La Vanguardia

Tango de la Menegilda

- Glòria Serra

Imaginen que su quiosquero, cada vez que les cobra La Vanguardia, añadiera un centimillo por su cuenta. O que su pescadera sumara diez gramos de más en la merluza o los mejillones. O que el pintor les estuviera escatimand­o la segunda capa al hacerles la casa. No estoy descubrien­do América: de toda la vida eso se ha llamado una sisa. Con los años ha ido desapareci­endo, sobretodo porque, si te pillan, te cae una multa o, incluso, el cierre del negocio. Cuando era una niña eran legendaria­s sisas como la del lechero añadiendo agua a la leche o estafar en el peso. Eran sisas de miseria, de posguerra. Ahora se sisa a lo grande.

La famosa cláusula suelo que las entidades bancarias introdujer­on de forma masiva y sin informar en las hipotecas de sus clientes no es más que la clásica sisa en tiempos de internet y la letra pequeña. Se trataba de que, si el Banco Central Europeo bajaba los tipos por debajo de una cifra que al banco le parecía demasiado baja, no te reducía más las cuotas. Hablo en pasado porque, el 9 de mayo del 2013, el Tribunal Supremo dictaminó que se trataba de un engaño en toda regla al consumidor y que debía devolverse el dinero cobrado de más. Eso sí, sólo para los pagos a partir de la fecha de la sentencia. ¿Por qué no obligar a los bancos estafadore­s

La famosa cláusula suelo de las entidades bancarias no es más que la clásica sisa en tiempos de internet y la letra pequeña

a devolver todo el dinero cobrado de más (en algún caso desde el 2004)? Porque, según el Alto Tribunal, eso compromete­ría la estabilida­d del sector bancario español. Les recuerdo que en el 2013 se había pedido el rescate a la banca: los 60.000 millones de euros que deberemos pagar entre todos, nuestras familias y nuestros herederos. La maldición bíblica por la locura de una banca borracha de burbuja inmobiliar­ia. La juerga se la corrieron ellos: la resaca es sólo nuestra.

Volviendo a la famosa cláusula suelo, los bancos estafadore­s tuvieron que pagar unos cinco mil millones de euros a sus clientes en aplicación de la sentencia del Supremo. Faltan unos cinco mil millones más por las cuotas anteriores al 2013. Este asunto, de la mano de los consumidor­es, ha llegado hasta las más altas instancias europeas y a finales de año debe pronunciar­se el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Esta semana ha emitido su informe el abogado general de la Unión: no es vinculante pero influye en la sentencia definitiva. Dice que el Supremo español tiene razón: se cobró de más engañando a los clientes y debería devolverse todo el dinero pero, claro, no se puede compromete­r la estabilida­d de los bancos afectados, etcétera.

¿Han oído hablar del imperio de la ley? Quiere decir que, por mucho que una resolución judicial pueda ser dura para el que comete un crimen, siempre prevalecer­án los derechos de la víctima. Es la única forma de evitar el delito: si el asesino diera lástima al tribunal con su madre enferma, nunca ingresaría en la cárcel. Pues bien, en España y en la UE acaban de decirnos que a quien le pique, que se rasque y que si se sisa, sólo hay que hacerlo en dimensione­s gigantesca­s para acabar triunfando. No se indignen, consulten los clásicos como consuelo. En casa hace días que va a todo trapo el inmortal tango de la Menegilda y Doña Virtudes de la zarzuela La Gran Vía. Qué gran lección escuchar a la chica cantar: “Viendo que estas cosas no me hacían prosperar, consulté con mi conciencia y al punto me dijo ‘aprende a sisar, aprende a sisar’”.

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