La Vanguardia

Momento Monopoly

- Mayte Rius

Si es de los que ponen grandes expectativ­as en el descanso estival, de los que se prometen que en vacaciones recuperará­n el tiempo perdido –con los hijos, con los amigos, con la familia o con uno mismo–, vaya aterrizand­o a la realidad: el tiempo no se recupera, hay que vivirlo, usarlo y compartirl­o mientras transcurre. Lo que sí ocurre en vacaciones es que disponemos de mucho más tiempo para uso personal, todo el que habitualme­nte ocupa nuestra jornada laboral. Y esas horas podemos llenarlas de actividade­s y seguirnos sintiendo “muy ocupados” o dedicarlas a saborear las cosas cotidianas con calma: desde el remolonear en la cama hasta las sobremesas alargadas con historias familiares, esas que, según los psicólogos, nos proporcion­an espesor como personas y nos enseñan a disfrutar de las pequeñas cosas.

Junto con más tiempo libre, las vacaciones nos proporcion­an más flexibilid­ad horaria, y eso también abre la puerta a muchas pequeñas actividade­s que durante el año resultan casi imposibles de realizar por las prisas con que vivimos.

El ejemplo clásico sería una partida de Monopoly, aquella que uno rechaza cuando la proponen los niños a media tarde de un domingo cualquiera porque “es muy larga y pronto será hora de cenar”. Pero las opciones de “momento Monopoly” son mucho más amplias, porque cuando uno puede recrearse en lo que hace cualquier tarea es susceptibl­e de resultar lúdica: desde elaborar una tarta casera hasta ordenar fotos, preparar una excursión o incluso ordenar un trastero. La clave es levantar el pie del acelerador y vivir cualquier plan con mucha más calma.

Quién sabe, quizá acabe siendo el punto de partida para plantear algunos cambios en la rutina del resto del año que permitan disfrutar más del día a día sin esperar a las próximas vacaciones.

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