Fabricar ideología
En su libro Culture, el crítico marxista Terry Eagleton muestra cómo algunas ideas sirven para afianzar, justificándolo, el capitalismo: caso de la autoayuda, que al hacernos creer que el éxito está en nuestra mano, oculta las desigualdades heredadas. Lo mismo puede aplicarse al patriarcado: la definición, por ejemplo, de las mujeres como seres altruistas le resulta muy útil. Pero esta operación (fabricar ideología al servicio del poder) ¿cómo se hace? El proceso suele ser invisible. Salvo cuando es muy de brocha gorda. Como sucede en una película que acaba de estrenarse: Surrogacy.
Surrogacy se define como “un documental” sobre la gestación subrogada. Cabría esperar que nos mostrara, imparcialmente, a todas las partes implicadas. Pero qué curioso: los que pagan ocupan muchos más minutos de película que las pagadas, y además, hablan por ellas: nos aseguran que no alquilan su vientre por dinero sino por “bondad”.
Ahora las entrevistarán a ellas, piensa una desde su butaca. Pero no: seguidamente tiene la palabra la dueña de una agencia de subrogación, la cual (oh, sorpresa) dice que todo es maravilloso; y después, una abogada, una ginecóloga, una psicóloga, todas a sueldo de la misma agencia, que también (¡sorpresa!) explican lo felices que son esas mujeres que gestan a un bebé al que luego entregarán a cambio de dinero (lo que vulgarmente se llama vender, para entendernos). ¿Y las gestantes…? Al fin aparecen dos. Ambas estadounidenses (¿por qué será que no entrevistan a indias o ucranianas, ni mencionan ninguna estadística al respecto?). Les preguntan si se sienten explotadas. A estas alturas está ya bastante claro de qué va esta película: quienes tienen dinero no se conforman con comprar todo lo que ya compran, quieren comprarse además una buena conciencia. Las entrevistadas (nueva sorpresa) contestan que ni hablar: lo hacen por altruismo (una pregunta tonta; si contestaran otra cosa, ¿saldrían en la película?).
Que el poder fabrica gafas ideológicas para hacernos ver la realidad según le conviene ya lo sabíamos. Pero hasta ahora se hacía, me parece, con más disimulo. Que un publirreportaje tan descarado como Surrogacy se presente como documental y haya quien se lo crea (el día que yo lo vi, fue acogido con aplausos) resulta un síntoma preocupante de la creciente prepotencia de unos y la falta de espíritu crítico de otros.