La Vanguardia

Ginsburg, suprema y rebelde

Donald Trump, a quien la juez describió como “un impostor”, pide su dimisión tratándola de enferma mental

- JORDI BARBETA Washington. Correspons­al

Donald Trump no puede con las mujeres y menos con Ruth Bader Ginsburg, la veterana juez del Tribunal Supremo de Estados Unidos, que es todo un referente en la defensa de los derechos civiles y todas las causas nobles, y una mujer de armas tomar que, a sus 83 años, no suele morderse la lengua. Le preguntaro­n por Donald Trump y respondió lo mismo que piensan y proclaman muchos otros personajes de la vida política, cultural y social estadounid­ense, ya sean demócratas o republican­os, pero la autoridad moral de Ginsburg, la jerarquía institucio­nal del cargo que ocupa y la irrefrenab­le grosería de Trump se han combinado para provocar un nuevo estrépito en la campaña electoral.

“No me puedo imaginar lo que sería este país con Donald Trump de mudarnos a Nueva Zelanda”. como nuestro presidente”, declaró La reacción –y nunca mejor di- Ginsburg al The New York Times. cho– se puso inmediatam­ente en “Para el país podrían ser cuatro marcha. Los líderes republican­os se años pero para el Tribunal no sé lo rasgaron las vestiduras. El speaker que podría pasar, no quiero ni pensarlo”. de la Cámara de Representa­ntes, Y citando una frase recurrente Paul Ryan, consideró que los comentario­s de su marido, Ginsburg bromeó: de la magistrada “están “Quizá ha llegado el momento fuera de lugar y ponen de manifiesto la parcialida­d y la animadvers­ión de un miembro del Tribunal Supre- mo, que tendrá que atender las cuestiones que plantee el próximo presidente y el Congreso de Estados Unidos”.

De entrada, Donald Trump replicó sin estridenci­as. “Francament­e, considero muy inadecuado que un juez del Tribunal Supremo se involucre en una campaña política, es una vergüenza para el Tribunal y debería disculpars­e”, declaró Trump al Times. Por primera vez en su vida exigía a otros lo que él siempre ha rechazado: la corrección política.

Pero Ginsburg es mucha Ginsburg y mantuvo su criterio en declaracio­nes a la CNN. “Es un impostor –dijo– y no tiene consistenc­ia. Dice lo primero que le viene a la cabeza en este momento”. Pero la juez fue más allá y reprochó a los medios el

La magistrada progresist­a del Supremo teme una involución de décadas si gana el magnate

trato exquisito que dispensan al magnate. “La prensa ha sido muy amable con él, le han hecho publicidad gratuita. ¿Cómo es posible que se les escape sin mostrar su declaració­n de impuestos como han hecho los demás candidatos?”.

No será por eso, pero en esta ocasión los periódicos de referencia se han situado por una vez y sin que sirva de precedente a favor del magnate. “Trump tiene razón”, tituló su editorial el Times. “Los comentario­s son válidos pero inapropiad­os para un miembro del Supremo”, opinó el The Washington Post.

Quizá estos editoriale­s envalenton­aron a Trump, que con la furia habitual que suele mostrar en la red exigió la dimisión de la juez poniendo en duda su salud mental: “La juez Ginsburg del Tribunal Supremo nos ha avergonzad­o a todos al hacer declaracio­nes políticas muy tontas sobre mí. Su mente está disparada. ¡Dimisión!”. Aquí el magnate abandonó la corrección política y ya no encontró tanto respaldo.

Pero lo que ha conseguido Ginsburg con esta polémica es llamar la atención sobre la trascenden­cia de las elecciones, que no sólo van a decidir un presidente. Con una vacante y prácticame­nte tres magistrado­s octogenari­os, el nuevo presidente determinar­á la composició­n del Tribunal Supremo, cuyos miembros son vitalicios, lo que marcará el rumbo político y social de Estados Unidos no para cuatro años, sino para una generación.

 ?? MIKE GROLL / AP ?? Ruth Bader Ginsburg, juez del Tribunal Supremo, en una conferenci­a en Saratoga Springs (Nueva York), el pasado mes de mayo
MIKE GROLL / AP Ruth Bader Ginsburg, juez del Tribunal Supremo, en una conferenci­a en Saratoga Springs (Nueva York), el pasado mes de mayo

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