La táctica de la serendipia
Rajoy acosa a C’s para que le apoye y forzar la abstención del PSOE. Rivera quiere que los socialistas se mojen ya. Y Sánchez sólo se moverá si el PP fracasa para plantear con C’s un programa y la cabeza de Rajoy. Si al final cuadra, será de chiripa
Horace Walpole, conde de Orford, fue un político y escritor del siglo XVIII, primo del almirante Lord Nelson y autor de El castillo de Otranto, una novelita de terror romántico ambientada en esa localidad italiana durante la Edad Media, una historia plagada de ruidos y pasadizos misteriosos considerada el inicio de la literatura gótica. Pero no es por eso que Walpole tiene el honor de aparecer en la Wikipedia, sino por un pasaje de su ingente producción epistolar. En la carta, dirigida a su amigo Horace Mann, Walpole se felicita por el hallazgo de un libro mientras está buscando el escudo de los Médici entre volúmenes de heráldica: “Este descubrimiento ha sido como los que yo llamo serendipidad...” El conde había leído un cuento titulado Los tres príncipes de Serendip, una especie de fábula al estilo de Las mil y una noches que narraba las aventuras de tres príncipes persas, quienes por una mezcla de accidente y sagacidad, descubrían cosas que no buscaban. El término serendipia se ha incorporado al diccionario con esta definición: “Hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual”. La penicilina, por ejemplo, se considera un descubrimiento serendípico.
Como el conocimiento da muchas vueltas, el concepto fue rescatado por John Paul Lederach, experto en resolución de conflictos, para aludir a aquellos acontecimientos inesperados que ayudan a encontrar una solución a un problema. Pero no se trata simplemente de esperar a que ocurran esos hechos fortuitos que nos sacarán del atolladero –recordemos la sagacidad de los príncipes–, sino que la adaptación a las nuevas circunstancias, el movimiento hacia los lados, como los cangrejos, cuando no es posible avanzar de frente, la visión periférica, deben contribuir a hacer posible la magia de la serendipia. Hay que reconocer la ventana de oportunidad cuando se abre. Tras las segundas elecciones generales celebradas en seis meses, parecería que cada uno de los actores implicados aguarda a que la serendipia les distinga con su favor y les permita salir airosos del bloqueo sin mover un dedo. O esperando que lo muevan los demás.
La táctica del PP va a ser acogotar a Ciudadanos para conseguir que su prometida abstención a la investidura de Rajoy se convierta en un sí. De esta forma, los populares podrán llamar a la puerta del PSOE para pedir su abstención y conseguir la llave que abra la legislatura. Si no lo hace, Sánchez asegura que no se va a mover. Pero Albert Rivera se resiste a dar ese paso si los socialistas no se mojan antes. Todo ello sin entrar a negociar una sola coma del programa a aplicar por el candidato a presidente. Rajoy, a su vez, no se esfuerza en ofrecer contrapartidas, ya que confía en que el tiempo acorralará a sus rivales ante el abismo de unas terceras elecciones, poco recomendables para los intereses de Ciudadanos y PSOE.
La rusticidad de esas tácticas es evidente. Tres semanas después de las elecciones, no hay negociación sobre contenidos. Lo normal habría sido que los líderes que no optan a la presidencia pongan sobre la mesa sus condiciones para dar apoyo, por activa o por pasiva, al aspirante con más posibilidades. ¿Por qué Ciudadanos no presenta sus exigencias a Rajoy, incluidas medidas de regeneración democrática, ahora que el PP necesita imperiosamente su apoyo?, ¿por qué el PSOE no exige la reforma constitucional?, ¿por qué ambos no plantean un programa ambicioso que obligue a Rajoy a pasar por el aro (como diría Jordi Pujol)?, ¿tan poco les interesa poner en práctica lo que han prometido?
Después de la hiperactividad desplegada por Sánchez tras las elecciones de diciembre, el líder socialista parece sumido en una malhumorada inapetencia. Su estrategia pasa por esperar a que Rajoy convenza a Rivera y sume 169 escaños –a sólo siete de la mayoría absoluta– para justificar una abstención vergonzante, sin nada a cambio. Si Rajoy no consigue la alianza con Ciudadanos, los socialistas intentarán unirse a Rivera y plantear una agenda de reformas y ponerla sobre la mesa del PP, incluyendo incluso la cabeza del líder popular. Mientras, Podemos podría salir a la pista para plantear una suma alternativa que ponga en aprietos a los socialistas.
Hasta ahora, las estrategias desplegadas solo van encaminadas a buscar el beneficio propio o se basan en una actitud defensiva. Entender que nadie ganará todo, pero que nadie perderá todo es indispensable ante cualquier negociación. La serendipia no aparecerá por ensalmo. Es posible que algunos necesiten unas terceras elecciones para comprender que ese maravilloso neologismo que nos abre las puertas de la solución no es exactamente igual que un vocablo muy nuestro y que no es otro que confiarlo todo a la pura chiripa.
Hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual.