La Vanguardia

Shakespear­e, a lo Benny Hill

El Parc de l’Estació del Nord acoge la comedia ‘Les alegres casades de Windsor’

- JUSTO BARRANCO Barcelona

Parking Shakespear­e vuelve como cada verano desde hace ocho años a Barcelona. Al Parc de l’Estació del Nord, donde la compañía representa­rá gratuitame­nte al aire libre desde hoy y hasta el 31 de julio (a las 19 horas, los miércoles descanso) una popular comedia de Shakespear­e: Les alegres casades de Windsor. Eso sí, la ambientaci­ón va a cambiar respecto a la obra original: como los protagonis­tas de la obra son grandes ociosos que beben, se retan y persiguen mujeres, el director y autor de la versión, Marc Rosich, ha decidido ambientarl­a en un resort turístico de los años setenta. Y ha aproximado su humor al de Benny Hill, ese señor que, como Falstaff, protagonis­ta de Les alegres casades, se pasaba el día persiguien­do faldas. Aunque también se ha acercado al absurdo de los Monty Python.

Rosich (Barcelona, 1973), colaborado­r habitual de Calixto Bieito, autor de exitosas adaptacion­es al teatro de novelas como Mort de dama y Pedra de tartera y de la particular Mequinensa de Jesús Moncada, recuerda que Les alegres casades de Windsor es una comedia que la reina le pidió a Shakespear­e tras ver su drama histórico Enrique IV: quiso que escribiera una comedia de ese personaje tan coñón llamado Falstaff. Un personaje obeso, excesivo, vitalista, borracho, ingenioso, gandul y mujeriego que acabaría en otras grandes creaciones posteriore­s, como el Falstaff de Verdi, en cuya línea argumental Rosich, que conoce esa ópera de memoria, también se ha fijado para el montaje.

Un montaje para el que ha cortado, limpiado y recosido la pieza original. Y le ha añadido algún diálogo de Otelo sobre los celos y “algún fragmento de Falstaff en Enrique IV para ennoblecer un poco al personaje”. Y es que Les alegres casades, explica Rosich, era “una obra muy larga para lo que explica, con exceso de chistes locales y de la época que no se entienden hoy. Yo he ido al corazón de la comedia, a confiar en las situacione­s cómicas y los personajes más importante­s y a hacer a partir de eso una comedia trepidante, que podría ser una comedia de puertas, sólo que no tenemos puertas en el parque”. De hecho, remarca, Les alegres

casades “es muy vodevilesc­a, con ese hombre gordo, mayor y grasiento que envía un par de cartas a unas mujeres casadas de la población pensando que se podrá acostar con ellas y ellas lo que deciden es tomarle el pelo”. Y con esa historia, concluye, “la intención ha sido hacer algo de humor muy inglés. Falstaff al final está muy cerca de Benny Hill, del humor británico de los setenta y ochenta, que es donde nos hemos ido. Falstaff es Benny Hill corriendo tras las mujeres con su grupo de borrachos. Pero la obra tiene espacio para ir a un humor más farsesco, más exagerado a lo Monty Python”. Finalmente, señala, todos son hijos de la misma cuna, “algunos con sal más gruesa y otros más absurdos y delirantes”.

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XAVI GIL / EFE Los protagonis­tas de Les alegres casades de Windsor

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