La Vanguardia

La sonrisa de Francia

La generación de Griezmann y Pogba devuelve la alegría a un país convulso

- ANTONI LÓPEZ TOVAR

Banderas tricolores en comercios, en domicilios, en coches. La selección de Didier Deschamps ha devuelto el orgullo y la sonrisa a un país asolado por el terrorismo, la crisis, la conflictiv­idad social y dividido por la cuestión racial. El jueves, en la semifinal contra Alemania, el fútbol convocó delante de los televisore­s a 20 millones de franceses y la victoria provocó manifestac­iones de euforia en calles y plazas de todo el Hexágono, convertido en un factor de cohesión y esperanza de primer nivel. Francia se ha ganado el derecho a soñar con una generación de jóvenes futbolista­s que augura una larga trayectori­a de competitiv­idad del equipo bleu. Pero en muchas viviendas también ondea la bandera de Portugal. Francia acoge un millón de personas de origen portugués –Lopes, Adrien Silva y Guerreiro nacieron allí– y muchos invocan un triunfo de As quinas. Una parte sustancial de los bares de determinad­as zonas de París son regentados por gentes de ascendenci­a lusa, como ocurre en Barcelona con los chinos, establecim­ientos convertido­s en oasis de adoración a Cristiano Ronaldo y compañía.

A Francia le costó creer en la Eurocopa. Los problemas previos de la selección –con Benzema atribuyend­o su ausencia a motivos racistas–, los múltiples frentes de conflicto del país, donde las huelgas de servicios públicos son frecuentes, o las batallas campales en Marsella encendidas al comienzo por radicales rusos e ingleses dejaron el torneo en un plano secundario. Poco a poco el fútbol ha ido regando todas las arterias del país y la selección se ha convertido en un espejo en el que mirarse: el esfuerzo, las sonrisas, la solidarida­d. Los bleus han pasado a representa­r los valores de la República, con un Didier Deschamps perspicaz, coherente, mesurado y un grupo multiétnic­o de futbolista­s que cuenta incluso con el apoyo del Frente Nacional, el partido ultra que en 2006 juzgó “exagerada la proporción de jugadores de color” coincidien­do con la derrota contra Italia en la tanda penaltis de la final del Mundial.

Griezmann, Grigri o Grizou ha sido definido con frecuencia en los medios como el yerno ideal. Es el estandarte de una generación de jóvenes valores como Umtiti (22 años), Digne (22), Kanté (25), Pogba (23), Coman (20) o Martial (20) que anuncia una era de fortaleza bleu. El delantero del Atlético de Madrid personific­a la esperanza de Francia de conquistar el cuarto gran título (tiene 2 Eurocopas y un Mundial) 16 años después de la Euro que levantó en Rotterdam al batir a Italia en la final y a Portugal en las semifinale­s.

Hace más de 40 años que Portugal no consigue batir a Francia, pero la selección lusa no busca

resarcirse de esta eterna serie de desengaños, sino de la final de la Eurocopa del 2004 que perdió en Lisboa. El equipo de Figo, Deco o Cristiano Ronaldo se postró (0-1) ante la humilde Grecia. Ahora la selección de Fernando Santos juega como aquella selección helena, muy feo y con la prioridad casi exclusiva de contener, pero las críticas iniciales se han ido disipando a medida que As quinas han ido avanzando hasta la gran final, un partido en el que se extremarán las medidas de seguridad, que han sido excepciona­les durante todo el campeonato de acuerdo con el estado de excepción a que está sometido el país.

Ante la segunda final de la historia de Portugal, los jugadores se mostraron muy distendido­s durante los 15 minutos abiertos de su entrenamie­nto de ayer, en el que participó Pepe, ausente de la semifinal contra Gales a causa de un problema en un muslo del que se ha recuperado. “Significa mucho para mí jugar una final con mi país –explicó el central del Real Madrid–. Queremos darles una alegría a los portuguese­s. Habrá 11 millones de personas detrás de los 11 que jueguen y los suplentes. Queremos hacer historia para el fútbol portugués”. Pero Francia juega en casa y además juega bastante mejor.

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FRANCK FIFE / AFP Pogba, en presencia de Umtiti, de espaldas, intentando un malabarism­o durante el entrenamie­nto del equipo de Francia, ayer en Clairfonta­ine
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