Jean Nouvel firma la nueva tienda de Cacharel en París
Jean Bousquet, que cerró su última boutique en el 2008, vuelve a las grandes ciudades
Si Pierre Cardin a sus 94 años se reenganchó a los desfiles en su castillo de Lacoste, que fue del marqués de Sade, ¿por qué iba a quedarse en casa Jean Bousquet, que tiene diez años menos? El creador de Cacharel, que tras haber reinado con flores y liberty entre 1960 y 1980 cerró la última tienda en 2008, decretó que las grandes ciudades volvían a su centro. Y encargó a Jean Nouvel el diseño de “boutiques centrales”.
El lunes abrió la primera en París, en la rue de Buci, en pleno Saint-Germain-des-Près, el barrio de las letras, ahora conquistado por la moda. Son 140m2 en dos niveles, con líneas geométricas y depuradas que alternan con un motivo impresionista.
En otoño abrirá otras en Francia. La primera en Nimes, la ciudad natal de Bousquet, de la que fue alcalde de 1983 a 1996 y donde además presidió el Nîmes Olympique, el club de fútbol local, en el que jugó de joven.
Luego Marsella, Estrasburgo, Lille. “Pero como el 75% del volumen de negocio proviene de la exportación, nuestras oficinas de prensa norteamericana, inglesa y alemana, el showroom propio en Nueva York y los distribuidores en Londres, Berlín, Milán y Moscú, preparan el terreno para implantar tiendas”, explica el hombre que en 1958 creó su marca con el nombre de un ave de la Camarga.
“En los probadores –prevé Bousquet– las mujeres podrán hacer selfies y compartir en la red sus ensayos. Siento que aflora una fuerte nostalgia de los años sesenta, los de Cacharel, y creo que las mujeres de 20 a 40 años que quieren seducir van a redescubrirnos”.
De familia modesta –el padre reparaba máquinas de coser–, Bousquet llegó a París a los 26 años, con un diploma de cortador y cinco años de experiencia en Lorenzi, el gran sastre de Nimes. Si de noche conquista el Saint-Germain-des-Près de los escritores y las cantantes como la mujer con la que se casa, de día, en una habitación de la rue Saintonge, crea su empresa de pantalones para mujeres. Cuatro años más tarde registra su marca.
En 1963, la portada de Elle, semanario por entonces de la mujer independiente, le ayuda a vender 700.000 copias de su primer éxito, una blusa rosada de crepé. Ni el color, ni la materia, una tela extensible utilizada en lencería, eran usuales.
Entre blusas flou y vestidos liberty, la mano de Bousquet reforzada por las de unos debutantes con talento como Emmanuelle Khanh, Agnès B., Lolita Lempicka, Corinne Sarrut (su cuñada) conquista el mundo, en imágenes exclusivas de la luego célebre fotógrafa Sarah Moon, una desconocida en 1968 cuando Bousquet la detecta. En 1969 Giscard d’Estaing, presidente de Francia, le distingue con el Oscar de la exportación.
Desde 1978, además, Cacharel perfuma: Anaïs Anaïs –eterno nú- mero uno mundia–, Loulou, Noa, Amor Amor, Scarlett, Amor Amor Forbidden Kiss, desarrollados bajo licencia con L’Oréal, seducen a generaciones de jovencitas.
En 2012 Bousquet –su hija Jessica en comunicación– retomó la marca que había delegado en distribuidores y directores. Se ha rodeado como siempre de diseñadores jóvenes y talentosos, a los que pide cortes simples y modernos, en delicados tejidos de algodón, lana y seda y una calidad del nivel de la alta costura. “Sin olvidar esos estampados evanescentes que son nuestra señal de identidad”, subraya.