La Vanguardia

¡Viva Cap Roig!

Rod Stewart, convertido en todo un ‘entertaine­r’, transforma los Jardines de Cap Roig en un escenario de Las Vegas

- SALVADOR LLOPART Cap Roig

Una puesta en escena vibrante y una gran banda arroparon al cantante de éxitos como ‘Maggie May’

Hubo un tiempo, allá en los setenta, en que Rod Stewart fue joven. Un joven roquero de la élite del rock inglés. Y cada noche, con los Faces, junto a Ronnie Wood, le echaba un pulso a la vida (y a los Rolling Stones). Luego, en los ochenta, ya en solitario, después de que los Stones le robaran a Ronnie, se transformó en un hortera simpático: rubio de peluquería y hasta arriba de whisky (del bueno) y de cocaína. Pero su singular y arenosa voz seguía ahí. Y ahí sigue. Esa voz que parece que le sale del corazón y se le quiebra en la garganta. Con la misma tesitura, más frágil si se quiere, menos rotunda, pero igual de efectiva. Esa voz rota con la que anoche Rod Stewart afrontó en Cap Roig buena parte de su repertorio.

El más conocido y aplaudido. Canciones que hicieron girar hacia atrás las manecillas del reloj. Ahora Stewart tiene setenta años (o más) y forma parte, bueno, de la leyenda del rock. Ha tendido suerte: ha sobrevivid­o (otros no). Y sigue con entusiasmo, o eso parece. Como demostró anoche ante el público de Cap Roig. Más de dos mil personas –ni un asiento libre– llenaban el espacio de los jardines adecuado para el concierto. Dos mil gargantas que, en ciertos momentos, coreaban los estribillo­s de aquellas viejas canciones, las más conocidas. De pie a la primera de cambio. Sonaron hermosas y sentidas baladas, como Maggie May o Tonight’s the night con el publico cantando a cappella, sin musica, siguiendo a Rod. O baladas resultonas como aquello de Hot legs o Do you think I’m sexy? (¿Piensas que soy molón?). Anoche Rod Stewart recordó su pasado con alegría. Miró hacia atrás sin ira, y volvió a cantar buena parte de los hits que lo han hecho grande.

Pero uno diría que cantó de otra manera. Sin la insensatez desatada del loco borrachuzo que fue, sin la urgencia de antes. Cuando en cada canción parecía que le iba la vida. Sin riesgo y con lo justo de emoción. Pero con alegría. Anoche, en Cap Roig, sonó Tonight’s the night, el viejo éxito, que fue uno de los primeros temas de la velada. Esta noche es la noche, pues, y todo va a salir bien. Y salió, claro. Como estaba previsto. Y es que Some guys have all the luck, o sea, algunos tipos acaparan la suerte, como dice otras de las canciones que anoche resonó en el concierto. Stewart ha tenido suerte, efectivame­nte. Pero no toda: hace años se enfrentó a una seria enfermedad de sus cuerdas vocales. No se puede estar machacando la garganta toda la vida, como él, sin sufrir las consecuenc­ias. Fue años atrás, a principio de la década del 2000, cuando se puso a cantar en plan crooner los viejos temas del cancionero americano que hicieron grande a Sinatra y a otros. Pero que a él le sentaron fatal. Ahora está casi recuperado.

No; esas no eran sus canciones. Anoche, en Cap Roig, se notaba que Stewart ha aprendido cuál es su sitio y sabe jugar en la zona de confort. Ahora es un cantante sabio, capaz de orquestar un espectácul­o entretenid­o y profesiona­l. Con el rock en el centro. Rodeado de una banda más que competente: diez personas –seis mujeres entre ellos, con faldas escocesas– riéndose por el escenario bajo un resultón juego de luces,v girados al blanco al azul. Un show a lo grande. Con dos partes. ¿Dónde fue Rod Stewart? Por un momento Cap Roig parecía las Vegas. ¡Viva Las Vegas! Elvis Presley se retiró a la capital del juego, ahíto de hamburgues­as, aunque fuera de forma edulcorada. Rod Stewart, mejor conservado a sus setenta años que aquel orondo Elvis de apenas cuarenta –parodia de sí mismo– ha he- cho algo parecido. Pero ha decidido no quedarse quieto y pasear Las Vegas por el mundo. El rock como espectácul­o, Chaqueta blanca, pantalones negros, como al viejo Elvis. Así se presentó en Cap Roig. Eleganteme­nte hortera, recibido con fanfarria musical. ¿Era aquello Soul finger, de los Bar-kays? El arranque fue, por sí mismo, toda una declaració­n de principios: Having a party: tengamos una fiesta, una resultona versión de un tema de Sam Cooke. Y luego nos contó que nadie lo quería, en sus primeros tiempos de rock’n’roller. También sono Chuck Berry, Y es que Stewart, más que compositor, ha sido toda su carrera musical un gran versionead­or. Con personales aproximaci­ones a Downtown train, de Tom Waits. O The first çut is the deepest: el primer corte sigue siendo el más profundo, efectivame­nte. Y el corte más afilado Stewart lo consigue con baladas como esas dos citadas antes. Cantadas cerca del público.

Baladas como Have I told you lataly... , de Van Morrison, otra versión también, que Stewart sigue interpreta­ndo con convicción. Mucho mejor que cuando se pone en plan entertaine­r de Las Vegas, donde el riesgo deja paso al trabajo bien hecho y a la diversión. Pero sin ese punto de sinceridad que alcanza en la mejores canciones. ¡Viva el espectácul­o! Anoche entretuvo a Cap Roig, es cierto. Pero emocionó poco. Y encima su equipo había anunciado que acabaría con la odiosa Do you think I’m sexy? ¿Por qué, Rod?

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