemania, que le era superior, cometió un par de errores que Antoine Griezmann, Grizi, el delantero francés del Atlético madrileño, aprovechó para conseguir la victoria (2a 0). En medio de la llamada operación Catalunya, protagonizada por el impresentable Jorge Fernández Díaz y, otro que tal, el magistrado De Alfonso, el fútbol no deja de ser una válvula de escape. A las nueve, cuando empieza a oscurecer, frente a la tele –una tele sorda, eso sí–, con un buen cigarro habano y un negroni –de los míos, que me preparo yo–, el fútbol puede convertirse en algo que no diré que sea fascinante, pero sí la mar de agradable.
No creo que el partido del jueves, el Francia-Alemania, despertase la curiosidad de mis contertulios del bar Oller y, en caso afirmativo, debió de ser una curiosidad muy inferior a la que experimentaron ante el Portugal-Gales. En aquel partido había un jugador del Real Madrid que les caía gordo –Cristiano Ronaldo, quién iba a ser–, y un equipo de un país pequeño y orgulloso, al que asociaban feliz y fácilmente con su querida Catalunya; un equipo con un jugador excepcional –Gareth Bale–, al que admiran, olvidándose de que es otra figura del eterno rival: el Real Madrid. Perdió Gales y, aquella noche, mis amigos dieron por finalizado el campeonato de la Eurocopa. Lo que pudiese ocurrir después de aquel partido ya no era de su interés, por no decir que les importaba un comino.
Conozco a algunos pericos a los que el Espanyol les interesa más que el fútbol o, dicho de otro modo, a los que el fútbol no les interesaría si no existiese el Espanyol, que identifican con un abuelo o un padrino de su infancia. Y otro tanto me ocurre con algunos culés, para los que el Barça forma parte de su familia. Pues bien, entre los franceses pasa algo parecido. Conozco a franceses a los que el fútbol no les dice gran cosa, pero que se dejarían matar por el equipo de su pueblo, de su ciudad o de su patria. El viernes, en el Vélodrome de Marsella, había franceses que lloraban de alegría cuando Grizi , de penalti, metió su primer gol en la portería de Manuel Neuer –dicen que el mejor portero del mundo–. Era el gol de un francés contra un alemán. Pero, aquella noche, en el Vélodrome, también había más de un marsellés, de la banlieue marsellesa, a los que aquel disparo del delantero francés –un sabio disparo, engañó por completo al gran Neuer–, todo y producirles una gran alegría, les debió de dejar un cierto mal sabor de boca. ¿Por qué? Porque les hubiese gustado que el gol lo hubiese marcado Karim Benzema, el jugador francés de origen magrebí descartado de la selección francesa, junto con Hatem ben Arfa, por Didier Deschamps. ¿Quién ganará hoy? Sin duda, el mejor o el más afortunado, pero, en el caso de que pierda Francia, no duden de que más de un aficionado francés echará la culpa a Deschamps por haber descartado a Karim Benzema.
A otra cosa, mariposa. Mañana, el presidente Barack Obama debía almorzar en el palacio Real de Madrid invitado por los reyes de España (el almuerzo se anuló ayer). Leo en los papeles que la Casa Real había invitado a unas 100 personas entre las que se encontraban, amén del Gobierno en funciones, los líderes del PSOE, de Podemos y de Ciudadanos. Al parecer, no había sido invitado ningún líder de los partidos vascos y catalanes. ¿Por qué? Lo ignoro, aunque a buen seguro debe de existir alguna “justificación” diplomática. De todos modos, se me antoja una descortesía, por no decir algo más feo. Dicen los papeles que debían asistir representantes de las altas instituciones del Estado y de la vida empresarial, cultural y política. Pero sin precisar a quienes, lo cual dio pie a una radio catalana para afirmar que “el único catalán invitado a dicho almuerzo es el jugador de baloncesto Pau Gasol”. Supongo que lo debió de decir en coña. Estoy convencido de que además de algún que otro empresario catalán, la Casa Real tuvo el acierto de invitar a la académica Carme Riera y a uno o dos hijos naturales de Xavier Cugat. Faltaría más.
Hablando de figuras de la cultura catalana, me han sorprendido las palabras de Albert Boadella, fundador y director que fue del grupo teatral Els Joglars. Boadella, enemistado desde hace años con Catalunya, ha comparado a los dirigentes políticos catalanes
Boadella comparó a los políticos independentistas con los jerarcas del nazismo; siempre le encantó soltar brutalidades
soberanistas o independentistas con los jerarcas del nazismo y ha afirmado que “se merecen un juicio como el de Nuremberg”. Hace muchos años que conozco a Boadella. Yo era un pobre crítico teatral cuando él era ya una primera figura de la escena catalana, el creador de aquel estupendo Ubú, rei (en el Lliure) en el que la Moreneta se dormía escuchando un discurso de Jordi Pujol, con tan mala fortuna que se le caía la bola del mundo y… Boadella –gracias, maestro– me hizo famoso en una noche: me mandó fusilar, simbólicamente, en el escenario del Teatre Municipal de Girona y, una vez muerto, me escupió a la cara a la vez que me gritaba “¡borracho!”. No creo que Boadella hable en serio cuando dice que Puigdemont, Junqueras y tutti quanti “se merecen un juicio como el de Nuremberg”. A Boadella siempre le encantó soltar brutalidades como esta, pero creo que esta vez se ha pasado. Me pregunto si no estará mal de la cabeza. Confío, deseo, que no sea así.