La Vanguardia

Retorno a Andratx

- Pilar Rahola

Cada mes de julio, desde hace siete años, retorno a Baltasar Porcel. Es mi particular homenaje al gran escritor que, durante décadas, llenó este espacio de La Vanguardia con su sarcasmo punzante y su inteligenc­ia indómita. Cuando empecé a escribir en este rincón privilegia­do, las palabras retenían su aroma, cautivas para siempre de su magia literaria. Y, como no podía ser de otra manera, entré como se entra en los templos, cautivada y con un profundo respeto. Y, confieso, asustada por el reto... Desde bien joven, Porcel había sido uno de mis escritores referencia­les, una pluma literaria a la que necesitaba volver a menudo, ansiosa de encontrar la música de las palabras bien dichas. Me fascinaban –y me fascinan– sus personajes abruptos y sus paisajes plásticos, tan bien descritos que se insertaban en nuestro cerebro como si fueran recuerdos propios. Pero sobre todo, e in crescendo a medida que el tiempo pasa, me fascina la capacidad de Porcel de cambiarnos la mirada con cada libro, cirujano preciso y metódico de la condición humana. ¿Qué es un gran escritor sino un médico que abre en canal los sentimient­os, las

¿Qué es un gran escritor sino un médico que abre en canal a ese animal asustado que es el ser humano?

emociones, las esperanzas, los miedos de ese animal perdido y asustado que es el ser humano? Es evidente que todo narrador habla de él mismo, tanto si el mundo descrito es próximo como si viaja por horizontes lejanos, pero al hacerlo habla de cada uno de nosotros. Una novela siempre es un intento torpe del escritor para entenderse a sí mismo, una manera de rehacer el relato propio, tal vez con la esperanza de encontrar un sentido. Pero cuando surge una gran novela, y penetra sin piedad en los abismos de la condición humana, entonces cada lector encuentra su propio retrato.

Y es igual si la historia pasa en Rusia o en Andratx, si vaga por tierras africanas o navega en busca de islas aisladas. Es igual, porque toda gran novela, siempre, pasa en nuestra casa, y es sobre nosotros de quien habla.

Baltasar Porcel fue uno de los escritores más importante­s que tuvimos en el siglo XX y, sin duda, uno de los grandes de toda la literatura catalana. Y no sólo porque dejó una obra ingente, sino porque nos legó algunas piezas que sobresalía­n en categoría literaria. Estoy convencida de que si su obra hubiera sido escrita en inglés, habría sido un firme candidato al Nobel de Literatura. Y tal vez si la hubiera escrito en castellano. Pero optó por la lengua de su identidad emocional, y al hacerlo se quedó –no nos engañemos– sin un Estado que defendiera su obra literaria.

Acabo este humilde homenaje con un fragmento de Cavalls cap a la fosca, una de sus obras más inquietant­es y deliciosas: “L’home és com un home que una gran nit de pluja camina a les fosques i clapoteja dins xaragalls, i que sent com el freguen les ales d’un ocell calent i suau, i no sap què és i continua, xop i enfangat”.

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