La Vanguardia

La Habana celebra su pasado mientras vive con pasión el presente

- Pilar Maurell

Mezcla de culturas y con una extensa historia que nos lleva hasta la época de los taínos, La Habana es hoy una de las ciudades más pobladas del Caribe insular, con más de dos millones de habitantes. Para conocerla bien, lo mejor es pasear por las calles del

casco antiguo o de El Vedado, visitar el barrio chino, cerca del Capitolio, y, sobre todo, ver atardecer desde el Malecón.

La Habana es una ciudad de contrastes. El centro histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1982, está siendo remodelado, y ofrece una visión entrañable y hermosa de esta urbe, con restaurant­es, cafés y tiendas de artesanía con encanto, vendedores de helado y maní callejeros y algunos de los lugares más célebres de la ciudad, como la plaza de Armas, antiguo centro militar y defensivo, donde se monta un mercado de libros de viejo; la de la Catedral, que alberga la catedral de San Cristóbal de La Habana, que destaca por su fachada barroca, diseñada por el arquitecto italiano Francesco Borromini; y la plaza Vieja, donde hubo uno de los mercados más populares de La Habana, y hoy es un espacio abierto, rodeado de coloridos edificios con soportales para huir del sol y con algunas tiendas de marcas internacio­nales y buenos cafés. Y un poco más allá está

la plaza de San Francisco de Asís,

que fue punto principal de exportació­n e importació­n de la isla, y es ahora la puerta de entrada a toda esta zona peatonal del centro.

UNA CIUDAD ORGULLOSA

Pero basta avanzar unas cuadras o girar una esquina para descubrir La

Habana popular, una ciudad orgullosa que vive, baila y canta en sus ruidosas calles, dominadas por los coches estadounid­enses de los años 40, que se conservan con esmero y que se han convertido en la seña de identidad de toda la isla de Cuba.

La ciudad, fundada en 1519 en su tercer y definitivo emplazamie­nto por el español Diego Velázquez, es una supervivie­nte que ha logrado recuperars­e del ataque de los piratas franceses al mando de Jacques de Sores, que tomó la ciudad en 1555 y la arrasó, molesto por el mísero rescate que le ofrecieron; y de su conquista por parte de los ingleses, cuya armada logró entrar en la bahía en 1762 y tomar el castillo del Morro. De aquella época de conquistas quedan hoy los magníficos baluartes del Morro y la fortaleza de San Carlos de la Cabaña, dos visitas obligadas.

Como es también de obligado cumplimien­to el ritual de ir tras la pista de uno de los turistas más célebres que ha tenido La Habana,

Ernest Hemingway, tomarse un buen mojito en La Bodeguita del Medio y El Floridita o pasar unas horas de relax en el Hotel Nacional de Cuba, de estilo Art Déco y cuyos jardines tienen vistas a un Malecón donde os haréis la promesa de regresar algún día.

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Dos jóvenes contemplan, desde el Malecón, el Morro y su magnífico faro, del siglo XVIII, que aún hoy dirige la navegación de los barcos hacia el puerto.
 ??  ?? La clásica estampa de una habanera, con uno de los cigarros que han dado fama a la isla.
La clásica estampa de una habanera, con uno de los cigarros que han dado fama a la isla.

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