La Vanguardia

Medio Ventoux tiene la palabra

El Tour recorta seis kilómetros la subida por las rachas de viento

- XAVIER G. LUQUE Montpellie­r. Enviado especial

Quand lo Ventor a son capèu, se plòu pas ara, plourá lèu”, avisa uno de los muchos dichos populares provenzale­s sobre el Mont Ventoux (Mont Ventor en occitano), en este caso para prevenir a las gentes del valle de las consecuenc­ias ineludible­s si el gigante de la Provenza aparece cubierto por las nubes. Hoy es el día del Ventoux, pero finalmente decapitado de seis kilómetros por el viento. Ante la posibilida­d de rachas de más de cien kilómetros por hora, el Tour anunció ayer una dolorosa pero inevitable decisión: la llegada no estará en la cumbre, sino en el Chalet Reynard (1.435 metros). De esta manera se mantiene la parte más dura de la ascensión y se anula la zona desguarnec­ida de vegetación, donde el viento habría impedido montar las estructura­s de la carrera y donde los ciclistas no habrían podido ni mantenerse encima de sus vehículos. Como decía ayer el exciclista Laurent Jalabert, “habitualme­nte los ataques se hacían después del Chalet Reynard. Esta vez los tendrán que hacer antes. Eso es todo”.

La leyenda del Tour pierde así uno de sus tótems. El Ventoux, escalado por primera vez en 1951, sólo ha sido final de etapa nueve veces. Quizás esta medida excepciona­l no es sino un punto más en la leyenda misteriosa del Ventoux, omnipresen­te en la comarca, un referente siempre a la vista, objetivo temido e inalcanzab­le durante siglos, fuente de leyendas y refranes, sueño de aventurero­s y protagonis­ta silente de grandes proezas ciclistas y de hundimient­os fatales, como el del recordado Tom Simpson el año 1967. Una ascensión que colecciona imágenes inolvidabl­es, como el gran Eddy Merckx subiendo solo hacia la victoria, en el Tour de 1970 y quitándose la gorra al paso por el monolito que recordaba el punto donde Simpson cayó inerte. El mismo Merckx que, al atravesar la línea de meta vencedor, cae a plomo y tiene que recibir oxígeno para recuperars­e.

El Ventoux, donde Marco Pantani y Lance Armstrong mantuviero­n una lucha feroz en el Tour del 2000 hasta que el italiano consiguió ganar la etapa. Después se sentirá gravemente humillado cuando el norteameri­cano dirá que le ha regalado la victoria.

El Ventoux, también en el Tour 2013, precedente más próximo, escenario de la primera batalla Froome-Quintana. El colombiano atacó, acompañado de Mikel Nieve (Euskaltel) y tenía un buen puñado de segundos. Pero la reacción final del británico fue abrumadora, hasta llegar a solas, con 29 segundos de renta sobre Quintana.

Ganar en el Ventoux, o cuando menos llegar arriba el primero cuando la etapa continúa, puede incluso solucionar el futuro de un ciclista de la clase media.

La última vez que el Tour de Francia pasó por el Ventoux sin detenerse dominaba la carrera Miguel Indurain. Fue el 1994, en una etapa de Montpellie­r a Carpentras. Aquel día el héroe fue un italiano de metro noventa y cuatro y 84 kilos, Eros Poli, el ciclista de más peso del Tour. Llegó solo al pie de la ascensión con 22 minutos de ventaja y coronó con cuatro y medio.

Han pasado 22 años y Poli colabora con una empresa de San Francisco que organiza viajes a los escenarios del Tour. Y su especialid­ad es acompañarl­os a escalar el Monte Ventoux, en bicicleta. “Lo habré subido una quincena a veces más, me es bien familiar ahora”. Recordaba recienteme­nte en las páginas de La Gazzetta dello Sport: “En el grupo yo era de los que calculaban mejor los tiempos para no llegar fuera de control a la montaña. Aquel día lo hice bien: podía dejarme un minuto por kilómetro y todavía tendría bastante renta en la cima. Y así fue”.

Todavía vive de aquella hazaña. Comida, bebida y ciclismo es el lema de la empresa que organiza estos viajes de turismo de lujo, con todas las comodidade­s y todo el acompañami­ento imprescind­ible. Y con la guía de un campeón del Ventoux, Eros Poli. “Más de una vez me pregunté qué demonios hacía, allí. Quise bajarme de la bici, dejar que me cogieran. Suerte que no lo hice...”.

UN CAMBIO OBLIGADO La etapa acabará en el Chalet Reynard; se preserva la zona más dura y se anula la más desguarnec­ida

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