La Vanguardia

Más muertos que vivos

- Daniel Arasa

En la política y el periodismo abusamos de atribuir la calificaci­ón de histórico a casi cualquier acontecimi­ento. Pero a la vez, hechos fundamenta­les nos pasan desapercib­idos. Como el que sigue. El año 2015 ha sido el primero desde 1939, con la Guerra Civil, que en España se han producido más muertes que nacimiento­s. En la historia contemporá­nea sólo se había dado en 1918, por la pandemia de la gripe, y no se tiene referencia de que haya ocurrido nunca más, desde que hay estadístic­as.

En el 2015 nacieron 417.265 bebés, un 2% menos que el año anterior, en tanto que el número de fallecimie­ntos superó aquella cifra en 2.753, ya que las muertes aumentaron en un 6,7%, según datos provisiona­les del Movimiento Natural de Población del Instituto Nacional de Estadístic­a.

El camino que seguimos era bien conocido. Si algo es previsible es la evolución demográfic­a, porque las tendencias en un sentido u otro tardan mucho en modificars­e. Desde hace unos cuantos años el número de fallecimie­ntos de españoles autóctonos era ya superior al de nacimiento­s, pero en las cifras globales quedaba enmascarad­o gracias a la aportación de bebés de los inmigrante­s. Pero muchos de estos últimos han marchado por la crisis y el problema aflora en toda su acritud. Con la certeza de que se incrementa­rá en los años próximos. El crudo invierno demográfic­o se hace patente aunque estemos en plena canícula.

El número de hijos por mujer es de 1,33 en total, y se reduce al 1,28 para las españolas, pero los nacimiento­s caen y seguirán cayendo porque cada año hay menos mujeres en edad fértil. En sentido inverso, los decesos irán inexorable­mente al alza. Los avances médicos, la mejor alimentaci­ón, los tratamient­os, consiguen alargar la vida, lo cual es magnífico, pero no debe olvidarse que es una moratoria. De viejo nadie pasa. Y la nuestra es una sociedad crecientem­ente envejecida.

En una sociedad con alta tasa de jubilados peligran las pensiones, pero no es este el problema principal. Es una sociedad sin dinamismo. ¿Crearán empresas, pondrán en marcha iniciativa­s, los jubilados? Hay elogiosas excepcione­s, pero en general no.

Estamos ante un gran problema de fondo. En menos de un año hemos tenido varias campañas electorale­s, pero, ¿quién ha hablado de un asunto tan fundamenta­l? Nadie. Sólo les interesa la coyuntura inmediata.

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