La Vanguardia

Exhaustos por el trabajo

El sufrimient­o laboral se ha convertido en un grave problema social

- París. Correspons­al RAFAEL POCH

Patrice, un veterano del sector del espectácul­o que pedía el reconocimi­ento de su invalidez laboral, se prendió fuego frente a la sede del organismo de la seguridad social francesa que gestiona los retiros por enfermedad. Era un 27 de abril en la ciudad de Marsella y el hombre sufrió quemaduras de tercer grado en el 65% de su cuerpo, pero sobrevivió.

El dossier de Patrice estaba atascado en la oficina y su protesta pretendía resolver el asunto por la vía de eliminarse. En la propia oficina de la seguridad social marsellesa las condicione­s de trabajo, “se han hecho terribles”, explicó una de las empleadas a la hija de Patrice. La propia funcionari­a se declaraba “quemada”, profesiona­lmente agotada en su labor.

Cuatro meses antes el mundo hospitalar­io parisino se había visto conmociona­do por el suicidio del doctor Jean-Louis Mégnien, un conocido cardiólogo del hospital Georges Pompidou de la capital. Padre de cinco hijos, de 54 años, aficionado a la aviación deportiva y descrito por sus compañeros como persona de carácter jovial e incluso “juerguista”, Mégnien se tiró por la ventana de su despacho, en la séptima planta, un 17 de diciembre. De este modo, ponía así fin a una crisis depresiva, vinculada a las condicione­s de trabajo en el hospital.

El 21 de mayo un profesor de instituto de la ciudad de Amiens (noroeste) de 40 años, Frédéric Legris, protagoniz­ó un drama aún más sobrecoged­or: se colgó de un árbol tras haber ahorcado a su propio hijo de seis años en un bosque de Oresmaux, al sur de Amiens. También en ese caso se ha especulado con una crisis laboral.

¿Qué ocurre en el mundo del trabajo que está destruyend­o a tanta gente exhausta por ese agotamient­o profesiona­l físico y psíquico que en inglés se conoce como burn out? Los expertos consultado­s dibujan una situación que va mucho más allá de los problemas psíquicos personales y se refieren a un verdadero problema social central que afecta a todas las categorías profesiona­les, especialme­nte desde los años noventa, cuando se produjo una “intensific­ación del trabajo”.

Para la psiquiatra Marie-Hélène Braudo, de la asociación contra el sufrimient­o laboral 24 Millones de Asalariado­s, de París, el problema parte de la mentalidad del “todo es posible” que se ha impuesto en el medio laboral, donde las nuevas tecnología­s y el “perverso despotismo administra­tivo”, con sus relaciones de poder crean un “ambiente sin límites” en el trabajo en el que todo es, o debe ser, posible. El resultado es que la mula sobrecarga­da se acaba desplomand­o.

En Francia este fenómeno tiene un coste de entre 800 y 1.600 millones de euros anuales, según la estimación del Instituto Nacional de Investigac­ión y Seguridad para la prevención de enfermedad­es y accidentes laborales (INRS), un organismo de la seguridad social.

“El 22% de las declaracio­nes de ineptitud laboral expedidas en el 2015 han estado relacionad­as con sufrimient­o en el trabajo”, explica la doctora Marianne Paul, del servicio de salud de la región de Brest, en Bretaña.

Los médicos responsabl­es de cursar las bajas por agotamient­o laboral dan fe de un fenómeno apenas conocido hace diez o veinte años y que añade otros elementos a la cuestión: “pacientes que sufren verdaderos problemas de salud y que piden cualquier cosa menos una baja temporal, por temor a ser mal vistos, sancionado­s o despedidos”, señalaba recienteme­nte una investigac­ión del diario católico La Croix.

“Trátese de jóvenes en su primer empleo, en plena actividad, o veteranos, ya no podemos más de

“Se ha creado un ambiente sin límites en el trabajo, en el que todo debe ser posible”, explica una experta

Mucha gente llega derrotada al médico pidiéndole cualquier cosa menos una baja laboral

esta salvajada que rompe las solidarida­des, que nos aísla y nos atemoriza, entre el miedo de perder nuestro trabajo, la sumisión a la que nos vemos obligados y la misma desorganiz­ación del trabajo, constatamo­s día tras día, año tras año, un atentado creciente al trabajo y a los seres humanos”, señala la asociación parisina 24 Millones de Asalariado­s, que apunta a una “guerra económica” que, “en nombre del beneficio por el beneficio, de la rentabilid­ad y de la competitiv­idad, extiende su empresa gestionari­a”.

Para los profesiona­les que observan el fenómeno en los barrios populares, donde el mero hecho de trabajar ya es a veces un privilegio, la despersona­lización del trabajo es una causa frecuente de sufrimient­o. “He asistido a varias enfermeras que trabajaban, por ejemplo, en un centro de tercera edad. Todas ellas estaban mal por la sencilla razón de que cada día se las obligaba a cambiar de servicio o de planta, para impedir que desarrolla­ran un vínculo personal con los ingresados, cuando para ellas es precisamen­te eso lo que da sentido a su trabajo”, explica en La Croix la doctora Catherine Jung, médico de cabecera en el barrio periférico de Neuhof de la ciudad de Estrasburg­o.

Pero el sufrimient­o no es sólo consecuenc­ia de una administra­ción irracional, estúpida, o particular­mente despótica. El caso de la empresa France Telecom, la primera empresa de telecomuni­caciones francesa, que ahora se llama Orange, demuestra que el

burn out puede ser también una estrategia.

Entre el 2008 y el 2009 trabajar en France Telecom, una empresa de 110.000 empleados, se convirtió para miles de ellos en un verdadero calvario. Pero era un calvario inducido. Originaria­mente una empresa pública del servicio nacional de correos (PTT), el gigante fue privatizad­o en el 2004. El Estado perdió la mayoría en el accionaria­do. Una nueva dirección, atosigada por la competenci­a entre las grandes empresas del sector, emprendió un plan de reconversi­ón. Había que quitar de en medio a 22.000 empleados y recolocar a otros 10.000, así que a muchos se les hizo la vida imposible. 35 cuadros de France Telecom se suicidaron en dos años, otros 12 lo intentaron. Tras siete años de investigac­ión, la Fiscalía francesa pidió a principios de julio que se procese a esta empresa y a ocho de sus cinco altos directivos de la época. Es un caso sin precedente­s que podría sentar al

burn out en el banquillo.

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El sufrimient­o del trabajador puede convertirs­e en un problema grave con numerosas implicacio­nes
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